La afinación, casi armónica, de los instrumentos de la Orquesta de Teatro de Bellas Artes en el foso del Auditorio Nacional fue el preludio de una fantástica representación musical y coreográfica del Lago de los cisnes, clásico que con maravillosas escenas y movimientos corporales introdujo a los asistentes en un mundo mágico, convirtiéndolos en cortesanos de un reino atrapado en el tiempo.
La interpretación de la Compañía Nacional de Danza (CND) de una de las obras artísticas más conocidas en el mundo recibió una gran ovación al final de casi tres horas del espectáculo, con coreografía de Cuauhtémoc Nájera, sobre los originales de Marius Petipa y Lev Ivanov, y música de Piotr Ilich Chaikovski, bajo la dirección orquestal de Luis Miguel Sánchez.
El ballet de dos actos y cuatro escenas tuvo función única la noche del sábado. Los bailarines hicieron disfrutar a la audiencia con movimientos casi sobrenaturales, que llevaron a los espectadores a un viaje por un lugar y época desconocidos, lo cual no importó, pues la imaginación los había adentrado, como película en tercera dimensión, al universo de Odette, Odile, Sigfrido y Von Rothbart.
Las imágenes que desbordaron en el escenario ofrecieron momentos de encuentro, de rencuentro, impulsos, juramentos, alegría, amor, impacto, desencanto y hasta de muerte.
Las hermosas cisnes dejaron una estampa para la memoria, con su deslumbrante color blanco y las formas que hicieron en cada uno de sus movimientos y apariciones, sin omitir el talento y precisión técnica de solistas y demás intérpretes.
Los jardines del palacio, el lago inmerso en un bosque, los salones reales y la decisión fueron las cuatro escenas donde se mostraron Ode-tte-Odile (Valeria Mariaud), el Príncipe Sigfrido (Alejandro Hidalgo), Von Rothbart (Roberto Rodríguez), el Bufón (William Woodward), la Reina madre (Cecilia Rodríguez), Wolfgang (Gabriel Rizo) y Benn y amigas (Elisa Ramos, Greta Elizondo, Alejandro Mendoza), así como las damas y caballeros.
Para esta versión, expuso Nájera, se buscó no hacer una coreografía contemporánea, sino enaltecer la esencia de cada personaje, develar su parte humana con un lenguaje artístico tradicional. Y cumplió su objetivo, pues cada uno de los personajes reveló un ser real en los movimientos y dramatismo impresos a cada acorde y ejecución de la orquesta, que marcaron el rumbo de la historia. La integración de los cuerpos de baile fue casi natural, los femeninos y masculinos se mostraron en su apogeo.
Humana de noche
El Lago de los cisnes, que fue un fracaso en su estreno hace más de 100 años, con el tiempo se ha vuelto una de las obras universales más importantes de la danza. Su historia narra la lucha perenne entre el bien y el mal, hombres y mujeres ante las consecuencias de sus decisiones.
¿Quién es Odette? Una persona, en específico una mujer que se niega a una imposición, que rechaza a un hombre y, por lo tanto, debe pagar toda su vida con un castigo. El castigo es un hechizo que la convierte en cisne de día y sólo vuelve a ser humana de noche; es cualquier persona de hoy pagando las consecuencias de respetar su dignidad; es cualquier mujer de hoy enfrentado las consecuencias de defender sus decisiones
, describió Cuauhtémoc Nájera en el programa de mano.
El juramento de amor, en esta trama, dura menos de un día. Sig-frido puede ser cualquier joven de la época actual, que a sus 18 años no quiere responsabilidades, sólo quiere salir de cacería con sus amigos y, sin embargo, está dispuesto a morir por el mismo juramento que no cumplió
, agrega el coreógrafo. En escena, el reto técnico fue supremo, pero los personajes obligaron a los bailarines a ser precisos, sin margen de error; en el caso de Odette y Odile fueron interpretados por la misma artista, quien fue protagónica y antagónica de esta historia fantástica de dos horas y 40 minutos. Su alter ego emergió real, pero también el de los personajes interpretados, que oscilan entre el bien y el mal, blanco y negro.
La mágica historia, que se recreó sobre el escenario, se mostró más cercana en dos pantallas al costado, donde la danza, los rostros y los cuerpos haciendo su máximo esfuerzo se pudieron apreciar más a detalle.
Se vio al príncipe Sigfrido, ya en edad de desposarse, quien celebró su cumpleaños con una fiesta en los jardines del palacio; mientras, en un lago cercano, Von Rothbart lanzó un conjuro sobre la princesa Odette, luego de que ella lo rechazó, y la convirtió, junto con toda su corte, en cisnes durante el día que vuelven a su forma humana por la noche.
Odette le contó del hechizo a Sig-frido, a quien conoce cuando éste va de cacería; también le dice que será libre con un acto de amor. La atención, el disfrute y los aplausos del público, entre cada escena y al final, fueron agradecidos por los bailarines y los músicos de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes.
Desde 1963, la CND ha presentado obras de ballet como Giselle, Onegin, La Esmeralda, Carmina Burana, así como creaciones clásicas y contemporáneas de nuevos coreógrafos y artistas consolidados; además, hace giras a escala nacional con diferentes circuitos y sedes para llevar su repertorio a teatros de los estados y colabora en festivales como el de Ludwigshafen, en Alemania; el Internacional de Ballet de Miami; el Internacional de Ballet de La Habana, Cuba, o el Internacional de Ballet de Barranquilla, Colombia.