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Felipe Ávila: hoy se va haciendo realidad la democracia por la que trabajó Madero

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“Se me fue pintando como un personaje fascinante, complejo, extraordinario y único en muchos sentidos; reconstruí la figura de alguien que cambió la historia de México”, apuntó el historiador y sociólogo. Foto Germán Canseco
12 de noviembre de 2024 09:03

El prócer de la patria Francisco I. Madero tiene el gran mérito de encabezar el primer gobierno democrático en el México del siglo XX, el único por muchísimo tiempo. Su sueño quedó trunco, y apenas estamos haciendo realidad la democracia, sostuvo el historiador Felipe Ávila, autor de la biografía El padre de la democracia (Debate).

El investigador destacó en entrevista con La Jornada que el ex presidente creó el primer partido político moderno en el país: el Partido Nacional Antirreleccionista, que comenzó a ser de masas, porque miles de clubes antirreleccionistas se formaron entre 1908 y 1910 en buena parte de las ciudades del país, realizaron una convención nacional, adoptaron un programa político de oposición y escogieron a sus candidatos.

Madero, continuó el también sociólogo, hizo la primera campaña política moderna con varias giras, en las que recorrió gran parte de la República Mexicana, y documentó, por primera vez, un fraude electoral en el país, cuya respuesta de las autoridades fue de rechazo.

Ante la cerrazón de todas las instituciones, Madero decidió llamar a la insurrección en 1910. Tuvo un gran eco, no sólo porque su diagnóstico era el mejor, sino porque había preparado el terreno y tenía legitimidad para llamar a una insurrección cuando todas las vías legales habían sido canceladas.

Ávila (Ciudad de México, 1958) hizo énfasis en que el llamado apóstol de la democracia creó, entre 1908 y 1911, “las condiciones, o diagnosticar que éstas existían, para que se generara una revolución, y tuvo la capacidad de incidir en ella, acelerarla, catalizarla y capitalizarla, porque no solamente tuvo gran éxito en contender contra Porfirio Díaz en la elección federal, sino en encontrar la salida ante la cerrazón, que no habían podido superar ninguna de las anteriores oposiciones al porfiriato.

Supo ofrecer una alternativa a la indignación y a los deseos de buena parte de la sociedad mexicana de un país democrático, y conducir hábilmente la insurrección. Eso no hubiera sido posible sin Madero. Es la figura clave para entender el estallido de la Revolución Mexicana y el contenido del carácter profundamente revolucionario que se mostró desde la insurrección maderista.

Identificación con Zapata

Felipe Ávila ha trabajado durante años el tema de la Revolución Mexicana y ha escrito biografías de algunos de sus personajes importantes. Desde que era estudiante, se identifica con el zapatismo, y ha abordado en diversos estudios a las comunidades zapatistas, así como al caudillo y su influencia en el imaginario colectivo.

Contó que le atraía la ruptura de Zapata con Madero, decisiva para ambos. “Me parecía que no estaba suficientemente explicada, porque la virulencia con la que rompieron es sorprendente. El Plan de Ayala no fue sólo una declaración de guerra contra Madero, sino que lo llegó a calificar de alguien peor que Porfirio Díaz”.

En la investigación de Las compañeras de Zapata se enteró de un dato que consideró muy significativo: Madero y Sara Pérez Romero fueron padrinos de la boda de Zapata con Josefa Espejo, en agosto de 1911, poco antes de que se produjera la ruptura.

Ávila dijo que le pareció llamativo que durante la Decena Trágica Madero viajó a Morelos con el fin de intentar enrolar al general Felipe Ángeles, para que lo ayudara a sofocar la rebelión. Zapata controlaba las vías de acceso y permitió el paso del presidente, gesto que yo no alcanzaba a entender; me parecía de nobleza y gratitud, pero también de realismo político, pues consideraba a Madero mejor que Huerta.

De ahí se preguntó si Madero fue capaz de provocar la revolución que todos le reconocemos y tender puente con la corriente y el líder más radical de la Revolución Mexicana, incluso, de padrinazgo; en los momentos finales todavía había un vínculo de respeto entre ambos. Tenía que entender a Madero porque aún hay puntos nebulosos; entonces, decidí hacer una biografía sobre él.

El catedrático universitario sostuvo que Madero se me fue pintando como un personaje fascinante, complejo, extraordinario y único en muchos sentidos, y fui reconstruyendo la figura de alguien que cambió la historia de México.

A la imagen que se tiene del mandatario asesinado en 1913, como personaje ingenuo y medio chiflado, a quien se descalifica por su gusto por el espiritismo, el historiador lo fue descubriendo como alguien con gran capacidad de análisis y de reflexión política, con intuición y percepción del estado de ánimo de la gente, capacidades que lo llevaron a hacer un diagnóstico muy preciso de la contradicción esencial del sistema político porfirista, diseccionarlo y proponer una solución alternativa.

Felipe Ávila sostuvo que el héroe de la revolución “quería mantener el capitalismo, mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población a través de reformas, instituciones y gobiernos democráticos. Para él, la salida a todos los problemas era la democracia. Lo creía absolutamente. La violencia era un mal necesario, pero acotado, y porque no le habían dejado alternativa.

Provoca una sublevación política mediante la insurrección, pero las condiciones del país eran tales que también inició una revolución paralela mucho más radical, que fue social y económica. Por eso llegó a un acuerdo con Porfirio Díaz para detener la revuelta.

El autor concluyó que Madero no pudo resolver la contradicción entre reforma y revolución, que entonces se planteaban los socialistas europeos y rusos.

Eso le costó la vida, que su proyecto se viniera abajo y que hubiera una contrarrevolución, que tampoco tuvo éxito. Lo que Madero comenzó lo terminaron haciendo muchos de sus compañeros que volvieron a salir a la palestra cuando él fue asesinado.

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