En este caso, el personaje epónimo (la actriz y realizadora Noémie Merlant) es una especie de supervisora de calidad de hoteles de lujo. Y en medio de su chamba, que la lleva a Hong Kong, ella busca con cierto desgano a sus parejas sexuales.
En su afán de neutralizar la fórmula de los relatos de Emmanuelle Arsan, lo que ha logrado la directora es quedarse a la mitad del camino. No es, como parecía, una diatriba feminista sobre la sexualidad femenina, lo cual está bien. Sin embargo, el personaje nunca parece experimentar placer de algún tipo –aunque sea culinario– y permanece distante y fría, aunque esté en medio de un jadeante triángulo amoroso.
Según ha confesado Diwan, su modelo expresivo era Deseando amar (2000), esa obra maestra del deseo reprimido de Wong Kar-Wai. Temo decir que se quedó muy, muy lejos de su objetivo.
Mientras que la primera película en concurso, Cónclave, del alemán Edward Berger, presume de eficiencia narrativa, si bien se queda algo corta en sus pretensiones de exponer el estado actual de la Iglesia católica.
En ella, un Papa anciano fallece y el arzobispo decano Lawrence (Ralph Fiennes) se da a la tarea de organizar el cónclave que elegirá al nuevo pontífice con la votación de cardenales de todo el mundo. Eso desata una serie de grillas e intrigas entre los candidatos más probables. El más popular es el liberal Bellini (Stanley Tucci), quien dice no querer el puesto. El más odiado, el italiano Tedesco (Sergio Castelitto), cuya ideología reaccionaria amenaza con retrasar aún más los preceptos católicos. Y hay uno siniestro, Tremlay (John Lithgow), que opera secretamente para desacreditar a sus rivales, incluyendo al africano Adeyemi (Lucian Msamati) a quien se le revela una amante en su pasado. Curiosamente, un cardenal mexicano (Carlos Diehz) resulta ser clave en el proceso.
El ágil guion de Peter Straughan, basado en la novela de Robert Harris, mueve bien las piezas de su intriga, bien aceitada por los buenos actores en su reparto. Sobre todo, Fiennes sobresale como el decano forzado a hacerla de detective para escudriñar el currículo de los candidatos. Con dudas sobre su fe, el personaje parece doblarse con el peso de sus responsabilidades, y eso lo expresa el actor cabalmente.
Si el director Berger había antes examinado con habilidad los mecanismos brutales de la guerra en Sin novedad en el frente (2022), ahora lo hace con la pompa y la ceremoniosidad de los ritos católicos. Expuestos a la luz moderna, estos siguen antojándose como dignos del medioevo.
Cónclave funciona como thriller religioso, si bien no parece tener más peso ni densidad que una hostia. Pero ha sido un buen comienzo para la competencia donostiarra.
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