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Elena Poniatowska presenta hoy libro de Rafael Doníz sobre el 'Popo' y la 'Izta'

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“Los volcanes son nuestros padres. Ninguno más dueño de México que el Popocatépetl. Ninguna más celosa del honor de la patria que Iztaccíhuatl”, escribe Poniatowska en el ensayo ‘Una mirada candente sobre la nieve’, que aparece en el ejemplar. Foto cortesía del autor
09 de octubre de 2024 08:03

A los mexicanos, un dios mayor nos regaló dos volcanes a quienes reverenciar. Desde la primera luz del amanecer hasta el último rayo de luna, nos rendimos ante su grandeza, escribe Elena Poniatowska al inicio de su ensayo Una mirada candente sobre la nieve, en el libro Popocatépetl-Iztaccíhuatl: Montañas sagradas, del fotógrafo Rafael Doníz.

En México, los volcanes son nuestros padres. Ninguno más dueño de México que el Popocatépetl. Ninguna más celosa del honor de la patria que Iztaccíhuatl. Ahora que ya no está Gerardo Murillo, Dr. Atl, ¿qué pintores, fotógrafos, médicos, escaladores, poetas, geólogos y amantes de la naturaleza les rinden pleitesía?, pregunta la escritora y periodista.

Contesta: “Entre los incontables amorosos del Popo y la Izta, el más constante, el más prendido, es un fotógrafo flaquito con una cámara al hombro, varios rollos negros a la mano y unos ojos abiertos a reventar. Jamás se aletarga, la montaña ya tragó todos sus sentidos. Su cámara le arde entre las manos, su lente abarca a la Iztaccíhuatl como el amante abraza el cuerpo de su amada con una sola mirada”.

Doníz responde a Poniatowska: “De muy joven me propuse subir a la cumbre del Popo. Después de varios intentos fallidos, un buen guía oriundo de la región me aconsejó pedirle permiso al volcán. Así lo hice. El esfuerzo de subir fue devastador. La cima del Popo está a 5 mil 452 metros sobre el nivel del mar; es el segundo más alto en el país después del Pico de Orizaba. Mi cuerpo perdió más de cinco kilos, pero logré llegar al punto más alto. Ese triunfo me marcó para siempre.

“Desde entonces, como los tiemperos y los graniceros, venero al Popocatépelt y a la Iztaccíhuatl. Ya formado como fotógrafo, emprendí la tarea de captar imágenes para rendirle homenaje a nuestros abuelos, el Popo y la Izta. La volcana se le adelantó al Popo a lo largo de varias etapas del llamado pleistoceno tardío, hace 2.56 millones de años.”

Que un volcán posea la voluntad de un artista e invada todos los actos de su vida puede ser una maldición, pero amar y honrar al Popocatépetl y a su mujer, la Iztaccíhuatl, fue el único modo que Doníz encontró para darle sentido a su vida, asegura Poniatowska.

Con el tiempo, el fotógrafo aprendió a recorrer todas sus veredas, descubrió hasta el más secreto de sus pliegues, el mínimo de sus musgos. A diferencia del Dr. Atlha conservado intactos los miembros de su cuerpo.

La autora anota que la obsesión amorosa de Doníz le ha durado más de 50 años. Para “el fotógrafo explorador, amar a dos volcanes y poseerlos a través de su lente es un privilegio que le permite recorrer las elevaciones volcánicas como el cuerpo de una mujer. Dedica las horas blancas de su día, las horas negras de su noche, a observar cada palmo: unas veces encuentra el perfil de su nariz, tan enigmática como la de Beatrice d’Este de Leonardo da Vinci. Otras, descubre la dulzura de sus pechos, la apertura de sus piernas, el aguanieve de sus cabellos que ondulan hasta bajar por la espalda a la tierra”.

Sin embargo, hoy por hoy, para tristeza de Doníz, los volcanes ya no son nuestro obligado telón de fondo salvo en días privilegiados de septiembre u octubre. Las lavanderas suben a las azoteas para contemplarlos mientras esperan que se sequen sus sábanas. Antes, “el Popo y la Itza venían a nuestro encuentro en el primer cruce de calles, como dos vecinos felices de coincidir: ‘Vámonos a tomar algo’. Todavía en los 50 era fácil irse con ellos de parranda o pedir su bendición, pero hoy las antenas de los rascacielos revientan la bóveda celeste como mil cuchillos”.

A pesar de todo, “con afán de hormiga, los mexicanos subimos con devoción al Popo y a la Itza. Es un rito, un homenaje, la ceremonia sagrada de muchos jóvenes devotos”.

El libro contiene, además, citas de personalidades indígenas, como Nezahualcóyotl. El historiador Alfredo López Austin tuvo a su cargo la traducción de algunos textos al náhuatl.

El libro Popocatépetl-Iztaccíhuatl: Montañas sagradas (Artes de México/Rama Ediciones) será presentado por Poniatowska, Doníz, Carlos Pellicer López y Víctor Muñoz hoy a las 18:30 horas en la Fundación Elena Poniatowska (José Martí 105, colonia Escandón).

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