Un mismo nombre para realidades diferentes. Aunque la Nueva Escuela Mexicana (NEM) es el término utilizado para denominar la política educativa de la 4T, en los hechos ha tenido contenidos distintos a lo largo del sexenio. El concepto fue acuñado en el periodo en el que Esteban Moctezuma estuvo al frente de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Se dijo entonces que fue producto de 32 fotos y 64 mil ponencias de 2019, que dieron vida al Acuerdo Educativo Nacional. Según el titular del ramo: “El objetivo primordial de la Nueva Escuela Mexicana es reorientar al sistema educativo nacional para poner en el centro de su esfuerzo el aprendizaje de niñas, niños, adolescentes y jóvenes” (https:// shorturl.at/1ak07).
La NEM fue incorporada al Título Segundo de la Ley General de Educación de septiembre de 2019. Con distintas palabras, se conservó en ella buena parte del espíritu de la reforma educativa de Enrique Peña Nieto. En el artículo 19 establece que el Estado, a través de la NEM, “buscará la equidad, la excelencia y la mejora continua en la educación, para lo cual colocará al centro de la acción pública el máximo logro de aprendizaje de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes.
Tendrá como objetivos el desarrollo humano integral del educando, reorientar el Sistema Educativo Nacional, incidir en la cultura educativa mediante la corresponsabilidad e impulsar transformaciones sociales dentro de la escuela y en la comunidad”.
En los hechos, fue la fachada para un edificio sin construir. El año y cinco meses que Delfina Gómez estuvo al frente de la SEP (2021 a 2022) transcurrió con más pena que gloria. Con mucho ruido y pocas nueces, la definió como “el espacio idóneo para una educación con visión de futuro, donde la armonía, la empatía y el trabajo colaborativo permitirán la equidad, pertinencia y mejora continua en el aprendizaje” (https://shorturl.at/Fxxkw). Ya de salida, anunció un nuevo plan de estudios. Los borradores filtrados apenas y mencionaron a la NEM.
La salida de la profesora Gómez de la SEP y la llegada de la maestra Leticia Ramírez coinciden con la promulgación del “Plan de estudio para la educación prescolar, primaria y secundaria” en agosto de 2022. La NEM comienza entonces a tocar piso, no sin disputas dentro de la SEP sobre las características, alcance y conducción del proyecto.
Entre muchas más, sobresale una contradicción: los funcionarios que conciben que la NEM se materializa, básica y esencialmente, en los nuevos libros de texto, y quienes, como lo señala el doctor Gabriel Cámara, director general de Conafe, consideran que la propuesta del nuevo modelo educativo no sólo plantea los libros, sino también un nuevo plan de estudios, programas sintéticos y analíticos, y prácticas didácticas para quienes están frente a grupo (https://shorturl.at/l13Z1).
Dígase lo que se diga, en los hechos, los nuevos libros de texto y la enseñanza por proyectos se echaron a caminar sin la participación de los maestros, sin gradualidad, sin pilotaje, sin actualización ni formación docente. El resultado está a la vista, como señala Pedro Hernández: la NEM no ha aterrizado en las escuelas.
Nunca se explicó realmente y a fondo la metodología, por lo que los profesores no la tienen clara. Además, como explica Lev Velázquez, hay un choque burocrático con directores e inspectores, que reivindican los documentos oficiales sin comprenderlos, pues su función se ha convertido en algo meramente administrativo. Por si fuera poco, no hay coherencia entre proyectos y campos de conocimiento.
De manera que, para cumplir con los requerimientos de sus autoridades y quitarse de problemas, muchísimos maestros optan por comprar guías con planes didácticos, exámenes, evaluación diagnóstica de aprendizajes, programas analíticos, cuadernillos de ejercicios y hasta el desglose del plan nacional. Editoriales como Lainitas y DM, youtuberos, webinars y talleristas ofrecen a los profesores el trabajo hecho. La oferta es muy amplia. Incluso, algunos viejos defensores de la educación por competencias han entrado al negocio de hacer la chamba de la NEM.
Ciertamente, los maestros acostumbrados a trabajar por proyectos o en educación alternativa han utilizado este nuevo espacio para seguir haciendo lo que ya hacían. Más aún, algunos de ellos han asesorado solidariamente a sus colegas en este camino, sin retribución alguna. Algunos más, le han entrado con sus propios recursos a experimentar esta ruta. Pero son una minoría. La NEM ofrece formalmente a los maestros autonomía curricular.
Sin embargo, los mantiene sujetos a una pesada carga de obligaciones burocráticas y disciplinas institucionales, que hacen de esta autonomía un espejismo. Habla de liberación pero no cuenta con un aparato crítico ni un proyecto de emancipación social. En los hechos, aumenta la carga de trabajo docente no remunerado.
Andrés Aubry, un sabio que acompañó durante décadas las luchas indígenas en Chiapas, contaba una fábula sobre lo que representaba para los pueblos originarios la autonomía tutelada por el Estado. Según su relato, un espléndido caballo tenía un único y embarazoso problema: no podía correr. Su dueño gastó fortunas en consultar a especialistas. Nada logró: seguía sin correr.
Pero el mozo que lo cuidaba los miraba a todos con una sonrisa de media burla. Desesperado, el amo le preguntó: –Si creés que sabés, ¿por qué no hablás? ¿Qué decís que tiene? –¿De veras querés saber? –respondió el mozo. –¡Pos sí, ándale! –Pero es que no me vas a hacer caso –insistió el cuidador. –Decímelo de una vez. Órale, es la vencida, decímelo –respingó el patrón. –¿No ves, patrón? –dijo el mozo–. Lo que tiene este caballo es que está amarrado. ¿Por qué no lo soltamos?…
Siguiendo la parábola de don Andrés Aubry, la autonomía profesional en la NEM es un vigoroso corcel atado a la burocracia que, para hacerse realidad, necesita desamarrarse.
X: @lhan55