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En medio de la tormenta

09 de noviembre de 2024 00:01

... Cada rincón se estremece. Como en una enorme y vieja casa de madera que cruje a cada ráfaga, los enfrentamientos, las tensiones, la impotencia ante la injusticia, en todos los niveles, dejan su huella en los rincones más profundos de las personas, los colectivos, las clases, las instituciones y las naciones, y cambian todo, radicalmente. La Gaza ensangrentada, cada día que continúa, hace más profunda y duradera la opción de la violencia extrema. Y por todos lados se replica. En consecuencia, ya Líbano e Irán están involucrados en el conflicto en Medio Oriente, y la crisis de Ucrania ha colocado ya en la puerta del teatro de guerra europeo al ejército norcoreano, con el apoyo de Rusia y de China. Y para mayor preocupación de Occidente, la presencia norcoreana viene después de las desdeñosas declaraciones de Trump respecto de la OTAN.

China exige la reincorporación de Taiwán, y toda esta crispación generalizada no deja de alentar la postura israelí de profundizar el conflicto. A su vez, en las elecciones estadunidenses no ganan los “buenos” y bien portados (aunque se encargaron eficientemente de alimentar con municiones el conflicto), sino el macho guerrero cuya imagen, discurso y modales mejor responde a la ansiedad estadunidense de progresiva pérdida del papel predominante en el mundo.

En lo que será una ruta de poder atrabiliario, México aparece como atravesado en medio del camino, el primer escenario en que se definirá la política y postura respecto a América Latina. El cambio en las relaciones comerciales (aranceles) y en políticas de inmigración y narcotráfico anticipan días difíciles y de agresividad desbordada que afectarían decisivamente la salud de la república y en paralelo pueden tensarse también al extremo las angustias y preocupaciones de estudiantes, maestros, mujeres, y comunidades asoladas (Chiapas, Michoacán).

En México una primera e importante baja en este conflicto que se perfila enorme es la educación. Ante esta tormenta mundial y su traducción, nuestras instituciones y ciudades aparecen como desadaptadas porque nuestra concepción como sociedad y como Estado sobre qué es y que debe hacer el proceso educativo nacional desde hace años ha estado ya desde antes desadaptado, queda ahora lastimosamente atrás, si no es que fundamentalmente extraviado. México vivirá su tormenta particular enmarcada y determinada por las de dimensión mundial, pero con sus aspectos muy propios. En ella destacan el tema del cambio fundamental –para muchos aún caótico e indescifrable– que ocurre en 2018. Ahí se resolvió masivamente la tensión que se venía incrementando desde Fox y hasta y que culminó con Peña Nieto.

Sin embargo, a pesar de que la educación y sus actores –maestros y también estudiantes– tuvieron un dinámico e importante papel, la enseñanza no fue la de las esperanzas de amplio horizonte de creación de comunidades, organizaciones y actores de 2018, sino la que la alianza conservadora con el PAN generó a nivel básico y superior. Y entonces prevaleció la vieja concepción de que la formación consiste en absorber listados enormes de contenidos-“aprendizajes”.

Empobreció, entonces, enormemente la visión de las y los jóvenes, y hoy el extravío de nuestra educación significa un fuerte golpe para las y los niños y jóvenes mexicanos. Los ha despojado de explorar potencialidades inauditas, porque no pocos llegan al bachillerato o universidad desprovistos de una visión, así sea rudimentaria, que les permita hacer uso del conocimiento que rescata. No pocos están ciertos de que el mundo y sus problemáticas –que los tocan directamente– son sólo resultado de la acción de personas “buenas” o “malas”.

No han participado en el descubrimiento de visiones más amplias sobre el poder y sus múltiples dispositivos, sobre los caminos de recuperación de su propia identidad y de sus acciones y su política en un mundo y país difíciles. Quedan entonces en la incomprensión o en las concepciones superficiales que contribuyen a la depresión y la angustia. Las autoridades escolares y universitaria perciben que hay ahí algo profundo y oscuro, pero en la mentalidad burocrática tarde o temprano caen –desesperados y también sin visión– en el énfasis disciplinario.

Ante los movimientos de estudiantes, el primer interés es desactivarlos y reducirlos a sus términos burocráticos que matan el sentido profundo de la protesta. La Anuies, por ejemplo, pasa rápido de la intención de “proteger” a los alumnos, a la de reprimirlos, pues se consideran “incidentes violentos” en las universidades las “marchas, protestas, mítines” y las faltas de “disciplina”, que no pocas veces son manifestaciones del hartazgo con situaciones atribuibles a la misma autoridad.

Se trata de ofrecer la oportunidad a las y los jóvenes de obtener una visión e instrumentos para trabajar por el país y las comunidades que –pese a Trump– son la más importante resistencia.

*UAM-X



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