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Propuesta migratoria para el nuevo gobierno

26 de septiembre de 2024 00:04

Es un momento importante la llegada de la nueva presidenta Claudia Sheinbaum al gobierno de México. Tiene la oportunidad de hacer propuestas sobre aquellos asuntos que requieren su atención. El tema migratorio es uno de ellos.

La propuesta inicial de AMLO fue totalmente distinta a lo que se vio obligado a implementar ante las amenazas de Donald Trump de aplicar aranceles a los productos mexicanos. La decisión más cuestionada fue utilizar a la Guardia Nacional para cuidar las fronteras, lo que de inmediato fue interpretado como una forma de criminalizar a los migrantes, convertidos en enemigos que requieren la fuerza pública para impedir que entren al país.

Esa fue una estrategia equivocada y peligrosa, porque ese cuerpo de seguridad no está calificado para tener contacto con migrantes, lo que llevó a enfrentamientos absolutamente reprochables. Hay que remover a ese grupo de seguridad. Por otro lado, es urgente que se revise la composición del Instituto Nacional de Migración (INM), que ha sido un centro de corrupción. Se trata de un personal que tiene nada menos que la responsabilidad de las admisiones al país, pero sin pasar por el más mínimo control de confianza.

El INM debe ser dirigido y manejado en su totalidad por personal calificado en derechos humanos, esa es la orientación que les va a permitir entender que las personas salen de sus países por absoluta necesidad, que el horizonte de una nueva vida los lleva a enfrentar todo tipo de tragedias.

Por supuesto, no puede haber centros de detención para los migrantes, sino refugios en espera de sus documentos, equipados con todas las facilidades de higiene, alimentación, cuidados para infantes, vengan con familia o solos, en cuyo caso nunca deben ser repatriados; es el Estado mexicano el que debe hacerse cargo de ellos, es decir, educación, salud, atención sicológica, etcétera.

Urgen programas públicos impartidos en todos los medios de comunicación que hagan explícita esta visión cercana a los derechos humanos, fundamental para superar el desconocimiento de este fenómeno que lleva a inaceptables demostraciones de xenofobia y racismo.

Quedó bastante claro que las posiciones de los demócratas en la figura de Kamala Harris y el republicano Donald Trump en relación con la situación de los migrantes en el país vecino no plantearon nada nuevo, más allá de los dichos risibles y patéticos de Trump, de que los migrantes haitianos se comían a las mascotas de los ciudadanos de Ohio, lo que ha servido para “regalar más material a los comediantes” como dice David Brooks.

Esto quiere decir que los migrantes mexicanos, centroamericanos o de otras latitudes que pretendan llegar al vecino del norte encontrarán el mismo recibimiento que han tenido hasta ahora. Importa poco si son demócratas o republicanos.La realidad es que el fenómeno migratorio es utilizado por unos y otros para sus propios intereses.

Por tanto, hay que pensar cómo revertir la tendencia de la migración forzada. Sin duda, exige transformar las condiciones que la generan, es decir, cambios en el modelo de desarrollo de los países cuyos gobiernos los concita a salir porque sus oligarquías vinculadas a las internacionales despojan a los pueblos de sus recursos naturales, otorgan concesiones mineras a extranjeros, firman acuerdos de libre comercio que sujetan a los países a denuncias impagables, bancos cuyas matrices se llevan los beneficios descapitalizando a los países, etcétera.

Élites que impiden un cambio de rumbo, ejerciendo la ya famosa lawfare y, por supuesto, llamando a los poderes internacionales para que intervengan al país. Es posible confirmar lo señalado cuando se observan las dificultades del gobierno mexicano, que intenta revertir el modelo anterior, y concretamente con la reforma judicial, cuyos integrantes son la representación clarísima de un modelo que exige cambios sustanciales.

Las élites internas se oponen furiosamente, llegando a extremos peligrosos, y no puede soslayarse la intervención del propio Estados Unidos, a través de algunos senadores, medios de comunicación y el mismísimo embajador Ken Salazar, manifestando su inconformidad, insistiendo en que la reforma judicial afectará al T-MEC, a la democracia, etcétera.

Y ésta es otra vertiente con la que hay que lidiar, Estados Unidos, país que se arrogó el papel de policía del “mundo libre”. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, formó una maquinaria militar global para lanzarse contra la supuesta “amenaza soviética”, a pesar de que no había el más mínimo dato para ello, pero convenció al mundo occidental y se lanzó a una cruzada contra “los soviéticos, los socialistas, los comunistas, los rusos” a los que había que destruir (Baran y Sweezy).

Y el primer país que cayó bajo su cruzada fue, por supuesto, Cuba. Era inaceptable que un pequeño país se saliera de su área de influencia y menos iban a permitir que se convirtiera en un modelo exitoso, serían el gran peligro que se podía contagiar.Por tanto, había que destruirlo. Lo demás es historia tristemente conocida en América Latina, Asia y África.

Sin embargo, la historia no ha cesado, esa cruzada, ahora apoyada por el brazo genocida de Israel, continúa hasta hoy, porque, por lo visto, todos los países son amenazas y hay que destruir a los rusos, a los chinos, a los palestinos, a los iraníes, a los libaneses, a los sirios, a los yemeníes, etcétera.



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