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Cuadernos de La Habana

27 de octubre de 2024 08:44

El embajador Gilberto Bosques llegó a La Habana a buscar antecedentes de lo que estaba pasando. A entender cómo se dieron las cosas para llegar a la grave situación por la que atravesaba la isla.

Se reunió con sus primeros contactos, con diplomáticos, recuperó su relación con los intelectuales que seguía por sus publicaciones, y con las revistas culturales y académicos, que le permitieron reconstruir los antecedentes del golpe de Batista.

En las notas de mis cuadernos leo: El presidente Prío Socarrás y su gabinete, supervivientes de la generación estudiantil de 1930 y de la lucha contra Machado.

En realidad se fue desacreditando entre los intelectuales, entre la alta burguesía y los supervivientes de la antigua sociedad conservadora. El Partido Auténtico, a pesar de la atracción que tenía, había perdido su liderazgo por el gansterismo y la corrupción, tanto en el Ejecutivo como en el Legislativo.

Bosques confirmó muy pronto cómo Carlos Prío había sido uno de los líderes más reconocidos del movimiento Generación Estudiantil de 1930 en la lucha contra Machado. Era activo, atractivo, simpático y bien intencionado. Pero habían pasado muchos años desde esos días heroicos.

Prío pensó y lo dijo: crear el gobierno más honesto que es posible para un criollo.

Era un demócrata genuino que hizo todo lo que pudo por los movimientos socialdemócratas de los países cercanos, dando asilo a sus exiliados, con la idea de ayudar a Figueres en Costa Rica y frenar a Trujillo en República Dominicana. En resumen, Prío amaba la libertad, aunque no supo, no logró separar la libertad del libertinaje, como dice Hugh Thomas.

Prío nunca estuvo libre de las amenazas de la sublevación militar.

Se extendía por la isla un sentimiento de desesperanza, que por otro lado contrastaba con las pruebas de cierta prosperidad y novedades tecnológicas que aparecían en esa época: la televisión, inaugurada por Prío, empezó sus transmisiones, y todo el mundo corrió a tener un televisor y el comercio de electrodomésticos realizó grandes negocios; los bares, restaurantes y tiendas de todo tipo promovieron la fórmula de instalar televisiones marcando una época, una moda, y transmitir partidos deportivos, telenovelas, música y entretenimiento.

Los principales conspiradores de 1952 en contra del gobierno de Prío y las próximas elecciones eran oficiales del ejército. Se arriesgaban a perder todo si Batista no volvía al poder.

Los conspiradores eran en su mayoría capitanes y tenientes impacientes por ascender y, seguramente, por la motivación de acceso a los negocios y a obtener mayores ingresos.

Todo indicaba que Bosques se convenció y confirmó que Batista fue empujado a la rebelión y al cuartelazo por el respaldo de los mandos intermedios y los más jóvenes que él.

A Batista le iba peor en los pronósticos electorales, más de lo que había imaginado.

Aparecieron más y más grupos de conspiradores. Sus planes eran acabar con la corrupción del gobierno. Batista decidió, finalmente, seguir adelante, reuniendo a los grupos que habían acudido a él, y se comprometió a un plan, jugando con las debilidades de Prío.

La historia recuperada narra un episodio que ilustra la sensación de estos días. Prío dijo: me voy a ir a una de las guarniciones leales y allí empezaré la lucha.

No fue así. Prío salió de Palacio en un Buick sedán, se dirigió a Matanzas con su primer ministro y disfrazaron su paso por la guardia militar al tomar la carretera.

Al llegar a Matanzas, el regimiento ya se había pasado al lado de Batista.

Se dirigieron entonces a Camagüey, pero se enteraron de que el cuartel estaba en poder de leales a Batista.

Le ofrecieron volar a Santiago, pero Prío decidió regresa a La Habana.

Ese Buick sedán dio la vuelta y el Presidente y su primer ministro se dirigieron a la embajada de México, y se encontraron ahí, para su sorpresa, a un grupo de refugiados ilustres: al ministro de Relaciones Exteriores, Aureliano Sánchez Arango; al ministro del Interior y jefe de la Policía, así como a otros funcionarios de su gobierno.

Así terminó la administración y la saga de Carlos Prío, presidente constitucional.

La Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC) convocó a una huelga general. Los militares permanecían custodiando que no se abrieran bancos, oficinas o dependencias gubernamentales. No se repartieron los periódicos, las oficinas de los partidos Ortodoxo y Auténtico, los dos grandes contendientes, permanecieron cerradas.

Sólo quedaba como posible núcleo de oposición la universidad, pero nunca llegaron las armas prometidas por la oferta presidencial.

Al mediodía del 10 de marzo de 1952, la radio anunció la composición de un nuevo gobierno, con los amigos de Batista en los puestos claves.

Ese día por la tarde, el líder de la CTC después de recibir la promesa de Batista de respetar los acuerdos laborales y asegurar lo mismo a otros líderes sindicales, se asumió como representante de los voceros de Batista y llamó a la embajada de México buscando hablar con Prío para enterarse si ya había abandonado la lucha. Estaba totalmente claro que así era: nada más qué hacer. Prío se marchó en avión a México el 13 de marzo con un salvoconducto.

El embajador de México era Benito Coquet Lagunes, quien aseguró la protección necesaria a todos los refugiados.

En los archivos de las personas asiladas en la embajada de México, desde el 10 de marzo de 1952, aparecen en primer lugar: el doctor Carlos Prío Socarrás, presidente de la República; el ministro de Defensa; el canciller; el ministro de Gobernación, y el fiscal de la República.

Todos esos papeles fueron estudiados por el embajador Bosques a su llegada a La Habana. Eran los antecedentes necesarios para conocer la nueva realidad de Cuba.

Adentrarse en un nuevo torbellino.

En la radio se escuchaba al gran Carlos Puebla interpretar:

“Los caminos de mi Cuba,
nunca van a donde deben.”

Embajador de México en Cuba

 
 

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