De los cinco apartados de que consta, el más polémico se titula Invitación a Ucrania a formar parte de la OTAN. Ahora mismo
, y crea más problemas que la solución que pretende al poner el mundo al borde de una hecatombe nuclear. Tampoco nada resuelve, salvo disipar las dudas que pudiera tener el Kremlin respecto a emplear o no su arsenal nuclear, la petición de que Estados Unidos y sus aliados instalen en el territorio ucranio recursos de disuasión no atómica que hagan desistir a Rusia de continuar su agresión
o la insistencia en permitir el uso de sus misiles de largo alcance contra objetivos al interior de Rusia. Y así por el estilo.
El problema de fondo es que, en realidad, no puede considerarse un plan y parece más bien un catálogo de deseos, algunos además imposibles de cumplir tal y como están planteados en forma y tiempo, sino que Zelensky proclama que su propósito es obligar a Rusia a sentarse a negociar el fin de la guerra bajo condiciones que sólo favorecen a Ucrania y que, por si fuera poco, rechaza declarar un alto el fuego y ceder territorio.
Es, en suma, un enfoque ingenuo, que coincide en credulidad con el ultimato del Kremlin a Ucrania de satisfacer sin más sus exigencias para iniciar a negociar los términos de su completa capitulación. Ni Ucrania ni Rusia –que culpan al otro de no querer negociar y se niegan a hacer ninguna concesión, requisito indispensable para alcanzar entendimientos y resolver las controversias sin derramar más sangre innecesaria– van a aceptar ninguna imposición de condiciones adversas para negociar a menos que no tengan otro remedio para evitar una debacle militar en todo el frente de combates, lo cual en estos momentos no amenaza a ninguno de los dos.