A tres años de su fundación, La Clínica se ha posicionado como uno de los principales espacios en el estado de Oaxaca, que destaca por la calidad y cantidad de exposiciones, performances, muestras sonoras, residencias y talleres realizados por artistas nacionales y extranjeros, con un enfoque comprometido en múltiples causas sociales y públicas, como la defensa de las comunidades indígenas, la preservación del medio ambiente y el impulso del feminismo. “Sostener un espacio como éste es un gran sacrificio e implica un gran respeto a la vocación artística, a tu persona y a tu identidad: el quién eres.
En el terreno artístico significaba una gran responsabilidad, porque Oaxaca es una entidad que se mide en otra línea histórica en comparación con el resto del país, y es gracias a los estudios y cruces culturales que de alguna manera dan un semblante real, lejos de las apropiaciones de la industria y el pensamiento colonial”, explicó en entrevista con La Jornada su director artístico, Ramón Jiménez Cuen, conocido como Rame Cuen. Antes, este espacio era la clínica Santo Domingo de Guzmán, fundada el 27 septiembre de 1982 por un grupo de médicos, entre ellos el oncólogo y catedrático Ramón Jiménez Caballero, padre de Jiménez Cuen, quien atendió a la población de la capital y otras regiones de Oaxaca.
Esta atención terminó durante la pandemia de covid-19 por el retiro o fallecimiento de los especialistas, y recuperó el espacio con fines artísticos, en homenaje a los médicos, a su padre y a su madre, María Cuen Higuera. Pese al cambio radical, las personas, sobre todo adultos mayores, aún tocan a la puerta de la calle Macedonio Alcalá número 808, en busca de atención médica. Nada de “mira, ¡qué lindo!” Rame Cuen, miembro fundador del museo Belber Jiménez y ex director del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, cuenta con la contribución del curador Ramón Jiménez Cárdenas, su hijo, y la antropóloga Alejandra Ariel Gómez para consolidar desde la investigación y análisis cada proyecto.
La Clínica ha acogido este año Atelier: La escultura como medio de exploración, de Karian Amaya, Lorena Ancona, Paula Cortázar, Cynthia Gutiérrez y Perla Krauze, y Nunca volveré aquí, de Javier Santos; los proyectos sonoros Escuchar el tejido del tiempo, de Nahú Rodríguez, y Relojes de futuro, de Daniel Llermal, Jacobo Guerrero y Fernando Barrios, así como la exposición fotográfica Power, de Isabelle Hucht, Alexander Roschke y Jorge Sánchez di Bello, entre otros.
“Nos encanta invitar a estos agentes culturales y presentarles alguna problemática social o humana, y a partir de ello darles libertad de visión, con sus anteojos, ver lo que está pasando en Oaxaca, México o el mundo, y generar narrativa a partir de ciertos objetos creados por los mismos artistas, que pueden ser locales, de cualquier otra parte del país o, incluso, del extranjero, como América, Europa, Asia o África, y es lo que ya trabajamos”, explicó Jiménez, quien también fue alumno del fotógrafo Antonio Turok.
Precisó que “todas estas actividades tienen un enfoque bien en particular, que es un engranaje de manera social, porque todo evoluciona y cambia con rapidez. Creemos que si no engranamos de esta manera, corremos el gran riesgo de convertirnos en el vocabulario del aburguesamiento, en un comodity más de la ciudad, en el vocabulario de estos procesos de gentrificación que hacen otras propuestas”.
Al resaltar la labor curatorial, Alejandra Ariel indicó que, como antropóloga, aplica en los procesos de curaduría investigaciones que le permiten “conocer al artista más allá de la pieza”, por lo que “se visibiliza esa información para cultivar a los espectadores y no incurran en la idea de que el arte es: ‘Mira, qué lindo, voy a colgar un cuadro’. Esto nos orilla a no cerrarnos, tener apertura y seguir creando nuevas perspectivas de nuestros entornos y diálogos con otros creadores para no quedarnos encasillados”, acotó.