José María Morelos es, junto con Miguel Hidalgo, uno de los padres fundadores de la nación mexicana y quien tuvo más claro el proyecto en que debía fundarse. Nació en Valladolid el 30 de septiembre de 1765. De familia muy humilde, su padre era carpintero y su madre hija de un maestro, en cuya escuela aprendió las primeras letras. Tuvo que abandonar sus estudios para ayudar a la familia y se dedicó a la agricultura y la arriería.
A los 24 años ingresó al Colegio de San Nicolás, en Valladolid, donde era rector Miguel Hidalgo; cursó latín y teología en la Ciudad de México. Se recibió de sacerdote en 1797.
A su regreso a Michoacán como párroco en Carácuaro, conoció las necesidades de los indígenas y procuró ayudarlos. En octubre de 1810, al saber que Hidalgo se levantaba en armas contra el gobierno virreinal, fue a ofrecerle sus servicios. Hidalgo le encomendó llevar la causa insurgente al sur y tomar Acapulco.
A su regreso a Michoacán como párroco en Carácuaro, conoció las necesidades de los indígenas y procuró ayudarlos. En octubre de 1810, al saber que Hidalgo se levantaba en armas contra el gobierno virreinal, fue a ofrecerle sus servicios. Hidalgo le encomendó llevar la causa insurgente al sur y tomar Acapulco.
Desde febrero de 1812, en un exhorto al ejército realista expresó: “Ya no hay España porque el francés está apoderado de ella. Ya no hay Fernando VII, porque o él se quiso ir a su casa de Borbón a Francia, o lo llevaron a la fuerza, y entonces ya no existe. Y aunque estuviera, a un reino conquistado le es lícito reconquistarse y a un reino obediente le es lícito no obedecer a su rey”. Como se advierte, establecía los fundamentos del derecho a la rebelión y la soberanía popular
Morelos fue el mejor militar de la insurgencia. A diferencia de los enormes ejércitos que comandaron Hidalgo y Allende, Morelos condujo contingentes mucho menores, pero mejor organizados y disciplinados. Con el apoyo de algunos de los más capaces jefes insurgentes, como Hermenegildo Galeana y Mariano Matamoros, puso en jaque al gobierno virreinal y estableció amplias zonas liberadas bajo el control insurgente.
Una de sus máximas hazañas fue romper el cerco de Cuautla en mayo de 1812.
En esos meses conquistó la mayor parte del sur y centro del territorio novohispano. Su genio militar se combinaba con su talento político y su visión de estadista. Continuó el avanzado proyecto social de Hidalgo que buscaba crear una sociedad más justa. Prohibió que los indios pagaran tributos y diezmos; suprimió la esclavitud, las cajas de comunidad y evitó que la insurgencia se convirtiera en una guerra de castas. Además, convocó al Congreso de Anáhuac, que se inauguró en Chilpancingo el 14 de septiembre de 1813, donde presentó su Sentimientos de la nación.
Ese texto condensa el ideario insurgente, libertario, igualitario y justiciero de Morelos. En él definió la esencia de un gobierno y de leyes al servicio del pueblo, así como una sociedad entre iguales: “La buena ley es superior a toda persona y debe ser tal que modere las desigualdades sociales, mejore las costumbres y obligue al patriotismo, para que no distinga a un hombre de otro más que la virtud, nunca el color de la piel”. También expresó sin ambigüedad, la necesidad de la independencia y el principio esencial del nuevo régimen, la soberanía popular, así como la construcción de una sociedad más justa, objetivo central del gobierno insurgente: “Que la América es libre e independiente de España y de toda otra nación, gobierno o monarquía; que la soberanía dimana inmediatamente del pueblo; que la patria no será del todo libre y nuestra mientras no se reforme el gobierno, abatiendo el tiránico, sustituyendo el liberal, e igualmente echando fuera de nuestro suelo al enemigo español; que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto; que la esclavitud se proscriba para siempre y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales; que se quite la infinidad de tributos e imposiciones que nos agobian”.
El Congreso de Chilpancingo declaró la Independencia de la América Septentrional el 6 de noviembre de 1813 y elaboró el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana en Apatzingán, el 22 de octubre de 1814; se nombró un Poder Ejecutivo formado por el propio Morelos, José María Liceaga y José María Coss, y se instaló el Supremo Tribunal de Justicia. Estas fueron las primeras instituciones que daban forma al proyecto de nación fundado en la soberanía popular que impulsaba Morelos en la zona controlada por la insurgencia.
Sin embargo, en diciembre de 1813 Morelos sufrió una fuerte derrota en Valladolid, y un mes después perdió Chilpancingo y Oaxaca. Las divisiones entre la dirigencia insurgente y entre los líderes del Congreso y Morelos debilitaron al movimiento; el Congreso decidió trasladarse de Michoacán a Puebla. Morelos los escoltó, pero fueron emboscados en Temalaca.
El Generalísimo cayó preso. Fue juzgado por traición y despojado de su condición sacerdotal. Se defendió en el juicio, pero sus enemigos no podían perdonarle la osadía de querer formar una patria nueva, libre, independiente y soberana, basada en la justicia y en el servicio al pueblo.
El Siervo de la Nación fue fusilado el 22 de diciembre de 1815 en San Cristóbal, Ecatepec. Su sacrificio no fue en vano, pues su vida, obra y pensamiento alimentaron la causa insurgente que triunfó seis años después.