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Inicio de la presidencia de Madero

06 de noviembre de 2024 00:02

El 6 de noviembre de 1911, Francisco I. Madero tomó posesión como presidente de la República. Ese día comenzó el primer gobierno democrático del siglo XX mexicano. Madero había arrasado en la elección presidencial, con más de 99 por ciento de los votos. Era el líder de una revolución popular triunfante que en seis meses había terminado con la dictadura de Porfirio Díaz. El país veía con esperanza a un gobierno que resolvería los problemas que afectaban a la mayoría de la sociedad, sumida en la pobreza, la marginación y la falta de libertades.

Ese día después de rendir protesta como presidente, Madero expresó: “Mi gobierno principia bajo augurios favorables, pues el pueblo mexicano ha dado pruebas de su gran capacidad para ejercer sus derechos políticos y gobernarse por sí mismo. La casi unidad de votos con que me ha honrado ese mismo pueblo para el alto puesto de presidente de la República me hace concebir la esperanza de que para llevar a cabo la ardua tarea que me ha sido confiada, contaré con la energía de todos los buenos mexicanos… Esta circunstancia me permitirá gobernar sin ningún género de compromisos y atento única y exclusivamente a vigilar que la voluntad del pueblo se respete y procurar la prosperidad y el engrandecimiento de nuestra patria”.

El gobierno de Madero respetó a los poderes Legislativo y Judicial, a los gobiernos estatales y municipales. Permitió una absoluta libertad de expresión. No podía traicionar sus principios, a pesar de que el Congreso federal era totalmente porfirista y que los periódicos y revistas, casi todos, eran contrarios a su causa. Estaba convencido de que había llegado la hora de instaurar la democracia, de que el pueblo podría elegir libremente a sus gobernantes y que éstos se encargarían de hacer las reformas que el país necesitaba para desarrollarse y resolver las demandas agrarias, laborales y educativas de la mayoría de la población.

Madero atendería esas demandas, buscando resolverlas dentro de la ley y las instituciones. Su responsabilidad era garantizar elecciones libres y equitativas. El pueblo elegiría a los diputados y senadores federales, a los gobernadores y diputados de los estados y a los magistrados. Madero respetaría a esas autoridades y se coordinaría con ellas. Enviaría al Congreso las reformas que considerara necesarias, buscaría convencer a los legisladores y respetaría la decisión de ese poder soberano. No iría más allá de las facultades que le permitía la Constitución.

El gobierno de Madero fue ejemplo de democracia, libertad y respeto a la ley. Los trabajadores aprovecharon esa libertad para organizarse y luchar por sus demandas. Hubo gran efervescencia y movilización obrera. Estallaron muchas huelgas, la más grande, de los trabajadores textiles. Madero apoyó sus demandas. Los campesinos se movilizaron por tierras y comenzó a discutirse una ley agraria. Fue un gobierno en favor del pueblo, inspirado en ideales humanistas, en la legalidad y en las instituciones. No reprimió, no censuró, respetó el voto popular, creó instituciones, como el Departamento del Trabajo.

Sin embargo, desde los primeros días constató que su gobierno enfrentaría múltiples resistencias. Las clases dominantes, los grandes empresarios, hacendados, comerciantes, profesionistas exitosos, los dueños de la prensa temían que sus intereses y privilegios fueran afectados y que la etapa dorada de la que habían gozado con Díaz llegara a su fin. Los altos mandos el Ejército, humillados y ofendidos, no confiaban en el nuevo presidente, al que consideraban una traidor a su clase y un peligro para sus intereses como casta militar. Sufrió una brutal embestida de la prensa.

A Madero no lo dejaron gobernar. En los escasos 15 meses que duró su gobierno estallaron cuatro rebeliones. Emiliano Zapata y Pascual Orozco se rebelaron por considerar que Madero no resolvía con prontitud las demandas agrarias y laborales. Madero pudo derrotar la rebelión de Orozco, pero no la de Zapata. Las otras dos fueron rebeliones en el Ejército, encabezadas por Bernardo Reyes y Félix Díaz, levantamientos fácilmente derrotados.

Una quinta rebelión estalló el 9 de febrero de 1913, un alzamiento apoyado por mandos del Ejército, por los grupos conservadores y la jerarquía católica. Madero fue obligado a renunciar por la traición de Victoriano Huerta, quien ordenó asesinarlo. Terminó así el experimento democrático maderista, cuyo sueño, de hacer de México un país democrático, tardó muchas décadas en cumplirse.

La democracia mexicana debe mucho a Madero. Fue el primero en crear un partido político moderno, con base en principios y una estructura nacional de clubes democráticos. Él hizo la primera campaña política moderna, reco rriendo buena parte del país con su credo democrático. Defendió por primera vez el voto y denuncio el fraude electoral de Díaz. Cuando se le cerraron las vías legales, llamó a la insurrección. Fue una gran rebelión que terminó con el Estado oligárquico, con su ejército, con su Constitución, y que sembró la semilla del Estado social que surgió de la Revolución. Madero es, con justicia, el padre de la democracia mexicana.

*Director general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México



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