En 1959 se publicó el libro de Célestin Freinet, Les dits de Mathieu: Une pédagogie moderne de bon sens (editorial Delachaux et Niestlé, Suiza). Mateo es el campesino en quien Freinet confía unas parábolas para filosofar sobre educación a partir del buen sentido. Dice Célestin: “Mathieu es, sin disputa, uno de esos hombres de buen sentido que han sabido encontrar, dentro de sí mismos y a su alrededor, razones de vivir y esperar que no son ya comunes”.
En 1994, Madeleine Freinet hizo un nuevo tiraje de la obra de su padre (Ediciones de Seuil, Francia), con idéntico título, confirmando que Freinet se refiere al buen sentido y no a otra cosa.
En 1970 la editorial Estela, de Barcelona, propició la traducción castellana del texto con el título Parábolas para una pedagogía popular (los dichos de Mateo). De un plumazo desapareció la expresión buen sentido, y el título del primer apartado también fue alterado: en la edición suiza se corresponde con “Une pédagogie de bon sens”, y en la española quedó como “Una pedagogía de sentido común”.
De repente, se confundieron los dos sentidos propiciando la tergiversación. Participé del error al hacer una selección de textos publicados en 1985 por la Biblioteca Pedagógica de la Secretaría de Educación Pública (SEP), bajo el título Freinet, una pedagogía de sentido común. Aprovecho, aunque con gran retraso, para ofrecer disculpas por la posible desorientación causada. Lo importante es dejar bien establecido el parecer de Freinet en busca del buen sentido educativo.
Encontré que, con antelación a Freinet, el suizo Adolfo Ferrière, en su libro La escuela activa, en cuando menos tres ocasiones habla del buen sentido en educación. A lo anterior habrá que dar seguimiento, pues Ferrière fue un personaje decisivo en la orientación pedagógica de Freinet, según reconoce éste. Por cierto, con tres siglos de antelación, René Descartes dedica un párrafo al buen sentido en la primera parte del Discurso del método. Seguramente lo leyó Freinet.
Hablando de los grandes pedagogos, Freinet evoca a Montaigne, Rabelais y Rousseau como tres autores a quienes no faltó el buen sentido. Completa: “A nosotros… corresponde sumarnos a su escuela, encontrar esa chispa y ampliarla todo lo posible, para que anime obras y vidas”. Hace tal pronunciamiento mediante la reaparición de Mathieu, en 1967, en el libro L’education du trabail (Delachaux el Niestlé, Suiza), publicado en 1971 como La educación por el trabajo por el Fondo de Cultura Económica.
Pero ¿qué entender por buen sentido? El propio Freinet en La educación por el trabajo aporta elementos esclarecedores, alejado de la teoría y muy cercano a la naturaleza y la vida, a lo simple y profundamente humano (“es mi corazón y mi sensibilidad a los que apelo”, confiesa). Célestin, orgulloso de su origen, presume: “Yo reacciono con mi buen sentido de campesino”.
En el prefacio, Freinet anuncia que se avecinan “ideas de implacable buen sentido… en este libro”. Y las esparce sin desperdicio a lo largo de las 300 páginas. Construiré, en seguida, un párrafo con los principales pronunciamientos de Freinet:
“Nos aplicamos en nuestras escuelas a conducir a nuestros niños en el buen sentido… Es menester… recobrar el uso del buen sentido, ese nombre vulgar de las grandes y definitivas virtudes humanas… No tengo más talento que la simple lealtad al servicio del razonamiento lógico y el buen sentido… Y no puedo separarme en esto de la naturaleza y la vida: de ambas espero las luces supremas y las enseñanzas decisivas… Juzgo los sucesos y las cosas con el máximo de buen sentido que he podido conservar, inclusive si yo soy el único que se atreve a ello… Quizá me equivoco, pero prefiero, a esos presuntos pozos de la ciencia, la concentración del viejo pastor que, durante toda su vida, ha frecuentado los mismos caminos, tropezando con las mismas piedras y apartado de las mismas ramas, que casi nunca ha hablado más que con sus bestias y cuyas únicas salidas han sido sus viajes a la feria, pero que ha guardado intactos su naturaleza y su lúcido buen sentido… Dichosos los hombres de buen sentido que saben encontrar algunos de esos caminos de luz que sabrán hallar algún día quienes vagan por senderos arbitrarios, sin línea ni fin… Cuesta trabajo, usted lo sabe, el no pensar como los otros, el arriesgarse por nuevos caminos… Doy mi juicio, mi opinión de buen sentido, como un consejo que seguirán quienes lo juzguen útil… No me sentiré menos satisfecho si he llegado, mediante mis razonamientos de buen sentido, a orientar a los educadores hacia los métodos de vida, y si algún día… nuestros hijos y nuestros nietos pueden prepararse mejor para cumplir su destino en una escuela por la vida, para la vida. ¡Por el trabajo! El trabajo es un todo: puede haber tanto buen sentido, tanta inteligencia y útil especulación filosófica en el cerebro del hombre que construye un muro como en el del sabio que investiga en su laboratorio.”
Freinet procede con buen sentido para corregir la pésima orientación escolar convencional de su época (en lo esencial, hoy poco ha cambiado). Dice: “El desorden del cual somos víctimas (en la escuela de la rigidez, desconfianza, competición, monotonía, fatuidad, desinterés, memorización, obediencia, miedo, inexpresión, silencio, etcétera) no consigue sino hacernos apreciar y echar en falta el buen sentido”.
Es por lo que se propone y consigue poner la escuela al servicio de la vida e intereses de los críos; confiar en ellos, escucharlos en su asamblea; darles la palabra por medio del texto libre, la imprenta y el intercambio escolar; procurar su autonomía y autoestima; propiciarles felicidad; realizar con ellos un trabajo cooperativo, dignificante, diverso, creativo, desafiante y gozoso, con el fomento de sencillez, responsabilidad, respeto, rigor, amor y, por supuesto, del buen sentido. ¡Elevemos la mirada de la educación!
*Profesor en la UNAM