Beirut. Encaramada en la cima de una colina a pocos pasos de la frontera con Israel, la pequeña aldea de Ramyah, en el sur del Líbano, fue casi borrada del mapa.
Los aviones de guerra y las fuerzas terrestres israelíes dejaron un rastro de destrucción en el sur del Líbano el mes pasado, el objetivo, aseguró Israel, es debilitar al grupo extremista Hezbollah, alejarlo de la frontera y poner fin a más de un año de fuego del partido-milicia en el norte de Israel.
Incluso las fuerzas de paz de la Organización de las Naciones Unidas y las tropas libanesas en el sur reciben ataques de las tropas israelíes, lo que plantea dudas sobre si pueden permanecer en el lugar.
El ejército israelí indicó que el bombardeo es necesario para destruir los túneles de Hezbollah y otras infraestructuras que, afirmó, el grupo se encuentra en las ciudades, pero las explosiones también arrasaron con casas, vecindarios y, a veces, aldeas enteras.
Israel dice que su objetivo es hacer retroceder a Hezbollah lo suficiente para que sus ciudadanos puedan regresar con seguridad a sus hogares en el norte, pero los funcionarios israelíes reconocen que no tienen un plan concreto para garantizar que Hezbollah se mantenga fuera de la frontera a largo plazo. Ese es un objetivo clave en los intentos de Estados Unidos de negociar un alto al fuego.
Orna Mizrahi, investigadora sénior del Institute for National Security Studies (Instituto de Estudios de Seguridad Nacional), de Israel, explicó que el propósito israelí inmediato no es crear una zona de contención pero que eso podría cambiar.
“Tal vez no tengamos otra opción (más) que quedarnos allí hasta que tengamos un acuerdo que nos prometa que Hezbollah no volverá a la zona”, agregó.
Con imágenes satelitales proporcionadas por la empresa Planet Labs PBC, la agencia informativa Ap identificó una línea de 11 aldeas —todas a 6.5 kilómetros de la frontera de Líbano con Israel— que fueron severamente dañadas en el último mes, ya sea por bombardeos o por detonaciones de explosivos colocados por soldados israelíes
Por su parte, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) alertó que más de 400 mil niños fueron desplazados y viven ahora en condiciones insalubres; una de ellas es Asia, de 7 años, que cuenta que añora una vida sin guerra y comer pollo. La destrucción en Líbano supera ya a la última guerra de 2006 con Israel, aseguró la organización internacional.
Ghofran, de 10 años, es otra de las pequeñas que abandonó su hogar. Sin dinero, ella y su familia tienen que vivir en una tienda y su madre hace todo lo posible para cuidar de ella y sus hermanos, aunque reconoce que las circunstancias lo hacen muy difícil.
“Vivíamos en el sur, pero huimos cuando bombardearon nuestra zona. Más tarde, volvimos a escuchar el sonido de los aviones, y todos mis hermanos comenzaron a llorar”, relató esta menor.
Como respuesta inmediata a esta nueva ola de desplazados, la Unicef apoya a aproximadamente 240 refugios colectivos que acogen a cerca de 60 mil personas.