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Economía moral

01 de noviembre de 2024 09:34
Según György Márkus (GM), el entendimiento de los países socialistas de Europa Oriental (PSEO) como realizaciones extremas de la tendencia hacia la concentración y centralización del capital es la 2ª opción teórica para su conceptualización en el marxismo ortodoxo. GM las llama teorías del capitalismo de Estado (TCE). Esta concepción era dominante en 1983 (cuando escribe Márkus) entre varios grupos de la Nueva Izquierda. Las TCE consideran a los PSEO como formaciones sociales antagónicas –en las que domina la burocracia– como culminación de tendencias inherentes en el desarrollo del capitalismo. El Estado desempeña el rol de capitalista colectivo al ser el propietario de los medios de producción y la situación de los trabajadores era similar a la que tienen en el capitalismo: sólo que en ellas el conflicto de clase es entre administradores y operadores. Aunque las TCE representan una crítica radical de los PSEO, no tienen ninguna explicación razonable del por qué estos se autoconsideran anticapitalistas en la teoría y en la práctica, en oposición con el sistema capitalista mundial. La TCE opera con una definición muy vaga de capitalismo (producción por la producción misma o dominio de la racionalidad instrumental) que le quita todo significado. Dice GM: ¿En qué sentido pueden llamarse capitalistas sociedades sin propiedad privada de los medios de producción, con una fuerte reducción de los mecanismos de mercado, sin separación entre economía y Estado, y que tienden a abolir la separación entre la esfera público-política y la sociedad civil? Sólo hay una respuesta a esta pregunta que pueda considerarse seriamente: la que apunta a tendencias similares en el desarrollo moderno del capitalismo, pero según GM esta similitud de tendencias no parece suficiente para establecer tal identidad. GM añade que la diferencia entre Oriente y Occidente no es de grado; son diferentes tipos de sociedades, con diferentes modos de producción. Es una paradoja que quienes mantienen que los PSEO representan el más alto grado de desarrollo de tendencias inmanentes del capitalismo al mismo tiempo afirman que estas economías son estructuralmente incapaces de resolver el problema de conducir la producción para enfrentar la demanda solvente como lo hacían ya los antiguos fenicios. GM ve esto como un problema de irracionalidad: como la incapacidad de los PSEO de satisfacer de manera eficiente y coherente los requerimientos de su propio principio de reproducción: la lógica del capital. Las TCE enfrentadas ante este problema no buscan otro principio de reproducción social (otra lógica de desarrollo, cuya función-objetivo se realice mediante la reproducción de las relaciones sociales), lo que sería equivalente al reconocimiento que estas sociedades no son para nada capitalistas; en vez de esto, consideran esta formación socioeconómica como una forma de capitalismo que en la práctica funciona de la manera más inefectiva e irracional. La función-objetivo de la racionalidad económica capitalista puede ser formulada como la maximización del cociente producto/insumo, lo que requiere que todos los elementos sean comparables vía su expresión monetaria. En el capitalismo este principio se realiza haciendo de la maximización de la ganancia el principio subyacente de conducta económica. Sólo cuando los medios de producción monopolizados funcionan como fuentes de ganancia constituyen capital: como valor que genera más valor. Es concebible un sistema económico que extiende el principio de maximización de ganancias a la economía en su totalidad, pero ahora expresado como rentabilidad social.

Pero las economías de los PSEO no son capitalismo de Estado (CE). La asignación de recursos productivos no está determinada por el objetivo de maximizar el cociente producto/insumo. La lógica objetiva del sistema no funciona así y no puede verse esto como un problema de mal funcionamiento. “Si bien es verdad que la rigidez, conservatismo e irresponsabilidad institucionalizada caracteriza a las grandes burocracias y lleva a la adopción frecuente de decisiones económicas erróneas, la irracionalidad aquí discutida no puede explicarse sólo en estos términos. Un sistema de precios fijos (divorciados de la relación entre oferta y demanda) no permite distinguir en muchos casos entre buenas y malas decisiones, puesto que no hay manera de establecer costos económicos reales. Como ejemplo de esto, GM se refiere a la disputa no resuelta entre economistas en Hungría de si las exportaciones agrícolas son realmente rentables a escala nacional o si están subsidiadas y arruinarán la economía. También da el ejemplo de la sistemática preferencia otorgada a la producción de bienes de producción (BP) respecto a la de bienes de consumo (BC). GM dice que nadie disputa que la tasa de rendimiento es mayor en estos últimos. Sin embargo, en los PSEO la mayor carga tributaria se aplica a los BC y, en casos de escasez de medios, el sistema siempre recorta los dirigidos a los BC. Aunque todo mundo sabe que el muy necesitado incremento de la producción agrícola se lograría a costo mínimo invirtiendo en el sector agrícola semiprivado, el aparato consistentemente prefiere invertir en el muy riesgoso subsector agrícola dominado por el Estado ( Kolhoz). Así que “no es mera propaganda oficial, sino un hecho duro, que en los PSEO el principio de rentabilidad (y de racionalidad) está subordinado a consideraciones sociales más amplias. La duda es: ¿qué tipo de consideraciones? La propaganda oficial se refiere a los principios del SCL: justicia social, preponderancia de los intereses sociales, eliminación de la explotación, etc. Para ver hasta dónde esto es cierto, GM examina como ejemplo la economía de la vivienda. La carencia de espacio adecuado de vida es una de las brechas más agudas y degradantes de los PSEO. Hay 3 maneras de reducirlas: más departamentos del Estado, la AV privada de construcción con o sin subsidio estatal y las combinaciones de ambas: las cooperativas de construcción. Construir una vivienda estatal cuesta el doble que la privada por los costos administrativos, la mala administración burocrática; la escasez de mano de obra en la construcción (provocada por el salario oficial), llevó a utilizar tecnologías más costosas. Las rentas de los departamentos estatales son insuficientes para cubrir los costos de mantenimiento. Propuestas de redireccionar las inversiones estatales han sido rechazadas por el aparato arguyendo que sólo la distribución estatal puede asegurar que en la asignación de las viviendas prevalezcan las N reales y no las desigualdades económicas existentes; la propaganda sostiene que un alto porcentaje de las nuevas construcciones son para las familias más pobres y numerosas, pero el análisis empírico en 3 PSEO demostró que son los burócratas y profesionales los que habitan en mayor medida los departamentos estatales, mientras la mayoría de los trabajadores no calificados (los peor pagados) viven en casuchas que no cumplen las reglas de construcción y, por tanto, no reciben subsidios. El costo de acceso inicial como la renta es menor para las familias más acomodadas. También se ha encontrado que los BC más subsidiados son los más consumidos por las familias de mayores ingresos. Los trabajadores de cuello blanco reciben 50% más subsidio que los de cuello azul.

(Por error, envié la semana pasada, y fue publicada el 25 de octubre, la columna ya publicada el 18 de octubre. Una disculpa a mis lectores. La de hoy es la que debí haber enviado la semana pasada).

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