En 2013 el presidente de Morena, Martí Batres, publicó un balance del neoliberalismo en México (y faltaban cinco años) para entender contra qué nacía Morena: el neoliberalismo implicaba la polarización so cial, el empobrecimiento de los pobres; el desmantelamiento de los derechos sociales, la seguridad social y el sistema educativo; el nacimiento de “una oligarquía económica con poder político e ideológico superior al de los órganos formales del Estado”; el crecimiento de la corrupción y la delincuencia; el estancamiento económico.
Las cifras oficiales de hace 11 años mostraban el desastre: en 2013, apenas 19.3 por ciento de la población podía considerarse no pobre: 11.7 millones de mexicanos vivían en la extrema pobreza; 51.9 en la pobreza y otros 32.2 millones en situación de carencia. Y los datos del consumo popular, los ingresos reales, los abismos crecientes entre los más ricos y los más pobres.
Fue para revertirlo que fuerzas de la izquierda social, así como nacionalistas no necesariamente de izquierda, constituimos Morena en 2012, en que el PRD traicionó a sus votantes y se sumó abiertamente al pacto neoliberal, que sobrerrepresentó durante seis años a las derechas. En 2018 Morena ganó las elecciones y llevó a AMLO a la Presidencia con un programa centrado en dos ejes: combatir la pobreza y frenar la corrupción. El resultado fue que según una institución a la que nadie podrá acusar de izquierdista (el Banco Mundial) de 2018 a 2023 la pobreza pasó de 34.3 millones de personas a 24.7 millones. Según la misma fuente, “en tiempos de Calderón… un rico ganaba en promedio 35 veces más que un pobre, ahora la diferencia ha disminuido a 15 veces”. ¿Por qué se lograron esas dos cosas? AMLO lo explica, en su más reciente libro:
“Nuestra estrategia económica se inspira en el pensamiento lógico y eficaz de los magonistas de mejorar los ingresos de las mayorías para fortalecer el mercado interno e impulsar con ello la prosperidad de las actividades productivas del país. Atendemos a los pobres por convicción y por humanismo, pero también lo hacemos porque si destinamos los recursos a los menos favorecidos habremos de lograr una más rápida reactivación de la economía para salir de la crisis…”
Tres fueron las tácticas claves: el aumento del salario mínimo en más de 100 por ciento; por ejemplo, el de los maestros en casi 40. Las infraestructuras, que reactivaron la economía y el empleo. Y los programas de apoyo directo a la población: por lo menos uno de esos programas llega a 30 de los 35 millones de hogares del país. Vale la pena hacer un recuento de los más significativos:
1) Más de 12 millones de adultos mayores reciben una pensión de 6 mil pesos bimestrales; 2) un millón 482 mil personas con discapacidad son apoyadas con 3 mil 100 pesos cada dos meses; 3) se otorgaron casi 11 millones de becas para estudiantes de educación básica, más de 5 millones a estudiantes de bachillerato y un millón a 32 mil 895 alumnos universitarios de familias pobres. Además, se apoya cada año a 262 mil madres solteras para que sus hijos no abandonen la escuela; 4) se crearon 202 universidades públicas, donde estudian becados 56 mil 464 alumnos; 5) Jóvenes Construyendo el Futuro, programa que beca por un año a jóvenes en su primer empleo, benefició a 3 millones de personas e indirectamente a las pequeñas y medianas empresas que los contrataron; 6) querría detenerme en el programa Sembrando Vida, pero no cabría aquí, sólo dos datos: 442 mil trabajadores del campo beneficiados y mil 200 millones de árboles sembrados (habrá que darle continuidad y revisión constantes).
Pero no sólo se trata de los estímulos económicos directos, sino de transformaciones en muchos aspectos de la vida. Por ejemplo, el Programa de Mejoramiento Urbano, que construyó más de mil 200 espacios públicos (parques, centros culturales, mercados, plazas) en las poblaciones y barrios marginados. Quien dirigió el programa, el arquitecto Román Meyer Falcón, cuenta: “Trabajar en las zonas más pobres y marginadas cambia la cara de los barrios, pero más allá de la transformación física, está el impacto positivo en la vida cotidiana de la gente. Ahora viven en entornos mejor iluminados, más seguros, con espacios deportivos, culturales, educativos y recreativos, lo que durante décadas se les negó por la ausencia y desinterés del gobierno.
“Con las casi mil 300 obras que hemos construido en 200 municipios las comunidades se fortalecen, unidas en torno a una identidad común que se genera en el espacio público. Ésa es la transformación del territorio.” (Comunicación personal con el autor).
Dejémoslo aquí, aunque, para terminar, ¿qué le faltó al gobierno de AMLO? Suscribo buena parte de lo que escribió Abraham Nuncio (https://acortar.link/KonQ5G), y hablaría también de la inseguridad y la violencia, que no pudieron ser eliminadas aunque se revirtió su escalada; de la política migratoria (ambas, transferencias a territorio mexicano de las enfermedades del imperio vecino) y otros temas. Hay tarea para rato, pero veo que la inteligencia de la doctora Claudia Sheinbaum y la prudencia de AMLO evitarán que se repita en México uno de los grandes problemas de los países hermanos: las rivalidades que surgieron entre Lula y Dilma, Cristina y Alberto, Evo y Lucho (no digo Lenín Moreno, porque ése es solamente un traidor)… El segundo piso tiene una clara dirigente en la presidenta Claudia Sheinbaum y un programa claro, así como tareas de urgente resolución. A meter el hombro. Y sí, yo sí voy a extrañar a AMLO.