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"Junto con ella, llegamos todas", dicen mujeres en el mitin

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La Presidenta posa con diputadas en San Lázaro. Foto Germán Canseco
02 de octubre de 2024 07:15

Una mujer menuda y arreglada con esmero forma un dique junto con sus compañeras para resistir la marea humana en el Zócalo. No están atemorizadas ante esa marejada o fuerza de río humano que arrastra con entusiasmo todo a su paso en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

GALERÍA: Claudia Sheinbaum toma protesta como presidenta de México

Parecen alegres y lucen radiantes; forman parte de un grupo de mujeres que vino de Aguascalientes para estar aquí el día en que Claudia Sheinbaum asumió el poder.

Esa señora esbelta y bien arreglada es Martha Patricia, de 59 años. Quiso estar presente porque piensa que era difícil que en México una mujer llegara a la Presidencia. O al menos no pronto. Pasaron dos siglos de vida independiente en el país y desfilaron 65 hombres en el máximo cargo político, para que ella dudara de esto y creyera que en esta tierra no pasaría.

Pero ya pasó, y Claudia dijo que con ella llegamos todas; yo tengo esperanza de que así sea de verdad, agrega, para aludir a la Presidenta con la proximidad que sugiere llamarla por el nombre propio: creo que el simple hecho de que sea una mujer en el más alto cargo la hará ser más sensible a lo que vivimos nosotras en México.

En un país en el que siete de cada 10 mujeres han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de sus vidas, según datos del Inegi, el sentimiento compartido por ellas es que ocurrió un cambio profundo este martes, que algo se quebró con el crujir de lo que cede a la fuerza porque ya es insostenible.

Todas hemos sentido miedo y todas nos hemos sentido poco valoradas, agrega Martha Patricia; yo sufrí violencia de mi ex pareja, un hombre que destruyó mi casa y me amenazó con un arma. La autoridad no quiso intervenir, quizás esperaba a que me mataran, o no sé, pero el caso es que no me defendieron. Eso lo vivimos muchas mujeres, y creo que eso va a cambiar; bueno, yo tengo esperanza de que así sea, porque ahora en la Presidencia está una mujer y prometió que estaría al frente de todas nosotras.

En la esquina de 16 de Septiembre e Isabel la Católica instalaron una pantalla para aquellos que no pudieran entrar al Zócalo, a unos metros de ese punto. Ahí se transmitió la ceremonia de toma de posesión y horas más tarde se congregó la gente para escuchar el discurso de la Presidenta de México.

En ese cruce de calles con nombres tan simbólicos, opuestos y complementarios, uno que alude al inicio de la guerra de Independencia y el otro al de la reina de Castilla, se expresaron como en un microcosmos todo lo que acontecía en mayor dimensión en el resto de la plancha capitalina. Cada proclama de Sheinbaum fue replicada con vivas y el coro más escuchado la tarde de ayer fue ¡pre-sii-denta, pre-sii-denta! Miguel Ángel Márquez fue el responsable de la seguridad de esa torre en la que estaba instalada la pantalla gigante. Me llamó la atención que los más emocionados eran los hombres. Uno de ellos hasta lloró, dice extrañado por la expresión emocional de ese espectador anónimo.

A unos metros de esa torre, doña Humbertina Michua, de 67 años, reposa en una silla plegable que llevó para aguardar las horas de espera. Llegó de Tulyehualco desde el mediodía, pero a pesar del cansancio está emocionada con lo que dijo Claudia sobre el trabajo invisible de las mujeres, las labores domésticas y de cuidados, que ellas cargan usualmente como una losa histórica y aplastante, además de que son poco o nada valorados.

Qué bueno que por fin volteen a verlo, dijo doña Humbertina; los maridos creen que las mujeres no hacemos nada en la casa y los hijos a veces ni agradecen. Es muy malagradecido ese trabajo, que además dura todo el día, sin descanso, porque apenas una limpia aquí y ya hay que lavar los platos y atender a los hijos y al esposo. Una no puede ni enfermarse; me acuerdo que una vez hasta con calentura tuve que preparar la comida de mis hijos, y eso nadie me lo reconoce. Tengo fe en que con esto se empiece a apreciar el esfuerzo que hace la mujer.

Muchos hombres se sintieron interpelados con lo que se dijo ayer en la toma de posesión en San Lázaro y en el Zócalo capitalino; muchos fueron forzados a ver eso que sucede ante sus ojos pero que de tan cotidiano y repetitivo parece tan natural que ni lo observan. Sergio Alonso Díaz viene de Oaxaca y confiesa que está muy pensativo desde el mediodía, no sólo porque Sheinbaum sea la nueva Presidenta y porque se despidió Andrés Manuel López Obrador, el ahora ex mandatario más popular de las últimas décadas. Es otra cosa lo que lo conmovió, algo que le recordó su propia biografía; unas palabras que le llegaron hondo cuando Claudia habló por esas bisabuelas que no aprendieron a leer ni escribir porque las excluyeron de la educación por ser mujeres.

Me acordé que allá de donde soy así era, cuenta con la mirada cristalina, a saber si por las horas de desvelo por el viaje en carretera o por estar genuinamente conmovido. “Mis abuelitos no quisieron que mis tías estudiaran porque ‘pa’qué, si después nomás iban a atender al marido y los hijos’. Luego, ya con mi papá, me acuerdo que no mandaba a la escuela a mis hermanas. Ni apenas amanecía y ya se iban las mujeres al molino para moler el nixtamal. Y los varones, pues nos íbamos al campo para ayudarle con el trabajo y, si se podía, pues a la escuela, pero sólo nosotros los hombres”.

En su caso, piensa que esa cadena ya se rompió, pero que aún arrastra mucha mala educación. Yo sé que fui como muchos hombres; vaya, que tengo mi machismo, pero uno trata de ser mejor. Hoy mi hija es ingeniera bioquímica y vine en su representación; ella me lo pidió, porque debido a su trabajo no pudo venir, así que creo que las cosas van a ser diferentes, que van a ser mejores, ¿no?, agrega don Sergio.

Y por aquí y por allá se intercambia el coro por López Obrador y se afianza el nuevo estribillo de es un honor estar con Claudia hoy, y lo mismo en el Zócalo que en las calles aledañas o en los cafés y bares de la zona, el Cuatro 20 es un minizócalo con la gente que responde a lo que miran en las pantallas mientras se refrescan con unas cervezas.

Tres mujeres se retiran. Esther Ponce, de 50 años y habitante de Xochimilco. Estudió relaciones internacionales y es docente e investigadora. María Arenas, de 59, es ingeniera. Ellas, como profesionales, no están excluidas de esos sentimientos que se expresan en casi todas las mujeres en este país. La vulnerabilidad en el espacio público y la responsabilidad del cuidado de hijos y del hogar que recae en casi todas, dice María. Creo que este proceso también tendrá un impacto profundo en la manera en que los hombres se representan en cada comunidad. Quizas por obligación, pero cada vez más aprenderán a ver algo que parecía lo normal y por eso era invisible, advierte Esther. Y la joven Maya, de 16 años, quien las acompaña, remata: Claudia parece una rebelde porque logró llegar a ser Presidenta. Un día eso que parece rebeldía será lo que estará normalizado, y espero que así sea.

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