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Cada escritor debe tener un universo personal, asevera David Toscana

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El escritor regiomontano David Toscana platica con ‘La Jornada’ sobre la redición de su libro ‘Lontananza’ (Editorial Era), en el que narra historias de un grupo de parroquianos en una cantina del norte de México. En la imagen, el autor durante una entrevista para este medio en octubre de 2022. Foto María Luisa Severiano
02 de octubre de 2024 08:01

En entrevista con La Jornada a propósito de la redición de su libro de cuentos Lontananza por Ediciones Era, el escritor regiomontano David Toscana recordó una escena: hace años, José Emilio Pacheco, autor de Las batallas en el desierto, le tendió una invitación para sumarse a dicha casa editorial, la cual ha albergado a figuras como Elena Poniatowska, José Revueltas o Carlos Monsiváis; sin embargo, no se pudo concretar.

Cuando vas comenzando, las agencias literarias te seducen, admitió el narrador, por eso hasta ahora se dio estar en Era, lo cual me da mucho gusto.

Editado por primera vez en 1997, los temas que aparecen en Lontananza son reflejo de los rasgos que integran la posterior obra del autor, enfocada principalmente en la novela. “En ese entonces escribí el libro como un reto que me hizo mi amigo Eduardo Antonio Parra. Yo no tomaba, y por ello él me dijo que no podía escribir cuentos sobre cantinas si sólo bebía ‘chocolala’”.

Para sus lectores será fácil establecer puentes entre estos relatos y los personajes que integran su universo literario. Por mencionar un ejemplo, el protagonista del cuento Bienvenido a casa, llamado Amaro, recuerda de inmediato a Miguel Pruneda, de su novela Duelo por Miguel Pruneda (2002), por su vida aparentemente mundana que encuentra en la imaginación, potenciada por unos tragos, la posibilidad de grandeza. Al respecto, el autor remarcó que si bien está presente el alcohol, lo que importa son las vidas imaginarias y los sueños más elevados que los que te presenta la realidad.

Autor quijotesco

Nacido en Monterrey en 1961, Toscana es descrito como un escritor quijotesco, no sólo por la influencia evidente que Cervantes ejerce sobre su obra –muestra de esto es su más reciente novela, El peso de vivir en la tierra (2022), ganadora del Bienal de Novela Mario Vargas Llosa–, sino porque sus personajes viven, como el ingenioso hidalgo, atrapados entre el deseo de redención y la irremediable certeza de que el mundo está roto, que la realidad es una broma cruel.

Su obra ha sido galardonada con premios significativos, consolidándolo como una de las voces más originales de la literatura en español. Entre ellos destacan el Premio José Fuentes Mares por El último lector (2004) y el Premio Xavier Villaurrutia por su novela Los puentes de Königsberg (2009).

Toscana presentó Lontananza este lunes en la Feria Internacional del Libro Monterrey, que se desarrolla en el centro de convenciones Cintermex.

–En Lontananza, los protagonistas cuentan ya con muchas características de lo que podemos llamar toscaniano, ese rasgo compuesto por seres que mediante el trago, el exceso de lecturas y realidad dignifican el fracaso, a la vez que el heroísmo es tanto un acto de resistencia como de locura.

–Tú le llamas así. Yo creo que el escritor debe tener un universo personal, más allá de tener la capacidad de contar diversas historias y crear múltiples personajes. Existe una huella digital que puedes notar. Pasa con la música: escuchas algo sin saber de qué se trata, pero por esa huella dices ‘esto es Bach, esto es Mozart’. No hay que estarse repitiendo, claro, pero eso es lo que hace a un escritor.

–¿Cree que Don Quijote de la Mancha es también parte importante de su estilo, tanto estructural como temáticamente?

–Sí, pero buena parte de mi literatura viene del capítulo 15 de Un puente sobre el Drina, de Ivo Andric. Son personajes pequeños, borrachos, pero que tienen mucha vida en sus cabezas.

Al igual que en dicha novela, las ciudades y los espacios en las novelas de Toscana son escenarios donde los personajes se enfrentan a la decadencia, el desmoronamiento y el absurdo de la realidad. De El último lector (2004), novela impregnada de ese ambiente, también se desprenden similitudes con un cuento llamado Un poeta local, donde están presentes elementos de crítica literaria y la herramienta narrativa de hacer parecer que los protagonistas son los que están escribiendo los historias.

–¿Qué relación tiene ahora con el cuento?

–No soy cuentista, digamos que de vocación ya no lo hago. Por su naturaleza, en el cuento a veces sólo puedes describir situaciones que se quedan en el nivel de la anécdota; yo prefiero seguir a un personaje durante varias páginas. De hecho, si esta obra vuela más alto es porque la cantina –llamada igual que el libro– une a todos los personajes y refleja mi necesidad novelesca de desarrollar situaciones en un mismo ambiente.

Muchas personas dicen que ya no se leen cuentos, y yo, sin que me apunte como defensor, porque me gusta la novela, a cualquier escritor le viene bien tener un libro de ese género literario. A veces los novelistas envidiamos a los poetas por la relación que establecen con sus lectores mediante sus compilaciones. El cuento, por su naturaleza, se queda en medio, y te da la oportunidad de que mediante una antología puedas llegar a más sitios.

–¿Está preparando su siguiente novela?

–Sí, aunque por una cuestión de cábala no diré nada (risas). Llevo ya muchos años con ella en la cabeza, y hace aproximadamente seis meses resolví cómo realizarla. Calculo terminarla en un año.

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