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¿La fiesta en paz?

22 de septiembre de 2024 08:49

Hay sociedades más remilgosas que otras, ya por educación mal entendida, tradiciones tergiversadas o prejuicios acumulados. Remilgo es afectación, falsa delicadeza, cursilería, valores fingidos, debilidad mal disimulada y, lo más lamentable, acatamiento irreflexivo de valores sin sustento y de órdenes arbitrarias. Así, toda publicación que se quiere profesional e independiente evita caer en los remilgos informativos y de contenido, consciente de que su labor se sustenta en la inteligencia y en el registro puntual de la sociedad a la que pretende servir, sin más tema aborrecido que el ocultamiento o la tergiversación de los hechos.

Desde sus inicios y para escándalo de no pocos de sus fundadores y primeras firmas, los directivos de La Jornada decidieron incluir un tema que en poco tiempo sería expulsado de la gran mayoría de los medios impresos y electrónicos: la tauromaquia. No se trató de un capricho sino del compromiso ético-periodístico de dar cuenta de una tradición que en buena medida ha permeado la vida de la sociedad mexicana desde 1526, y no como alegre divulgación de hechos, sino con la lupa de quien se exige ver, más allá del oro, la seda, la sangre y el sol, la dignidad animal del toro de lidia y humana del torero.

Son ya cuatro décadas en que La Jornada no sólo se ocupa semanalmente del tema de los toros sin asomo de remilgos, sino que lo hace desde una óptica crítica al margen de todo compromiso con el taurineo –componendas de espaldas a la afición, en perjuicio de la fiesta y para beneficio de unos cuantos–, al grado de que nuestro periódico nunca ha dudado en sacrificar ingresos publicitarios para modificar una línea de opinión y análisis que sistemáticamente cuestiona un monopolio caracterizado por su escasa responsabilidad taurina, social y cultural, no ajeno a complicidades con la autoridad en turno. Infinitas gracias, directora Carmen Lira, por tu timón de inalterable compromiso con un periodismo plural y sin complejos ante un modernismo tan falso como inducido.

Más desafortunado no pudo ser el inicio del serial La CDMX Celebra su Pasión – sic que retumbó hasta el Zócalo–, que sustituye a la tradicional temporada grande en la Plaza México: una desalmada corrida charro-taurina con cinco toreros de a pie, un rejoneador, un encierro de los que rehuyen los que figuran, sosita escaramuza de unas jóvenes y el maestro Artemio Becerril floreando la reata con lucimiento. Pero algún creativo decidió que el festejo comenzara a las 16:30 horas y no a las 13 como las nueve novilladas previas, precisamente para capotear la lluvia, que el lunes 16 empezó al doblar el segundo toro de la lidia ordinaria, con otro ingrediente: un vendaval.

Pepe Murillo enfrentó a Gorrión, cárdeno y abierto de cuerna, con 490 kilos, del hierro de San Marcos, al que recibió con verónicas de las suyas. El astado recargó en dos puyazos y Murillo se fue a los medios para, sin moverse, quitar por ceñidas gaoneras y precisa revolera. Reconcentrado y convencido, templó primero por derechazos y luego por meritorios naturales con la muleta flameando. Insaciable, Pepe citó entonces por bernadinas, siendo prendido en una de ellas. Con el pantalón de charro destrozado se tiró a matar, recibiendo ahora una fuerte cornada en el muslo derecho, sabedor de que sólo con pasión se accede a la trascendencia. ¿Qué más necesita hacer Murillo para que lo tomen en cuenta?

Juan Luis Silis, bajo un diluvio, ligó increíbles tandas de derechazos en tablas antes de que el toro se rajara. Desde el callejón, el valeroso Luis Conrado observaba pensativo. Poco que torean y cuando lo hacen se cae el cielo. ¿Se decidirá la empresa a empezar las corridas a las 13 horas?

Jazz

Juan Pablo Aispuro. Pitayo Music.

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Limpia en el Infonavit. Bola de queso podrido. Todos meten la mano.

Astillero

La corrupción en el Infonavit. Señalamientos en la mañanera. Las administraciones de PAN y PRI.
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