El 11 de octubre hablé sobre la importancia de la dignificación de la policía, no sólo en nuestro país, sino, prioritariamente, en toda América Latina, ya que desde hace varias décadas y producto de la creciente corrupción y la manera que en ésta ha permeado y lacerado las instituciones, un amplio porcentaje de la población no confía en los cuerpos de seguridad.
Pero, además de la corrupción y la constante falta de atención oportuna ante las emergencias, situaciones que de por sí ya son elementos suficientes para alarmarse; hoy quisiera abordar otro elemento al que como ciudadanos deberíamos prestar un poco más de atención: la escasa capacitación y la forma en que ésta a su vez genera un ciclo vicioso donde los salarios deficientes (sin afán de justificar) también se convierten en una puerta de acceso para aceptar usualmente sobornos y pagos ilícitos, lo que sin duda es una de las situaciones que han contribuido a que la inseguridad aumente y se aprecie como una ola casi imparable.
De acuerdo con una investigación de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito denominada Profesionalización policial en México: realidades, posibilidades y prioridades, se menciona que es frecuente encontrar obligaciones legales que se incumplen en el proceso de ingreso a las instituciones de seguridad pública, ya sea por omisión, por imposibilidad o por carecer de instrumentos, mecanismos o procedimientos específicos para ello y del total de los policías del país, 18.7 por ciento no presentaron exámenes de control y confianza (mismo que considero debe ser replanteado), 17.3 por ciento no aplicaron examen de ingreso y 13 por ciento no realizaron la entrevista presencial.
Desafortunadamente, los datos podrían ser considerados preocupantes, pues en información presentada por el estudio Índice de transparencia policial, presentado por la organización ciudadana Causa Común, el cual realiza la evaluación para cada uno de los estados respecto de su cumplimiento de la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública (LGSNSP), considerando el promedio de cada uno de los ejes: carrera policial, profesionalización, régimen disciplinario, certificación y seguridad social; ninguna de las entidades en el país cumple con los estándares mínimos, lo que pone de manifiesto las deficiencias en materia de desarrollo policial y la necesidad de implementar medidas urgentes para mejorar la situación.
Ese análisis menciona que el eje con menor cumplimiento es el de certificación, seguido por seguridad social, carrera policial, régimen disciplinario y profesionalización; esta situación indica que muchas de estas instituciones no cuentan con los estándares mínimos de calidad y eficiencia exigidos por la ley.
A lo anterior es necesario sumar que uno de los elementos más importantes para la profesionalización son las academias de policías, de las cuales, de acuerdo con el índice, sólo 12 entidades cuentan con academias equipadas con estand de tiro, pista de manejo, casa táctica, aulas, auditorio, salas de cómputo, dormitorios, comedor, servicio médico, gimnasio y pista del infante. Esto significa que menos de la mitad de los policías en México se pueden capacitar de manera integral en sus corporaciones.
Además, como mencioné en el texto pasado, en muchas entidades ni siquiera se les brinda el equipo necesario. El documento en cuestión afirma que en 17 corporaciones no se les brinda transporte a prueba de balas, chaleco antibalas, escudos y cascos a sus elementos. ¿Cómo solicitar que trabajen sin alicientes adecuados, con escasa capacitación o con casi nulas herramientas? ¿Cómo exigirles que salgan a las calles y se enfrenten a peligros sin siquiera los elementos mínimos cuando los delincuentes cuentan con mejor armamento? ¿De qué forma podríamos pedirles que arriesguen la vida si no se tiene un esquema de seguros de vida y de protección y desarrollo para sus familias?
Se debe reconocer que una estructura clara de crecimiento y desarrollo profesional es esencial para que la meritocracia, la capacitación y el desarrollo de habilidades específicas se conviertan en puntos medulares, no sólo para las instituciones policiales, sino para la sociedad. Además, al tener elementos cualificados, la confianza y la eficiencia serán puntos de partida para que los salarios se incrementen y se pase de un círculo vicioso a uno virtuoso, ya que el compromiso, la integridad y la responsabilidad aumentarán en los elementos de seguridad lo que reducirá la corrupción.
Los policías son la primera línea de defensa de la sociedad, son a quienes acudimos en medio de un altercado, ante un asalto o frente a una amenaza y su desempeño probablemente sea uno de los factores que más impactan en la percepción de ineficiencia e inseguridad, por lo que un amplio desarrollo e inversión en la profesionalización les brindaría las herramientas adecuadas para hacer frente a los riesgos y amenazas y sobre todo para brindar una imagen de confianza y eficiencia a la población.
Lo he mencionado en diversas ocasiones: el alza en la incidencia de delitos se debe a múltiples factores, pero no tienen que ser vistos en unidad, sino como un complejo tejido que debe irse articulando pieza por pieza, porque sólo así podremos empezar a hacer frente a la problemática que nos aqueja. Estoy convencido de que la formación y capacitación son parte de los componentes imprescindibles, no olvidemos la frase del autor, empresario y orador, Jim Rohn: “La capacitación es el puente que te lleva de donde estás a donde quieres estar”.
*Consultor en temas de seguridad, inteligencia, educación, religión, justicia y política