Ciudad de México., Con una antigüedad de 52 años, la unidad habitacional Vicente Guerrero, en Iztapalapa, ha vivido constantes cambios, pues pasó del esplendor de su inauguración al deterioro, y ahora, nuevamente busca recobrar su auge con la recuperación de áreas públicas.
Con sus más de 38 mil habitantes, la Chente Warrior –como popularmente la conocen sus moradores–, guarda una estrecha relación que es poco conocida entre los que ahí viven. No es casual que una primaria lleve el nombre de la ciudad chilena Copiapó, y que una secundaria y un deportivo tengan el de quien fuera presidente de esa nación, Salvador Allende, pues siendo uno de los grandes líderes de la izquierda latinoamericana fue parte de su inauguración en 1972, junto con Luis Echeverría.
Foto Jorge Ángel Pablo García
Este conjunto, que lleva el nombre de Vicente Guerrero, líder de la insurgencia en la guerra de Independencia y presidente de México, constituyó uno de los proyectos de vivienda popular más ambiciosos en el país. Con sus 1.8 millones de metros cuadrados divididos en siete manzanas, llegaron a habitarla personas de varias colonias de la ciudad, como la Morelos, relata Angélica García, quien prácticamente ha vivido ahí el más de medio siglo que tiene esa unidad, cuya familia llegó del barrio Los Reyes, en Iztacalco, debido a que la casa que rentaban fue expropiada para la construcción de la línea 8 del Metro.
Éramos 11 hermanos, vivíamos en un cuartito, compartíamos un baño de piedra. Éramos pobres pero tan pobres que llegar a una casa con baño, cocina y cuartos propios fue algo que nunca habíamos imaginado.
Foto Jorge Ángel Pablo García
El complejo tuvo una inversión de 426 millones de pesos a cargo del entonces Departamento del Distrito Federal, donde fueron construidas casitas de interés social de un nivel, así como edificios que hasta la fecha albergan también abarrotes, papelerías, carnicerías, pollerías, zonas de recreación y parques, así como escuelas y una clínica del IMSS. La unidad fue hecha como una ciudad pequeña
, recuerda Angélica, quien en su niñez asistió a la primaria Copiapó, que actualmente tiene un busto de Salvador Allende y conserva el último mural de David Alfaro Siqueiros.
Colinda con el tianguis de Las Torres y el parque Cuitláhuac, cuenta con la clínica del VIH, un hospital de mascotas, mercados públicos y hasta un cine, que fue abandonado y hoy es un centro cultural de actividades, que en su interior aún se encuentran las butacas y se exhiben las máquinas de proyección.
Foto Jorge Ángel Pablo García
Los que por ahí transitan son desde los jóvenes del Colegio de Bachilleres –que se agrupan en los parques para platicar, echar novio o hasta tomar o fumar a escondidas de sus padres– hasta La Güera, una señora que desde hace más de 30 años acude con sus canastas de mimbre para vender pan todas las noches.
Si bien en su momento fue descrita como un lugar donde renacerá la solidaridad social
, la unidad Vicente Guerrero vivió muchos años de decadencia, tanto así, dijeron vecinos, que en los años 90 comenzaron a aparecer pandillas que dieron paso a actos delictivos como el narcomenudeo; de hecho, señalan a la manzana 5 como una de las más afectadas.
Foto Jorge Ángel Pablo García
Caminar por sus calles llenas de comercios minoristas y puestos ambulantes es una actividad que puede ser riesgosa. Para sus habitantes es común escuchar balazos, lo que la convierte en un lugar inseguro, sobre todo por las noches y para quien no conoce.
Pese al descuido que ahora es evidente, Angélica reconoce que las recientes rehabilitaciones del parque Periférico y la construcción del Barco Utopía la han vuelto protagonista de buenas noticias, no sólo al exterior, sino dentro de la colonia, donde sus habitantes se han volcado a ambos sitios para caminarlos, sacar a sus perros a pasear y hacerlo suyo. De acuerdo con las autoridades, en ambos proyectos se han invertido más de 150 millones de pesos.
Para los residentes estas acciones representan un intento por volver a recuperar el esplendor que algún tiempo tuvo este famoso barrio.