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Sin pruebas, sólo con un testimonio de palabra, resultó sentenciada

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Alondra contó que su pareja, Carlos Andrés, la llevaba todos los días a cenar, le daba dinero y cosas; luego supo que eran objetos robados. Foto La Jornada
03 de noviembre de 2024 09:26

Estar en el lugar y la hora equivocada provocó que Alondra Lizeth Martínez Rodríguez, de 19 años, fuera sentenciada a 12 años de cárcel por el robo de una camioneta Chevrolet Silverado 2010, propiedad de Guadalupe Soto Zarco, finalmente recuperada a las tres horas del hurto.

En el caso de Alondra, madre soltera de dos niños de dos y cinco años y en situación de pobreza con baja escolaridad, se conjuga la discriminación por razón de género, frente al proceder implacable de la Fiscalía de Michoacán, a cargo de Adrián López Solís, fabricó su carpeta y de la jueza que la sentenció sin prueba alguna.

Alondra lleva cinco años en el Centro Penitenciario Licenciado Eduardo Ruiz, de Uruapan, Michoacán, con la causa penal 00099/2019. El abogado de oficio le pidió que se acogiera al artículo 20 de la Constitución y que no declarara en su juicio lleno de irregularidades: Tú, quédate callada; yo sabré cómo defenderte, le indicó.

Aquel 23 de julio de 2019, Alondra acudió con su entonces pareja, Carlos Andrés García García, a recoger una moto para venderla: “En el camino, mi pareja se encontró con dos amigos que iban en una camioneta Chevrolet Silverado gris con placas MU3281L, se bajaron y se suben con nosotros. Carlos Andrés me dice entonces: ‘Tú no vayas a decir nada, nos robamos esa camioneta’. En realidad, los venían persiguiendo. Y en ese momento llegó la policía”.

“¿Quién de ustedes trae la llave de la camioneta robada? –dijo el policía y añadió–: Si me la entregan, se pueden ir. Y uno de los muchachos entregó la llave, pero el policía no cumplió, luego nos subieron a una camioneta de la policía municipal. Yo me agarré llorando”, cuenta Alondra desde la cárcel, en entrevista con La Jornada.

Pobreza y discriminación

Desde que fue madre en su adolescencia, la vida le cambió. El padre de los niños desapareció y Alondra se hizo cargo completamente de su manutención. Aprendió la manicura y a poner uñas en su casa.

Luego conoció a Maximino Calderón Ponce, propietario de un gimnasio donde trabajaba de secretaria: Yo estaba muy deprimida, él era la persona que me ayudaba en todo, me pagaba la renta. Me ayudaba a mantener a mis hijos, independientemente de que no eran de él, los quería y los cuidaba. Pero lo asesinaron.

Poco tiempo después, conoció a Carlos Andrés García García, a través de Facebook: Me llevaba todos los días de cenar, me fue conquistando, hasta que un día me dijo que si lo dejaba dormir en mi casa y así empecé una relación con él. A los tres meses, nos cambiamos a otro domicilio. Me llevaba dinero, cosas de comer de repente (como muchos quesos). Luego supe que eran cosas robadas.

Añade: De principio era puro amor, pero ya después que llevaba ocho meses con él, me maltrataba, me hablaba con groserías, me dejaba encerrada con mis niños sin comer y sin agua. Tardaba días en volver.

Cuenta que el 23 de julio de 2019, llegó a las seis de la mañana: Ya tenía días sin venir y me dejó encerrada. Yo le dije que ya me iba a ir a vivir con mi mamá. Yo no soy un juego y menos mis hijos. Pero él me prometió que iba vender su moto y que de eso me iba a dar 2 mil pesos. Yo pensé que con ese dinero era suficiente para salirme de esa casa.

Y así, fueron en su camioneta Dodge Nitro a buscar la moto y se encontraron con los otros dos jóvenes que participaron en el robo: En ese momento, llegó Guadalupe Soto Zarco en un taxi, diciendo que era la dueña de la camioneta que habían abandonado los muchachos y que su camioneta traía GPS. El robo fue a las seis de la mañana cuando la víctima y su esposo, Juan Manuel Chávez Ramírez, salían de un antro, pero a las 8:30 recuperaron su camioneta en el municipio de Los Reyes.

Juicio tortuoso

Ese mismo día, Alondra fue detenida con su pareja y los otros dos jóvenes. Ahí empezó un viacrucis a consecuencia de la pandemia de covid: Todo se paralizó. Duré dos años sin audiencias. Luego cuando terminó la pandemia, me daban fecha y el mero día me la cancelaban para reprogramarla en seis meses y así pase otros dos años más.

Finalmente, en la audiencia intermedia, su ex pareja declaró que no tuvo nada que ver en el robo: Declaró que él encañonó a la señora y que yo ni siquiera me encontraba en ese lugar. Y los otros dos hicieron la misma declaración.

Sin embargo, dice que la ministerio público, preparó a la víctima del robo, quien primero admitió que Alondra no estaba cuando sucedieron los hechos: La señora dijo que ella me reconoció como parte del robo, pero es mentira, yo estaba encerrada con mis hijos, verdad de Dios. Los de la fiscalía prepararon a la señora para que dijera que me vio en el robo aunque yo no parti-cipé. Dijo que yo tenía un tatuaje en la mano, yo ni tengo tatuajes. Y declaró que vio cómo yo traía la llave de la camioneta en mi chamarra, pero esa chamarra ni bolsas tiene.

La MP tampoco solicitó un obligado peritaje de huellas en el vehícu-lo: Me fabricaron la carpeta. La ministerio público, muy mentirosa, dijo que yo traía las llaves, a pesar de que el policía vio cómo fue el otro muchacho quien las entregó. La MP tampoco hizo ningún peritaje sobre las huellas en la camioneta, ni en las llaves. Fueron puros dichos y suposiciones de la MP.

El abogado de oficio le propuso separar su caso de los otros tres jóvenes: Finalmente se celebró el juicio por videoconferencia y yo estaba segura de que me iba a ir porque no tenían ninguna prueba en mi contra. Pero me tocó Yuritzi Sánchez Ramírez, una jueza muy dura, y ella me sentenció por complicidad, aunque argumentamos que yo era mujer y madre soltera, pero ella dijo que hombre y mujer eran lo mismo. Me quería dar 14 años, pero al final me dio 12 años de condena.

Añade: Cuando me permitió hablar, le dije que yo no había participado en ese robo, que no había ninguna prueba y que incluso los que sí participaron dijeron que yo no estaba ahí. Ella ordenó un receso de una hora. Pensé que iba a salir de prisión, pero cuando volvió, dijo que me sentenciaba a 14 años y a los seis días me dio el fallo por escrito y lo dejó en 12. Me agarré llore y llore.

Violencia institucional

La mayor preocupación de Alondra son sus hijos y las precarias condiciones de su crianza, ya que su cuidado quedó a cargo de la abuela que actualmente padece lupus y fibromialgia: Cuando a mi mamá la llevan a urgencias, porque se pone muy mal, a mis hijos los cuida mi abuelita que también está enferma y vive en la siguiente cuadra. En términos legales, Alondra ha quedado abandonada, ya que los abogados de oficio jamás la atendieron y el abogado particular Luis Manzo Macías hace unos meses dejó de hablar con ella.

Mi licenciado ya no me contesta las llamadas. Pidió papeles, porque iba a meter una medida cautelar para que me dejaran salir antes de tiempo por la enfermedad de mi mamá porque ella también es madre soltera como yo, y el único sustento de mis hijos soy yo.

Continúa Alondra Lizeth: El licenciado me pidió comprobantes de domicilio, actas de nacimiento de mi mamá, mis hijos y mi abuelita. Luego me pidió 5 mil pesos sólo por leer mi expediente. Yo aquí se los junté de lo que trabajo en el penal; se los di en dos pagos porque la verdad aquí está difícil, incluso le di 500 pesos más por la tardanza. Me prometió que en esa semana después de pagarle me iban a notificar que él era mi defensor particular, pero es fecha que no me han notificado.

Los otros tres jóvenes que robaron la camioneta, decidieron irse con el juicio abreviado y declararse culpables: Hace un año, uno de ellos ya salió libre. Mi ex pareja aún no sale por mal comportamiento, ni el otro muchacho.

Agrega Alondra: Yo no quise agarrar el juicio abreviado porque no quería aceptar la culpa. Yo no hice nada. Un magistrado que vio mi caso estaba pidiendo mi libertad, dijo que era una gran injusticia. No me piden reparación del daño porque la camioneta la recuperaron a las tres horas. Pero no me aceptaron la apelación de la sentencia, no sé por qué. Y me dieron la oportunidad de volver a apelar, pero la segunda ya no la metió el licenciado, me abandonó.

Impotencia y tristeza

En el juicio del sistema de justicia penal acusatorio oral, la jueza Yuritzi Sánchez Ramírez expuso por escrito su criterio: Este tribunal consideró que Alondra, no obstante su juventud, estaba en aptitudes de optar por un comportamiento diverso de respeto a la norma, porque es conocimiento común que robar está prohibido por la ley. Lo anterior se concluyó aun cuando se desconoce su grado escolar y su nivel cultural, pero sí puede determinarse que al menos estaba en condiciones de discernir entre lo bueno y lo malo, y en este caso optó conscientemente por robar.

Los días para Alondra pasan lentamente en la cárcel. Ahora ha retomado sus estudios y cursa la preparatoria a sus 26 años.

Llora desconsoladamente cuando ve que otras personas obtienen su libertad, incluso siendo culpables: Me da mucha impotencia ver que otras personas salen libres, y yo que soy inocente sigo aquí, sin esperanza porque soy pobre, me siento abandonada por este sistema de injusticia. Me duele mucho estar aquí.

En retrospectiva piensa en el giro que dio su vida: Yo me independicé a los 16 años, era muy rebelde y no le hacía caso a mi mamá. Me salí de mi casa muy pronto. Aquí en la cárcel he aprendido a valorar a mi mamá, a mi familia y a entender que el dinero fácil, fácil se va. Estoy aquí por confiar en la persona menos indicada.



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