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Bruce Springsteen, en apoyo a Harris, en Pensilvania

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Bruce Springsteen, ayer durante su participación en el mitin de apoyo de Barack Obama a la candidatura de la actual vicepresidenta. Foto Ap
29 de octubre de 2024 07:45

Nueva York y Washington. A una semana de las elecciones los dos candidatos presidenciales continuaron proclamando que si gana el otro será el fin de Estados Unidos; Donald Trump reitera que la izquierda radical es el enemigo interno del país que, con ayuda de los inmigrantes, está destruyendo y envenenando al país, mientras Kamala Harris asegura que su contrincante es la mayor amenaza a la democracia estadunidense en la historia moderna.

La visión oscura y amenazante de Trump fue exhibida a todo color y volumen en su magno mitin en Madison Square Garden –sede que se proclama como la arena más famosa del mundo–, donde no se ocultaron los mensajes de venganza política, racismo y por supuesto el antimigrante que ha venido marcando su campaña. Los 20 mil asistentes y miles más que se quedaron afuera, alrededor de la arena, parecieron gozar y festejar la retórica que incluyó insultos a latinos, afroestadunidenses, judíos y sobre todo a los contrincantes.

Fue a veces tan extremo que la campaña de Trump intentó amortiguar los daños, sobre todo para los latinos, cuyos votos podrían ser claves, después de que el primer orador, un comediante, bromeó con que hay una isla flotante de basura en el océano, creo que se llama Puerto Rico, y otro invitado comentó que a los inmigrantes latinos “les gusta procrear… no la sacan después de meterla, igual de lo que le han hecho a este país”. Hubo referencias de codos a judíos y de avienta piedras a palestinos. Otro orador sugirió que la candidata demócrata era una prostituta manejada por sus padrotes y un amigo del ex presidente calificó a la demócrata de el anticristo. Cuando al final llegó la estrella del show, Trump se refirió de nuevo a su mensaje de que la mayor amenaza a este país es el enemigo interno –ha repetido durante esta recta final que ese enemigo es la izquierda radical encabezada, primero, por el presidente Joe Biden y ahora por la marxista, comunista, fascista Harris y su partido. Declaró en su caótico –como siempre– discurso, que su elección marcaría el día de la liberación y el fin de la invasión del país por inmigrantes.

Musk, entre los oradores

El elenco de oradores incluyó al hombre más rico del mundo, Elon Musk, quien ha invertido casi 120 millones de dólares de su fortuna personal en la campaña de Trump, y Stephen Miller, el arquitecto de las políticas antimigrantes de Trump cuando era presidente y que está diseñando lo que el magnate dice será la deportación masiva más grande de la historia si gana la elección.

Miller aseguró al público que Trump es el único que garantiza que “America es para los americanos y sólo para los americanos”.

Pero el centro del mensaje está en lo que llama la desgracia de la economía, y es ese tema –del cual también se deriva el mensaje antimigrante– que sigue explicando por qué Trump, con todo su historial, delitos y escándalos, sigue empatado con Harris. Su primera pregunta al llegar al podio fue: ¿están mejor ahora que hace cuatro años?

La vicepresidenta Harris, cuya campaña fue lanzada apenas a finales de julio (las presidenciales suelen iniciar con más de un año de antelación) después de sustituir a su jefe en la candidatura demócrata, sigue sin estar perdiendo, como era el caso con Biden, pero tampoco está ganando en una contienda en que las encuestas continúan registrando un empate técnico a nivel nacional, y aún más importante, en los cinco y siete estados considerados claves que determinarán el resultado final.

Tal vez lo más misterioso es que el mensaje económico de Trump sea tan efectivo, a pesar de que en el gobierno de Biden y Harris, Estados Unidos logró una recuperación expedita de la crisis económica provocada por la epidemia del covid, reduciendo el desempleo a sus niveles más bajos en años recientes y generando la mejor economía entre los países del mundo desarrollado, todo nutrido por programas de apoyo social e inversiones masivas en infraestructura y en promover los sectores verdes. Se decía que el estado de la economía era lo más determinante en una elección presidencial, casi garantizando el triunfo para los que están en la Casa Blanca.

Pero los demócratas no han logrado convencer a amplios sectores de que la condiciones económicas han mejorado. Ayer una encuesta de Politico/Morning Consult detectó que menos de 3 de cada 10 votantes consideran que las iniciativas y medidas económicas de Biden y Harris han mejorado sus vidas y comunidades. Aunque la inflación detonada con el crecimiento económico de la recuperación se ha logrado contener en meses recientes, Trump y sus aliados insisten en que para las mayorías todo está peor y más caro que nunca.

Aquí no gana el voto popular

Por ahora, Harris y sus representantes –al igual que Trump y los suyos– continuarán enfocándose en animar el voto de sus bases y posibles, aunque ya muy pocos, indecisos en los siete estados claves que determinarán el resultado nacional. Por la aberración de un sistema democrático sin voto directo para presidente, y donde el ganador se determina por el llamado colegio electoral (los delegados son otorgados por quien gane cada estado) y no el voto popular, una elección nacional se reduce a unos cuantos estados que no están ya en la columna de uno u otro partido. En la recta final de esta última semana y la que falta, casi todos los actos de campaña se realizan en: Georgia, Carolina del Norte, Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Nevada y Arizona. Es posible que sólo unos cuantos miles en cada una de esas entidades decidan el resultado.

Y será en esos estados donde se esperan los mayores conflictos y disputas electorales, aunque los actos de intimidación, amenazas incluso de muerte de funcionarios y voluntarios, acusaciones de fraude y de participación de inmigrantes ilegales ya han iniciado. Las agencias de inteligencia de Estados Unidos han advertido a departamentos de policía locales y estatales que extremistas domésticos que aceptan teorías de conspiración sobre el fraude electoral promovido por sus adversarios políticos, podrían detonar actos violentos, y que podrían aterrorizar e interrumpir el voto el día de las elecciones y de ahí hasta la toma de posesión en enero. Identifican como posibles objetivos a candidatos y políticos electos, trabajadores electorales, periodistas y jueces en disputas comiciales, y que las amenazas incluyen violencia física en casillas, depósitos de votos y oficinas electorales, reportó NBC News.

Ya hay reportes de amenazas contra algunos funcionarios y al iniciar la semana las autoridades investigan un par de incidentes de quema de depósitos de boletas de voto anticipado (algunas entidades abren el proceso de votación días antes de la fecha nacional de los comicios) en Oregon y el estado de Washington.

A la vez, la elección se realiza con bajos índices de confianza. Casi la mitad (45 por ciento) de estadunidenses opinan que el sistema político no funciona en representar al pueblo; y 76 por ciento consideran que la democracia estadunidense está bajo amenaza, registró una encuesta del New York Times/Siena College emitida ayer.

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