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¿Dónde está la solidaridad entre los pueblos?

06 de octubre de 2024 00:02

Han sido miles, si no es que millones, los comunicados en contra de los crímenes diarios de Israel contra los pueblos árabes de Palestina, Líbano y otros. Ya no se puede hacer ninguna reflexión de por qué siguen los asesinatos y de la posición bravucona del líder de la escuadra criminal de Benjamin Netanyahu.

La respuesta a dichos asesinatos impunes son los otros asesinatos de los grupos árabes que se han manifestado desde siempre. Ahora sí podemos decir que la humanidad está fallando como especie.

Nadie puede parar al sicópata sionista. Las leyes internacionales, en este evento inaceptable y totalmente nauseabundo, han sido más que rebasados por la barbarie israelí, las leyes han sido pisoteadas y hechas añicos por las botas militares del ejército más despiadado de los últimos tiempos.

Por donde quiera que se vea y como quieran explicarlo los fanáticos de la fantasía de la “tierra prometida”, no existe ninguna excusa que justifique tanta destrucción. ¿En qué está pensando el gobierno de Joe Biden, aparte del dinero que genera la industria bélica, cuando sabe que está muriendo gente inocente, civiles que no tienen nada que ver con los planes usurpadores del gobierno emisario de los asesinos nazis?

Las leyes son obsoletas. Tendremos que encontrar otros códigos de defensa de la población humana en contra de las agresiones de la propia sociedad, cualesquiera que sea su cultura, creencias, condición económica o ubicación territorial.

¿Hasta dónde vamos a llegar permitiendo que sigan las masacres del ejército israelí?

¿Hasta dónde van a llegar los sicarios de la banda criminal gubernamental? Ya se han metido en tierras ajenas, hasta donde se les ha dado la gana. ¿Cuánto territorio más piensan robar?

Las bazucas, los cohetes de largo alcance, los equipos militares, los uniformes camuflados con radios, armas extravagantes, botas, cascos de alta resistencia y demás accesorios absurdos, son la imagen del Israel de hoy y de siempre. Desde su fundación. No se conoce otra cosa de ese país ilegal que no sean los materiales bélicos en acción. No conocemos otras facetas de los gobiernos israelíes que no sean las imágenes violentas metiéndose a otros países con sus tanquetas y sus discursos obscenos defendiendo su libertad de agredir para, supuestamente, defender su territorio.

Cuánto engaño ha respirado la población palestina de origen judío, por religión y por descendencia hebrea. Cuántas mentiras han escuchado todas las generaciones posteriores al asalto al territorio palestino.

¿A cuántos se les embaucó cuando en la declaración por el nacimiento de Israel se afirmaba que se trataba de la declaración de su independencia, y que tal independencia era un acto histórico de justicia?

Así lo aseguraron, esa independencia estaba fundamentada en la declaración de los principios de libertad, justicia y paz. La tierra prometida ya era una realidad, las puertas del nuevo país estaban abiertas para todo aquel judío o judía que quisieran “regresar” a la tierra de sus ancestros.

Los discursos de fantasía recorrieron el mundo, sin saber que nacía una maquinaria de engaños y crímenes de lesa humanidad. Repasemos el concepto para aquellos que no quieren entender lo que es un crimen disfrazado de legítima defensa:

“Crímenes de lesa humanidad son crímenes cometidos como parte de un ataque general o sistemático contra civiles en tiempo de paz o de guerra, que incluyen tortura, desaparición forzada, homicidio, esclavización, deportación y actos de violencia sexual y de género, incluida la violación.”

Cuánta bondad derramada como miel de la buena en todas aquellas frases de solidaridad de la diáspora. Es decir, cuánta benevolencia proclamada a punta de uno de los mejores fusiles IMI Galil de asalto, de combate y de francotirador.

Con este arsenal pensaban convencer a los empleados y miembros de la ONU para que les abrieran la puerta y les dieran la bienvenida como el nuevo país que proclamaba la igualdad de derechos y libertades para todos sus ciudadanos, sin distinción.

Pero que, además, invitaban a sus vecinos de los países árabes a vivir en paz, en buena vecindad y, además, con los saludables planes de ayuda y cooperación mutua; les invitaban a compartir ese momento histórico del regreso de los judíos esparcidos por el mundo y caminar paralelamente en el entendimiento cultural y religioso. Léase: conste que aquellos “repatriados” regresaban para vivir en paz y respetar los territorios aledaños.

Y, ¿quién creen que fue el primer país que reconoció al recién nacido Estado de Israel? Pues nada más ni nada menos que su papá, Estados Unidos.

No quisiera terminar esta opinión sin manifestar mi profundo agradecimiento al médico de la unidad de urgencias del Hospital Darío Fernández del Issste, David Orlando Rosales Rojas, quien me atendió con profesionalismo y gran solidaridad. Esperemos que éste sea un signo del cambio que esperamos en nuestro sistema de salud. Y, gracias también, a las personas que nos atendieron a mi compañera y a mí, sin conocernos, pero conscientes de que necesitábamos la ayuda. Sus palabras de aliento y abrazos fueron parte de la terapia.

¡Viva la solidaridad!

Colaboró Ruxi Mendieta

[email protected]

X: @AntonioGershens



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