En el frente medioriental el bombardeo barbárico (ya es pleonasmo) de Israel contra los edificios de lo que queda de las finanzas del Líbano en Beirut –que el gobierno de Netanyahu atribuye a Hezbollah contener depósitos en sus sótanos por 100 millones de dólares (que es nada)– es un mensaje de la anglósfera contra las veleidades de la desdolarización, que han ralentizado India y Rusia, a diferencia de la premura de China que desea posicionar su petroyuan para sustituir al petrodólar.
Los chinos denominan los Cinco Ojos
a EU/Gran Bretaña/Canadá/Australia/Nueva Zelanda)”, más, a mi juicio, Israel, lo que llevaría a seis (sic) ojos
de facto.
me encuentro en Kazán en representación de La Jornada y Radar Geopolítico (https://bit.ly/3BSIFox) desde la sala internacional Expo contigua al aeropuerto, donde nos ha tocado contemplar en sus pantallas las reuniones del energético (en doble sentido)
Putin, anfitrión de gala, con varios mandatarios de primer nivel, cuando se ha anunciado que sostendrá 17 (¡megasic!) reuniones bilaterales con sus homólogos, entre ellos Modi, de India –país de óptimas relaciones con Rusia desde antaño–, y el mandarín Xi Jinping, quien acaba de aterrizar con su pletórica comitiva y se hospeda en el Hotel Mirage, reservado en su totalidad para su muy importante delegación.
Tan ha tomado en serio la cumbre el mandatario chino que con dos días de antelación se vistió con el uniforme de soldado para arengar al Ejército de Liberación Popular (ELP) a estar listos a la guerra, después de que el ELP rodeó a la isla renegada de Taiwán (https://bit.ly/4dUZqfZ).
Xi entiende de modo perfecto que la desdolarización del BRICS forma parte de la guerra multidimensional que libran la anglósfera/OTAN/G-7 contra los unilateralmente sancionados BRICS+.
El BRICS constituye un bloque geoeconómico y no-militar, a diferencia de la OTAN, por lo cual existen matices, distancias geométricas y tendencias geopolíticas diferentes de Rusia y China, en contraste con Brasil –cuyo mandatario Lula canceló en forma extraña, al sufrir su segundo accidente doméstico en un mes– e India –pese al choque de la anglósfera con Delhi que fomenta presuntamente su balcanización mediante el estímulo al separatismo de los sikhs en Khalistán.
Tanto Brasil como India son más dependientes de las geofinanzas de la anglósfera en contraste con Rusia, en mayor medida, y China, todavía en menor medida, como denota la internacionalización de su plaza financiera en Hong Kong. Latinoamérica tendrá la presencia notoria de los presidentes Maduro, de Venezuela –la mayor reserva de petróleo convencional/no convencional del planeta–, y de Luis Arce, de Bolivia –la mayor reserva de litio del mundo–.
Por lo que he podido percibir, es altamente probable –si es correcta mi hipótesis de que el BRICS+ se posiciona con el binomio de energéticos y alimentos a escala global– que sean aceptados Venezuela y Bolivia en el BRICS+.
Del lado de Medio Oriente no es nada improbable que sea también admitida Turquía –paradójicamente miembro de la OTAN– como uno de los candidatos a ser miembro relevante.
Mis fuentes mediorientales me indican que hay que seguir los movimientos tanto del príncipe heredero saudita Mohammed bin Salman, y del mandatario de Emiratos Árabes Unidos, Mohammed bin Zayed –quien visitó en forma privada al zar Putin en su residencia de Moscú antes de llegar a Kazán–.
Se desprende que el rol de los energéticos del Sur Global y, en particular, de las seis petromonarquías árabes del golfo Pérsico serán determinantes para la nueva divisa BRICS
que se pudiera muy bien llamar petro-BRICS
o agro-BRICS
y que si desbancarían la hegemonía del dólar, en espera de la crucial elección del 5 de noviembre en EU, independientemente del vencedor, el BRICS+ se ha vuelto imparable.
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