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Cuadernos de La Habana

10 de noviembre de 2024 08:41

Cuando el Embajador Bosques llegó a Cuba se puso al día de la realidad de la isla como tarea principal.

El anterior embajador de México en Cuba, Benito Coquet, de larga trayectoria y que asiló al presidente Prío Socarrás y a buena parte de su gabinete, había sido diputado federal, alto funcionario de las secretarías de Educación Pública y de Gobernación.

Fue nombrado Embajador en Cuba el primero de agosto de 1947, y permaneció en el cargo hasta el 10 de febrero de 1953, momento en el que Francisco Octavio Navarro Carranza asumió el puesto de Encargado de Negocios, hasta que tomó el cargo de embajador Gilberto Bosques, el primero de octubre de 1953.

Benito Coquet salió de Cuba para ocupar importantes puestos, entre ellos subsecretario de la Presidencia. Más tarde, sustituyó a Antonio Ortiz Mena como director general del Instituto Mexicano del Seguro Social, en 1958, donde desarrolló una reconocida gestión.

Tras la salida del embajador Coquet, el nombramiento del sucesor se pospuso por varios meses. Ruiz Cortines estaba molesto por las sombras y crímenes de la tiranía prevaleciente en la isla, por lo que retrasaba claramente la designación del nuevo representante diplomático. La jefatura de la embajada de México estuvo vacante casi un año.

Dice Bosques que aceptó gustoso el ofrecimiento que recibió el 26 de julio, y que viajó de Estocolmo a La Habana. Como se escribió en aquellos días en la prensa mexicana, el traslado fue como decir del sol de medianoche al sol del mediodía: de la nieve al fuego.

Mi llegada a La Habana, narra Bosques, fue recibida con cierto escepticismo, porque se me consideraba de izquierda democrática y tal vez frontal al régimen de Batista.

Bosques se tomó el tiempo necesario para estudiar la situación, informarse a fondo de los antecedentes de la vida política y revolucionaria, y evitar generar polémicas en su inicio, en la presentación de sus cartas credenciales. Estaba convencido de que debía realizar una presentación sin hacer concesiones.

Había que mantener una posición congruente con la postura de México, una postura democrática.

En esos momentos, afirma Bosques, “la democracia era el punto más delicado en Cuba, pues se había derrocado al gobierno constitucional de Prío Socarrás y estaba en el poder un dictador contando con todos los poderes militares de presión.

Presenté un discurso sobre algunos aspectos de la colaboración general, sobre la situación continental y sobre la unidad de los pueblos, narra Bosques. Y continúa, como coincidían en ese año los centenarios de Martí y de Hidalgo, traté ese tema para cubrir ciertas formas de cortesía.

Batista contestó en términos generales y ahí lanzó su mensaje: en su intervención señaló que, con relación a los cubanos fugitivos refugiados que se habían refugiado en la embajada, y que ya estaban en México iniciando actividades de conspiración y el envío de pertrechos, expresó claramente su petición de que se evitaran esas actividades.

Así se desarrolló el primer encuentro, rodeado por mucha solemnidad, muchos funcionarios y muchos militares, y se inició una gestión muy complicada, que por sí misma era difícil, debido a que el dictador estaba encarando la grave situación que derivaba del asalto al cuartel Moncada y el estado de fermentación revolucionaria en todo el país, y de descontento.

Una importante observación del nuevo embajador de México, Gilberto Bosques, apunta: la intervención de la embajada de Estados Unidos era clara, enérgica, franca y visible, y llegó a dominar el panorama cubano en todos sentidos.

Bosques precisa: “En los asuntos del gobierno la injerencia estadunidense se hizo en muchos casos decisiva. Cuba dependía totalmente de Miami. Las mercancías estadunidenses dominaban el mercado cubano, hasta en los más pequeños detalles, como el pan diario, el vaso de papel encerado para los helados… todo llegaba de Miami”.

También estaba la penetración cultural, que generó sentimientos de rechazo entre quienes se negaban a acudir a la embajada de Estados Unidos a resolver temas que correspondía atender al gobierno nacional.

Lo más escandaloso quizá fueron las acciones más flagrantes y ofensivas de Batista, como la entrega al gobierno cubano de materiales de guerra estadunidense en plazas públicas.

Estaba claro el terreno de batalla para el embajador Bosques. Se repetía su papel en Francia y Portugal.

Muy pronto las condiciones de la represión dieron como resultado la afluencia de asilados a la embajada de México.

Empecé esa tarea difícil por la situación impuesta por el régimen. Se fue creando una oposición que estaba en el fondo del mismo pueblo cubano, recuerda Bosques.

Una vez más la tarea era salvar vidas.

Como siempre, Bosques debió volver a sus fuentes que lo acompañaban, entre los que destacaba el poeta Nicolás Guillén, con quien convivió muchos de sus años cubanos, y que en un momento escribió:

Van a fusilar
a un hombre que tiene los brazos atados.
Hay cuatro soldados
para disparar.
Son cuatro soldados
callados,
que están amarrados,
lo mismo que el hombre amarrado que van
a matar.

Embajador de México en Cuba

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