Enfrentar un dilema ya es de suyo una situación no grata. Dilema se define como la circunstancia en la que uno se ve obligado a escoger entre dos opciones, consideradas ambas, igualmente buenas o malas. A este difícil trance al que, desgraciadamente nos enfrentamos frecuentemente en la vida, le he agregado un segundo piso: el trilema.
El término no existe en nuestro vocabulario, pero lo propongo por ser más expresivo e incluyente. Las personas nos topamos a diario en la casa, la calle, el transporte o la verdulería con mil encrucijadas de todos temas y tamaños y, lo más frecuente, es que la elección que debemos realizar no se concrete a dos opciones, sino a diversas, varias más, cuyas características específicas son, la mayoría de las veces, del todo incompatibles de ayuntar. Pues todo este largo exordio para confesarles que estoy en un lío, pues me enfrento al fenómeno que describo y del que me está siendo muy difícil escapar.
Mi intención para hoy era referirme a un ilustre mexicano de nuestros días (y de muchos otros que más valdría no recordar). Nuestro sujeto de análisis está en edad madura pero, para poder tener una aprehensión más cierta de él, es necesario conocer las otras personalidades que ha desarrollado a lo largo de su existencia, y que han contribuido a la presente estructura y fachada que ostenta en el actual momento, don Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. Como ustedes saben, el señor Calderón Hinojosa, tras haber ocupado diversos e importantes encargos tanto en la organización partidaria a la que estaba afiliado, como en la política y la administración pública nacionales, ocupó (la palabra correcta es detentó
) el máximo honor al que se puede aspirar en nuestro país: ser Presidente de los Estados Unidos Mexicanos (haiga sido como haiga sido
).
De los primeros años del susodicho no es fácil hablar, en todo caso se puede uno formar una idea, registrando variadas versiones, como decir que era conflictivo, berrinchudo, pero medio pazguato ( nerd, se dice ahora), y que sus relaciones se basaban más en quejumbres y chismecitos que en sinceras camaraderías de pubertos que, salvo algún malhadado desencuentro en la adolescencia o la edad adulta, se continúan por siempre, hasta que a alguno de los compinches (de esos siempre adelantados) se le ocurría hacer mutis en forma definitiva. Ciertamente, hay comentarios de panistas cercanos a don Luis Calderón que recuerdan el humor veleidoso del pequeño Felipe, que se acentuó cuando ¡quién lo creyera!, el matrimonio Hinojosa/Calderón se deshizo y la relación padre e hijo se convirtió en un iglú que haría ver al del Titanic, como hielo de un pálido jaibol
, como solía decir el inolvidable Pepe Alvarado. Ya más adelante recogeremos algunas opiniones al respecto de las relaciones entre los dos Calderón: don Luis Calderón Vega (desde muy joven apodado el Pildo) y Felipe Calderón, quien se auto rebautizó (por algo sería) El hijo desobediente. (El compositor de la canción que lleva este título es Víctor Cordero Aurrecochea, a quien el actual Felipe no le pagó derechos autorales para adjudicárselo a su libro.
Del problema familiar que ocasionó la separación de los cónyuges Calderón Hinojosa, la columneta, cuál debe ser, se mantiene totalmente distante y anotará sólo aquellos datos del indiciado que permitan mayor certidumbre, a fin de presentar los trazos más objetivos de su personalidad y comportamiento. Por supuesto, son consideradas fuentes informativas las declaraciones a los medios, entrevistas, participación en mesas de discusión y debates, voluntarias intervenciones en las redes sociales y, por supuesto, también las opiniones correctivas, inconformes y, no se diga, las colaboracionistas de panistas libres de toda sospecha
.
Estoy en deuda con los miembros de la multitud a quienes no he podido contestar sus correos personalmente. De manera singular a Carlos Hidalgo, quien me agradece haber recordado a su padre, fallecido hace 30 años.