Los hispano-latinos cada vez más son estadunidenses, en el sentido de que las preferencias electorales se acercan entre votar por demócratas o republicanos.
En las elecciones de 2016 (H. Clinton vs. Donald Trump) los latinos votaron en 68 por ciento por los demócratas. Un punto más que con Obama, que obtuvo 67 por ciento.
Pero en 2020 (Biden vs. Trump), la preferencia del voto latino por los demócratas bajó cinco puntos, a 62 por ciento. Finalmente, en la actualidad, las estimaciones señalan, que los demócratas perderán siete puntos del electorado latino que queda, por el momento, en 56 por ciento vs. 37 por ciento, que prefiere a los republicanos.
Es una manera de ver las cifras, pero hay que considerar al voto independiente e indeciso, y en este caso la perspectiva cambia un poco. En 2016 los republicanos recibieron un apoyo de tan sólo 28 por ciento del voto latino; luego en 2020 subió a 36 por ciento y, finalmente, en la actualidad 37 por ciento apoyaría a los republicanos y, por tanto, a Donald Trump. La diferencia es tan sólo de 19 puntos, mientras que hace ocho años, en 2016, era de 39. Es una diferencia muy significativa. Ya no hay un preferencia clara y marcada de los latinos por el Partido Demócrata.
El problema no es, propiamente, entre republicanos y demócratas, que más o menos son lo mismo, en lo que concierne a México, y además suelen tener alternancia. El problema es que muchos latinos prefieran a Trump, que ha dicho muchas barbaridades en contra de los mexicanos y de los migrantes en general, que en su inmensa mayoría son latinoamericanos y caribeños.
Son conocidas las preferencias electorales de los cubanos y venezolanos por los republicanos y de los mexicanos y puertorriqueños por los demócratas, pero en términos generales la tendencia de los últimos años se dirige hacia una pérdida de la preferencia hispano-latina por los demócratas.
Un análisis más detallado plantea importantes diferencias en cuanto a género. Las mujeres prefieren a Kamala Harris en 62 por ciento y tan sólo 31 por ciento votaría por Trump. El doble de las mujeres latinas sufragaría por una mujer, por Kamala, lo que resulta muy significativo, y sólo una tercera parte lo haría por Trump.
Por el contrario, hay mayor cercanía entre las preferencias electorales de los hombres latinos, 48 por ciento de hombres votaría por Harris y 45 por ciento por Trump, una diferencia reducida de tres puntos, lo que sitúa la preferencia electoral en un empate técnico. La persistencia del machismo latino podría ser una explicación, pero hay un componente adicional, en este caso, el racismo. Kamala Harris, no sólo es mujer, es negra.
Varios estudios confirman que las mujeres latinas tienen menos prejuicios raciales y que, en la práctica, hay muchos más matrimonios interraciales entre las mujeres que entre los hombres.
El comportamiento de las preferencias electorales por edad entre los latinos es desconcertante.
Los mayores de 45 años prefieren a Harris en 60 por ciento y a Trump en 33 por ciento, una diferencia de 27 puntos. Mientras que los jóvenes, menores de 45 años, en su mayoría de segunda generación, 52 por ciento, prefieren a Harris y 42 por ciento a Donald Trump, con una diferencia de tan sólo 10 puntos. Aquello de que a mayor edad mayor conservadurismo no se aplica en este caso, teniendo en cuenta que uno de los temas álgidos de la contienda electoral es el aborto.
Finalmente, las cifras sobre escolaridad reflejan cierta sensatez, 62 por ciento de los que tienen estudios universitarios votaría por Kamala Harris, mientras que 35 por ciento por Donald Trump.
En el caso de los que no tienen estudios superiores, 54 por ciento votaría por Harris y 38 por ciento por Trump. Lo raro es que sea normal que los menos educados prefieran votar por el candidato demócrata.
Más allá de las diferencias o similitudes entre demócratas y republicanos, estas elecciones van más allá de la lealtad o afinidad partidaria. Se trata de un candidato, Donald Trump, que ya pasó por la Casa Blanca y que dejó un legado de caos, arbitrariedad, impunidad y una marcada preferencia y cercanía por el supremacismo blanco.
En una conferencia reciente, Donald Trump se distrajo con una mujer guapa de la audiencia y dijo señalándola: ella sería asesinada por los migrantes si Kamala Harris logra llegar a la presidencia. Son asesinos, asesinos diabólicos. Si los migrantes la miran, una mujer tan bonita, la matarían. Son asesinos.
Más allá de toda leyenda urbana donde se acusa, casi siempre, al extranjero del asesinato de una mujer o un niño, los niveles de histeria e insensatez del ex presidente Donald Trump en esta campaña han llegado a extremos inimaginables.