Ciudad de México. En el futbol hay aficiones como la de Pumas que se transmiten de padres a hijos. Para cientos que asistieron ayer al estadio Ciudad de los Deportes, las victorias contra el América resumen sus momentos más felices. Hace más de 13 años que no ganan un título en la Liga, pero los universitarios celebraron otra vez con orgullo ganar (1-0) ante las Águilas en un clásico capitalino. El gol del triunfo lo marcó el peruano Piero Quispe.
En noches como la de este domingo, el valor de los aficionados no radica en las clases sociales, sino en lo que son capaces de transmitir en las gradas. Cada uno hace honor a los colores de su club. A pesar de que el juego no les hizo justicia por momentos, la apropiación del ambiente fue completa. Se escucharon tambores, aparecieron telones gigantes y los jugadores, que compitieron al final bajo la lluvia, miraron más de una vez a su alrededor cada vez que el piso se cimbraba. El idioma futbolero volvió a ser el mismo para todos.
Con el silbatazo del árbitro, el América y sus figuras intentaron ganar terreno en el inicio. Sin embargo, el ataque del que se hablaba en los días anteriores y que todos querían ver no apareció. El único elemento que se acercó a eso fue el colombiano Cristian Borja con un par de avances veloces por la banda, los cuales sirvieron tan sólo para provocar lamentos en sus compañeros. En medio de una batalla física que incluyó patadas y empujones, esa sensación de competir en un clásico como si no hubiera un mañana se siguió encontrando en diferentes sectores.
No fue casualidad que el árbitro Fernando Hernández respondiera a los reclamos del técnico André Jardine con la advertencia de expulsarlo. En una de esas imágenes teatrales, el brasileño bajó la cabeza cuando el peruano Piero Quispe entró por la banda izquierda y remató de zurda ante Luis Malagón, luego de una mala salida de los zagueros americanistas (19).
No se puede entender el peso de la victoria en un clásico, sin considerar su influencia en los días siguientes. En el América el resultado golpeó el orgullo, fue la consecuencia de un equipo que no encuentra la manera de reducir a sus rivales cuando juega como local y cuya semana será un nuevo problema.
A diferencia de otras aduanas que mostraron mayoría de asientos vacíos, ayer los aficionados en la capital estuvieron cerca de lograr el lleno en el estadio Ciudad de los Deportes, donde sonoros silbidos acompañaron al bicampeón.
Los de la UNAM, con el pecho inflado de orgullo, cerraron la fecha 10 en el quinto lugar con 19 puntos. Mucho más abajo, en el puesto 11, las Águilas terminaron fuera de la zona de repechaje con 13 unidades.