Existe un fenómeno singular, no sólo en nuestro país sino en una gran parte de América Latina, y es que desafortunadamente, cuando se menciona el término policía, la gente mayoritariamente suele reaccionar con enojo, indignación, frustración e incluso mofa.
La situación tiene que ser analizada desde diversos ángulos, lo que sin duda me permitirá abordar el tema en siguientes artículos; sin embargo, una de las perspectivas más significativas y que ha saltado a la vista desde hace décadas es la falta de reconocimiento y respeto que mantiene la población hacia los cuerpos policiales municipales, estatales y federales.
Lo anterior probablemente se debe a la concepción que se tiene de estas instituciones, y es que no podemos negar que la falta de atención oportuna y eficiente ante una emergencia, la corrupción, la falta de capacitación y la desconfianza han sido términos con que se les ha relacionado de manera usual, pero, por otro lado, como sociedad poco hemos reflexionado sobre su trabajo. No busco justificarles, sino entender qué es lo que hemos pasado por alto.
¿Cuentan con salarios adecuados?, ¿las prestaciones que se ofrecen se equiparan a los peligros que enfrentan día con día?, ¿tienen opciones para adquirir una vivienda de calidad?, ¿sus familiares cuentan con el respaldo del Estado en caso de alguna situación de crisis?, muchas preguntas surgen cuando de analizar las situaciones a las que se enfrentan se trata; incluso se tiene que reconocer abiertamente que les hemos solicitado que enfrenten una guerra contra la delincuencia con pocas o inadecuadas armas, o bien, con armas menos sofisticadas y funcionales que las que tienen los propios criminales.
Durante décadas, la petición ha resonado tanto en el interior como en el exterior de las instituciones de seguridad: se debe erradicar la corrupción. Si se busca aumentar los niveles de confianza, es necesario realmente trabajar en este rubro, que, como bien sabemos, consume desde el interior cualquier organismo.
Es innegable que los casos de sobornos, extorsiones y prácticas controversiales de algunos elementos deterioran la imagen a escala general. Pero, además, en muchos países los procedimientos han estado enfocados en acciones reactivas más que preventivas, siendo incluso en ocasiones las reactivas mal realizadas, lo que impide a largo plazo la disposición de los ciudadanos para cooperar.
México enfrenta números alarmantes, de acuerdo con la encuesta Miradas sobre el crimen y las fuerzas de seguridad alrededor del mundo, emitida por IPSOS, multinacional de investigación de mercados y consultoría con sede en París, Francia; en una lista que contempla a 29 naciones, México se encuentra en el segundo lugar, sólo por debajo de Sudáfrica en aquellos que tienen menos confianza en su policía. Ante la pregunta sobre qué tan posible considera que la policía evite crímenes no violentos, 56 por ciento de los encuestados emitieron una calificación negativa; además, 60 por ciento consideran que las fuerzas del orden no detendrían a los autores correctos y 54 por ciento aseguraron que no se trata a toda la población con el mismo respeto.
En una época caracterizada por la globalización y una sociedad cada vez más reflejada a través de los proyectos audiovisuales, México ha llegado a niveles de autoburla difíciles de concebir para otros países, ya que, por ejemplo, en naciones como Estados Unidos, Italia, Francia o Inglaterra las series televisivas y las películas dotan de una investidura de respeto, honorabilidad, inteligencia, eficacia y humanismo, sobre todo en el entorno familiar, entre otros múltiples adjetivos a sus cuerpos policiacos y de investigación; en México, Harina, programa estrenado en streamig en 2022, hace escarnio de la policía; centrada en un comandante corrupto, adicto y con poca vocación ha dejado muy mal proyectadas a las fuerzas del orden.
También hay que reconocer que no todo ha sido negativo, también se debe admitir que durante la gestión de la ahora presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, la policía de la Ciudad de México presentó cambios significativos, se instauró la carrera policial de forma obligatoria, se brindo mayor formación y capacitación, se hicieron públicas las bases de reclutamiento, se realizaron promociones y reconocimientos y se dieron recompensas económicas, entre otras múltiples acciones que lograron que la eficiencia se detonara sustancialmente.
Otro caso de éxito fue el implementado por el actual senador Luis Donaldo Colosio, en la ciudad de Monterrey, quien pudo ver que la dignificación es el camino adecuado para lograr de forma conjunta los avances que se requieren en materia de seguridad.
Durante su gestión se incrementó 30 por ciento el salario de los policías; además, se les incorporó al Infonavit y se otorgaron becas a nivel medio superior y superior para sus hijos; reconstituyó la Coordinación de Policía Digna para mejorar la atención de los policías y sus familias, y lanzó una convocatoria para que los agentes puedan obtener una carrera técnica mediante el Ceneval, entre otras medidas. El reporte Policía desprotegida: ruta para su dignificación laboral; caso Monterrey, emitido por México Evalúa, brinda un panorama un poco más amplio de este caso digno de análisis.
La disminución de la violencia es multifactorial, y aunque es claro que las instituciones de seguridad juegan un rol primordial y la imagen que se proyecta es vital para influir en la población; es necesario que, además de que los individuos se sientan seguros frente a la policía, también se requiere un trabajo en unidad que permitirá mejorar los índices de paz.
*Consultor en temas de seguridad, inteligencia, educación, religión, justicia y política.