La trascendencia generacional del movimiento estudiantil de 1968 la podemos ver en la primera mujer presidenta de nuestro país, la Dra. Claudia Sheinbaum, al declararse ella misma hija de dicho movimiento. Quién lo hubiera imaginado en aquellos tiempos de movimientos juveniles, porque años después vendría el movimiento del Consejo Estudiantil Universitario, que una mujer estudiante y activista llegaría a ocupar esta posición y responsabilidad. Pareciera que se hubiera cumplido aquella consigna de: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”.
El entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz y el secretario de Gobernación Luis Echeverría Álvarez y el ejercito bajo su mando fueron los responsables del crimen que se cometió la tarde del 2 de octubre en un mitin absolutamente pacífico en el que participaban estudiantes, padres de familia, niños, obreros y gente del pueblo en general. El saldo de aquella represión fue terrible, centenares de personas muertas, heridas y detenidas.
Días después, el 12 de octubre se inauguraba la XIX Olimpiada paradójicamente, en el estadio de Ciudad Universitaria, con el lema: "Todo es posible en la paz", con el que irónicamente se pretendía ocultar el crimen de Estado en la Plaza de Tlatelolco. De aquella masacre en la Plaza de Tlatelolco surgió la histórica consigna “2 de octubre no se olvida”. ¿Por qué la persistencia de la consigna 2 de octubre no se olvida? Paco Ignacio Taibo II expresa “No se olvida porque no nos da la gana y porque no queremos olvidarlo. Pero también porque de él venimos, es el punto de partida de una generación que asume la voluntad de cambiar este país, la mexicanización de los hijos de la clase media expresada en la recuperación del himno nacional, y lo hace con la movilización social, la experiencia autogestiva, el descubrimiento de la ciudad y sus inmensos límites y fronteras, con la revolución en la cultura y sobre todo con un pacto de futuro”.
Su persistencia también se explica porque la represión de ese año no fue ni mucho menos el final de las represiones y de la violencia del Estado, vendrían muchas otras, sin ir muy lejos y nuevamente sobre los estudiantes, la del 10 de junio de 1971 conocida como “El Halconazo”. Así, el 68 se convirtió en un referente histórico fundamental para entender la lucha por la libertad y la democracia.
Con sus demandas de esclarecer la verdad de los hechos, de la impartición de justicia, de castigo a los culpables, de la reparación de los daños, de romper con los pactos de impunidad y de la garantía de la no repetición, se fue fortaleciendo también la demanda del respeto a los derechos humanos y a su ejercicio efectivo. Que mayor vigencia de estas demandas para la justicia que se exige en el caso de la represión y desaparición forzada de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, después de 10 años de este nuevo crimen de Estado.
Al 68 se le ha caracterizado como un proceso que, si bien fue derrotado militarmente, finalmente triunfó política, cultural y simbólicamente. Su importancia y trascendencia ha sido tal que el escritor Carlos Fuentes afirmaba que la historia del país no era comprensible sin el antes, el durante y el después del 68. Obras recientes como la de Eugenia Allier, lo han calificado como “El movimiento que triunfó en el futuro”. Su persistencia y vigencia se debe también a que el movimiento estudiantil del 68 se ha negado a ser oficializado, a pesar por ejemplo de haber sido inscrito en los muros de la Cámara de Diputados.
Al movimiento estudiantil de 1968 a lo largo de los años se le ha considerado como un parteaguas en la historia moderna de nuestro país por la influencia que ha tenido en los cambios políticos asociados a las luchas por la democracia, las libertades, la justicia, el combate a la impunidad y la reivindicación de un cambio profundo en la relación entre gobernantes y gobernados, reivindicando la participación de las mayorías en la vida pública de nuestro país con aquella poderosa y desafiante demanda de diálogo público frente a un gobierno de características profundamente autoritarias, represivas y excluyentes.
El 68 mexicano forma parte de un tiempo en el que a nivel mundial los jóvenes desafiaron el orden establecido y demandaban libertad y apertura política, pretendían cambios profundos de la vida cotidiana y de las costumbres, querían una nueva libertad sexual, la liberación femenina y desafiaron la moral conservadora de la época. Estas revueltas estallaron en amplias regiones del mundo: en Paris, en Berlín, en Ámsterdam, Londres, Roma, Turín, Brasil y Buenos Aires.
En varias ciudades de Estados Unidos, los jóvenes protestaron masivamente contra la guerra de Vietnam y en Praga se enfrentaron al autoritarismo represivo impuesto por la URSS. Por ello, Armando Bartra, denominó a este tiempo “Tiempo de jóvenes”.
En nuestro país ya nos advertían del agotamiento de las prácticas represivas, antidemocráticas y antipopulares de un régimen autoritario que ahogaba libertades y derechos. El movimiento del 68 fue un acontecimiento que por su relevancia ha sido recreado en una serie de representaciones como novelas, películas, obras de teatro y documentales, profundizando y explicando las razones, las vivencias, los hechos y las consecuencias del movimiento, lo que fortaleció su trascendencia, vigencia y memoria.
Si hoy se afirma que la transformación que vivimos no será tal si no es feminista, no podemos dejar de mencionar como los estudios y reflexiones sobre el 68 se comenzaron a vincular con los estudios de la participación de las mujeres y su relevancia en los movimientos sociales. Nada mejor que citar a la Dra. Marcela Lagarde, participante en el movimiento del 68, pionera del feminismo en México y una de sus más reconocidas impulsoras: “Escuchó sobre todo a hombres dirigentes enunciar sus experiencias como si hubiesen estado solos.
Solos de nosotras. Miro las imágenes y en las asambleas, ¿Qué extraño? Hay mujeres, veo las marchas y ahí van también mujeres, muchas mujeres. Y la mayoría de los hombres del 68 no hablan de las mujeres, casi no nos mencionan. Se les llena la voz de liberación sexual, me pregunto ¿Con quienes las vivieron?”
“Nos enfrentamos cada quien como pudo, a la doble moral de las buenas familias y al qué dirán. Despotricamos de las parejas respetables siempre disparejas y huérfanas de amor”. En la importancia de recuperar la memoria de los movimientos sociales que fueron logrando los derechos y libertades que hoy gozamos debemos preguntarnos: ¿Cómo los jóvenes de hoy miran y valoran estos movimientos?, ¿Qué tan distantes están de sus valores, empeños, demandas y expectativas? Esperemos que las nuevas generaciones participen en el proceso de transformación de nuestro país, cuestionando paternalismos, autoritarismos, arbitrariedades e injusticias.