San Andrés Larráinzar, Chis. Al grito de "justicia" y "alto al crimen organizado", más de tres mil personas despidieron este martes al sacerdote tsotsil, Marcelo Pérez Pérez, asesinado a balazos y el domingo 20 en San Cristóbal de las Casas.
El cuerpo del presbítero fue sepultado pasado el medio día en los espacios del convento del templo de San Andrés ante la presencia del obispo emérito de Saltillo, Raúl Vera López, quien destacó el hecho de que la Fiscalía General de la República (FGR), haya atraído el caso.
"Este crimen lo acaba de asumir el gobierno federal. Ya es un hecho muy significativo que a las 48 horas de que se cometió ese crimen ya lo asumió el poder federal para investigarlo. Eso es una intervención del cielo por los méritos y el amor que tuvo un hijo de Dios como el padre Marcelo por los pobres, por quienes arriesgó su vida".
Acompañado por más de cien personas, el ataúd color madera salió a las 9 de la mañana de la casa de sus padres hacia el altar instalado frente al templo de San Andrés, donde ya lo esperaban cientos de personas.
"Viva el padre Marcelo" y " alto al crimen organizado", gritaron los asistentes. "El padre Marcelo es un profeta", expresaron.
Los familiares levantaron la tapa del féretro para que vieran su rostro a través del cristal, además muchos lloraron al despedirse. Depositaban 50, 100 o 200 pesos en el canasto colocado para recibir donaciones. Su padre Miguel Pérez, de 74 años no se despegaba del ataúd, con una fotografía de su hijo, presionada contra el pecho.
El encargado de oficiar la misa en medio de una leve llovizna, fue Vera López, quien fungió como obispo coadjuto de la diócesis de San Cristóbal de 1995 a 1999 y actualmente preside el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas (Frayba), que fundó el obispo Samuel Ruiz García.
"El padre Marcelo se preocupó especialmente por los que sufrían y por las personas que eran dañadas en su dignidad en el trato injusto de autoridades o de personas abusivas", dijo Raúl Vera en la homilía de la misa a la que asistieron varios sacerdotes de las diócesis de San Cristóbal, Tuxtla Gutiérrez y Tapachula.
"Los cuidaba de la gente abusiva, poderosa y que se siente dueña de la sociedad y de la tierra y que no le importa dañar la vida del prójimo para enriquecerse o adquirir mayor poder político. Eso es lo que él pagó. Su lucha por la justicia en bien de todas y todos los hijos de Dios es la consecuencia" de su asesinato, agregó.
Señaló que "lo más importante que él hizo fue denunciar las injusticias, los desórdenes sociales y los abusos que causan daño, especialmente a los más pobres y desprotegidos. Su palabra profética fue lo que no resistieron los poderosos que eran descubiertos ante toda la sociedad por su abuso de poder en la política y en la explotación de los más pobres".