Marco Antonio Campos escribió con ironía: “¿Por qué en Estados Unidos no cambian de pueblo en vez de Presidente?” Sí, la explicación de lo que ahí ocurre está en la sociedad, más que en sus élites políticas. Desazones, idiosincrasias e ideologías gestadas en plazos largos, discursos de los actores políticos, entran en la historia en estampida y hacen lo suyo. Los medios gringos nos reseñaron mil aspectos de la pugna electoral, pero la sociedad está ausente de sus recuentos. Nos contaron una contienda de gallos enfrentados en empate: era falsa. Nos contaron que Trump ganó de calle; también es falso, veamos en qué sentido.
Al redactar estas líneas la fulgurante epopeya jamás vista en la historia ya aterrorizaba al por mayor por el planeta. Trump tenía en su haber 312 votos electorales (necesitaba 270), que le aseguran la presidencia; dominará el Senado, le faltaban siete votos para conseguir la mayoría de los Representantes. Y es suya la Corte Suprema. Trump ganó apoyo en todo el mapa electoral tanto en los estados republicanos como en los demócratas. Las derechas más a la derecha avanzarán más allá de EU.
Kamala y los demócratas desestimaron el principal malestar de las mayorías: las pérdidas en su nivel de vida: el impacto de la inflación y los estragos en las finanzas: ahora ahorran menos que antes de la pandemia, o están cayendo en mora, cada vez más, tanto en los préstamos para autos como en las tarjetas de crédito, con tasas de interés inicuas. En una sociedad hiperconsumista, esos datos se ven amplificados. Fue el factor de mayor peso en las decisiones de los electores. Creen que Trump mejorará su vida: agárrense. También desdeñaron la fábula trumpiana sobre los cientos de miles de asesinos y violadores extranjeros que les quitan el pan de la boca a los propios. Es una amenaza real según la percepción de la mayoría.
La suprema victoria de todos los tiempos es menor que la de Biden, que obtuvo 81 millones en 2020, frente a 74.6 millones de Trump en 2024. La población creció en 7 millones en el tramo 2020/24, y los votos no aumentaron sino disminuyeron: 15 millones menos que en 2020. Votaron por Trump 50.5 por ciento de los electores, y 48 por Harris: los electores están divididos en dos partes de tamaño similar. Cuarenta por ciento, no votó. Trump consiguió, en realidad, 28 por ciento del apoyo efectivo de los electores. Una victoria insólita está muy lejos de ser verdad. La “contundente derrota de Harris” es embuste trumpiano.
Con todo, dadas las reglas electorales, Trump tendrá dentro de las instituciones del Estado un poder que no tuvo Clinton, u Obama, o Biden. Las repercusiones por el mundo serán de gran alcance. Mientras la OTAN se tambalea, Europa ya está en alarma, buscando cómo va a proteger su casa. Las futuras decisiones de Trump estarán guiadas por el ultraderechista Proyecto 2025 formulado por la Heritage Foundation, una agenda para los supermillonarios. El impacto sobre las mayorías irá en sentido contrario a las creencias por las que las mayorías votaron por Trump.
Habrá republicanos en el poder por muho tiempo, prevén algunos analistas de EU; el próximo presidente será el vicepresidente J. D. Vance, de una derecha más recalcitrante que la de Trump, dicen. Es posible, pero el impacto sobre las mayorías también está por verse. El estándar de su vida decayó con Biden, la desigualdad social aumentó. Los asalariados históricamente prefirieron al Partido Demócrata (PD) pero, esta vez, explicablemente votaron republicano. Hace mucho tiempo que el PD es el partido de Wall Street y recibe de los banqueros ingentes montos de financiamiento para su campañas. Durante demasiado tiempo el Partido Demócrata ha llamado procazmente “democracia” al neoliberalismo.
Acaso esté llegando la hora de la izquierda subsumida en el Partido Demócrata, y la de las izquierdas que militan fuera de ese partido. Es la hora de la sociedad, no la de los partidos históricos de EU. Acaso están configurándose las condiciones para empezar a desmontar los espantosos preceptos del neoliberalismo, a echar por tierra su perversa doctrina sobre el individuo, su pauta según las cual las personas son consumidores y clientes. Para Trump, es la hora de las corporaciones y de los ricos, que verán rebajados drásticamente sus impuestos.
Para Trump es la hora de Elon Musk que verá ampliados los miles de millones de dólares en contratos gubernamentales que Musk ha recibido para SpaceX y Tesla, que contribuyeron a convertirlo en el hombre más rico del mundo. Musk ha intentado impedir que los trabajadores de Tesla se sindicalicen. El sindicato United Auto Workers presentó una denuncia contra Trump y Musk después de que ambos hablaran durante una conversación en X sobre la intención de Musk de despedir a trabajadores de Tesla en huelga. Es la hora de los Musk en un país donde el porcentaje de trabajadores sindicalizados ha caído por debajo de 7 por ciento, niveles no vistos desde 1932.
Es la hora del desiderátum de los de abajo.