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El 68 en Monterrey

17 de octubre de 2024 00:03

En la mañanera donde la presidenta Claudia Sheinbaum pidió perdón a los sobrevivientes y deudos de las víctimas de la represión y matanza en las jornadas de 1968 –acto simbólico y reivindicativo, pero también de compromiso a futuro–, Pablo Gómez, uno de los dirigentes del movimiento en la UNAM, señaló que el movimiento estudiantil y popular que se registró ese año no había sido sólo en la capital, sino en todo el país. Aquí apunto el episodio en Monterrey.

La Federación de Estudiantes del Tecnológico de Monterrey (Fetec) solía organizar sainetes con el nombre de happenings en que se hacía la sátira de profesores o personal administrativo de la institución. En uno, la iconoclastia de la época hizo que la Virgen de Guadalupe apareciera en el lugar ocupado regularmente por una de las llamadas “conejitas” de Playboy.

Pero no sólo esos estudiantes organizaban sainetes. En 1968 –por primera vez y hasta ahora la última en la historia–, protagonizaron movilizaciones conjuntas con los de la universidad pública, en solidaridad con los universitarios que habían sufrido el asalto del ejército a la UNAM.

José Luis Sierra era entonces presidente de la Fetec. Al iniciarse los siguientes cursos, las autoridades del Tecnológico decidieron expulsarlo junto con otros estudiantes que participaron en el sainete de la sustitución de la tal “conejita” por el venerado ícono. Cabe preguntarse si sólo fue ésta la causa efectiva de su expulsión. En los primeros años de los 70 se lo verá militando en la Liga Comunista 23 de Septiembre, organización que entonces nucleaba a la guerrilla urbana. En cierto momento, uno de sus principales dirigentes fue Ignacio Salas Obregón, otro estudiante del Tecnológico de Monterrey.

A raíz de ese episodio tuvo lugar una huelga de hambre de los estudiantes apoyados por sus maestros y familiares en protesta por la expulsión de sus compañeros. El industrial Eugenio Garza Sada, creador del Tecnológico y su principal fuente de decisiones se hallaba de vacaciones en Acapulco, según el jesuita Hermann von Bertrab (Hacia la puerta), figura importante entre el profesorado de la institución. A su regreso, Garza Sada decidió la terminación de la huelga.

Nada extraordinario ocurrió en adelante, salvo la expulsión del grupo de jesuitas –para prolongar su historia– que había sido contratado para asperjar la ética católica hacia la vida académica del plantel. Se los acusaba de instigar a los estudiantes en los acontecimientos de 1968 y su secuela.

La consecuencia inmediata del año anterior en la Universidad de Nuevo León (UNL) fue el descontento organizado de los estudiantes. Desde inicios de los 60, venían nutriendo un movimiento que se potenciaba en varias dimensiones que aquí apunto:

Su identificación con la revolución cubana. Organizan marchas y mítines contra la guerra de EU en Vietnam. Desarrollan un intenso activismo en apoyo a movimientos sociales, en particular los de los trabajadores.

El apoyo que expresaban a las luchas contra el autoritarismo pervasivo en todo el país se expresaba en paros académicos, tomas de rectoría, mítines frente al palacio de gobierno. Paran tres días la universidad en protesta por el allanamiento del Ejército a la Universidad Nicolaíta de Hidalgo en 1966 y organizan movilizaciones, sobre todo tras un acto similar al asalto a la UNAM en 1968.

Sus efectos políticos y organizativos se delinean desde ese año y adquieren fuerza en 1969, con la demanda de democratización y autonomía de la UNL. Renuevan el Consejo Estudiantil y crean la Asamblea Universitaria con representación paritaria de maestros y estudiantes por cada facultad y escuela de la UNL. Ese órgano consigue de las autoridades del estado que decreten la autonomía universitaria. El rector y los directores de escuelas y facultades dejan sus puestos.

Y en aires de triunfo crean el Primer Congreso por la Reforma Universitaria de la UNL y un Movimieno Estudiantil Independiente. En su asamblea forman una comisión responsable de redactar, con la participación de los maestros, una nueva Ley Orgánica. Ya habían logrado que los directores de escuelas y facultades fueran elegidos por estudiantes y docentes y que el rector fuera nombrado no por la Junta de Gobierno, sino por el Consejo Universitario.

En sus enconadas luchas por cambiar las estructuras de la universidad, los estudiantes tenían un amplio apoyo social: la matrícula estudiantil había crecido entre 1960 y 1970, casi 100 por ciento, mientras la población del Monterrey metropolitano creció el doble en las dos últimas décadas. Contaron también con el apoyo del sindicato de la institución (maestros y personal no académico).

En 1969 tomaron la rectoría y las direcciones de todas las escuelas y facultades. Los directores dejaron el puesto; lo mismo sucedió con el rector. Tras largas y enconadas luchas apoyadas por el sindicato universitario e incluso por el Congreso del estado, les fue concedida la autonomía universitaria. En esta nueva condición, los cambios en la Ley Orgánica de la UANL permitieron que el rector fuera nombrado no por la Junta Directiva, sino por el Consejo Universitario.

Un hecho que facilitó el triunfo del movimiento de los estudiantes con la participación de numerosos maestros fue la renuncia del gobernador Eduardo A. Elizondo, figura destacada en el ámbito profesional y empresarial, a instancias del presidente Luis Echeverría.

Tras las elecciones de 1970, un sector de los universitarios se radicalizó: algunos estudiantes se integraron a la la Liga 23 de Septiembre y otros se convirtieron en los dirigentes de un enorme movimiento de colonos que se posesionaron de predios municipales y privados: allí fundaron colonias bajo el nombre de Tierra y Libertad. Uno de sus ramales, al dividirse el liderato, formó el Partido del Trabajo.



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