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04 de octubre de 2024 07:53

A mediados del siglo XIX nacieron en París los grandes almacenes, nuevos templos de la modernidad y el consumo de esa época, y hoy de miles de turistas, especialmente de Japón y China. En efecto, el Bon Marche, Printemps, las galerías Lafayette, la Samaritaine, el Carrousel, del Louvre, siguen como referencia de la ciudad.

El Museo de las Artes Decorativas dedica ahora una exposición al nacimiento de esos testigos de la historia, la política y la sociedad, sobre todo entre 1852 y la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales de 1925.

A través de 700 obras, que incluyen carteles, prendas de vestir, juguetes, fotografías, películas de la época y piezas de arte procedentes de las colecciones del museo, el visitante tiene un acercamiento a la evolución del comercio parisino durante ese periodo. Lo iniciaron empresarios audaces que revolucionaron la actividad comercial y crearon espacios dedicados a las mujeres.

Fue el inicio de la sociedad de consumo, la aparición de la moda y su democratización; la invención de las ventas por correo y de talleres especializados en elaborar objetos exclusivos para cada almacén. Hasta los niños fueron nuevo nicho de venta vía la demanda de los más diversos juguetes y ropa.

Además, con ellos comenzó la producción masiva de mercancías que demandaba una nueva capa social y política, y con riqueza material. Todo ello se dio en Francia en un momento de crecimiento económico y modernización. Y dieron por fruto la aparición de una burguesía ávida de consumo. Al mismo tiempo, el ferrocarril extendió sus vías para mover mercancías y a personas deseosas de ir de vacaciones; a ello se agregó la transformación urbana del centro de París, con sus espaciosos bulevares.

El reino de las mujeres, los llamó Émile Zola, que acudían a estas nuevas iglesias; también expresión del ocio, del placer de ir de compras. Ese reino, con modificaciones, se tiene ahora en todo el mundo. En China, con gigantescos malls; en México, con los centros comerciales a los que acuden familias en tropel. No a comprar, sino con mucha frecuencia, a pasear, a ejercer la dicha inicua de perder el tiempo, como sugirió Renato Leduc en su conocido poema.

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