Desde niño siempre me han gustado, quizá demasiado, las mujeres –maestras, vecinas, mamás–. Su fuerza es tal que, sabiéndolas mirar, son capaces de reflejar lo mejor de los varoncitos, animándonos a descubrir lo que permanecía oculto en nuestros aturdidos corazones. Con poder suficiente para hundirnos o motivarnos, según la colocación y la distancia, como en la lidia pues, poseen una energía que ni dioses ni dictadores, ministros y confesores, han logrado doblegar.
Por eso el pasado martes la Cámara de Diputados –lo de H tendrán que ganárselo día a día– lució más luminosa que nunca con la presencia de una mujer pensante, en plenitud de facultades, investida como primera Presidenta de México. En plenitud de facultades, que dijera el poeta Roberto Cabral del Hoyo, doña Ifigenia Martínez, incansable luchadora y presidenta de la Cámara de Diputados, completó un hermoso cuadro de mexicanas comprometidas, sin importar cronologías.
Con un timbre de voz más seguro y espontáneo que el mostrado como jefa de Gobierno de la Ciudad de México y como candidata, la presidenta Sheinbaum hizo varias precisiones durante su mensaje, no sólo para definir posturas sino para tranquilizar crédulas conciencias amedrentadas por la perversa influencia de unos medios tan alarmistas como subsidiados. Inquietos, no pocos taurinos se preguntaban si México no se dirigía a sistemas como el de Cuba o Venezuela, o si las ganaderías de bravo serían invadidas o, en el colmo del espanto, si la fiesta de los toros no será prohibida por el nuevo gobierno después de los intentos de prohibición, ojo, de juececitos maiceados que felizmente ya no serán impuestos o recomendados gracias a una imparable reforma al Poder Judicial.
La presidenta Sheinbaum precisó entre otras cosas: “Respetaremos y garantizaremos la diversidad cultural de la sociedad. Cualquiera que diga que habrá autoritarismo, está mintiendo …en nuestro gobierno garantizaremos todas las libertades, pues la libertad es un principio democrático y nosotros somos demócratas”.
Si desde 1526 la fiesta de los toros es expresión cultural del pueblo de México, es de esperarse que no volvamos a padecer las descompuestas embestidas de inquisidores trasnochados jugándole al humanismo disfrazado de ecologistas que en el gobierno anterior desfilaron en la capital, y asimismo se levanten las improcedentes prohibiciones en varios estados. Si esto no se lleva a cabo, seguirá prevaleciendo el autoritarismo antojadizo.
A propósito: al gobernador entrante de Tabasco, Javier May Rodríguez, buscando complacer a alguien, en su toma de posesión se alcanzó la progresista puntada de anunciar que la plaza de toros de Villahermosa será convertida en parque público
. ¿Por órdenes de quién? ¿Tras haber preguntado a cuántos? ¿Por su gusto o el de los aficionados tabasqueños? ¿Para beneficio del pueblo, en abstracto, o en perjuicio de una minoría para la que no piensa gobernar? El compromiso presidencial de prohibido prohibir es extensivo a todas las instancias de poder.
Cuando se habla de acabar con los vicios del neoliberalismo hay que incluir el comodino esquema de la autorregulación –proceso mediante el cual una empresa monitorea su propio cumplimiento de las normas legales, éticas y profesionales–, del que tanto se han beneficiado los barones del futbol y de los toros, por citar sólo a dos, cuyas descuidadas gestiones impactan en el ánimo de la ciudadanía y en la imagen de la autoridad. Ojalá Luis Alberto Mendoza Acevedo, nuevo alcalde panista en Benito Juárez, no sea como sus antecesores y rompa con el cártel taurino de la empresa de la Plaza México y su abusiva autorregulación. Ojalá.