Ciudad de México. Un Grito con sensación de adiós. Sí, fue la última ocasión que el presidente Andrés Manuel López Obrador salió al balcón, ante la plaza, ese espacio que fue suyo por las últimas cinco lustros.
Como colofón de su mandato y en un acto de simbolismo, fue la despedida de ese pueblo que le correspondió con gritos, llantos, mensajes y el tradicional estribillo: “¡Es un honor, estar con Obrador!”, que se repetía una y otra vez.
A las 11 en punto de la noche, como marca la tradición, el mandatario asomó al balcón central de Palacio Nacional, acompañado por su esposa Beatriz Gutiérrez Müller, para honrar a los héroes y heroínas de la Independencia.
La gente, que por horas esperó en el Zócalo este momento, hizo evidente su júbilo y al grito de “¡Presidente, Presidente!”, recibió al mandatario.
Ante un Zócalo a reventar y plagado de los colores tricolor, que se mezclaron con miles de pejeluches, llaveros con la imagen del mandatario, amlos de cartón y toda la parafernalia que la creatividad mexicana ha creado con la figura del tabasqueño; así como con carteles en los que la gente manifestó su cariño por el titular del Ejecutivo.
La plaza llena se le entregó, como lo ha hecho desde hace años. Es el primer presidente al menos en siete décadas que encabeza su último Grito sin silbidos de desaprobación, gritos de rechazo ni mentadas. Las encuestas lo ubican con más de 70 por ciento de aprobación a sólo 15 días de concluir su gobierno.
“Dijiste que no ibas a robar nada, pero mentiste…”, se leía en uno de tantos carteles que se alzaban. La respuesta a esa aparente confrontación se expresaba de inmediato “…te robaste millones de corazones”. Era un cartel elaborado por Marcó Antonio Coronel, de 58 años, quien asistió por primera vez en su vida a una ceremonia del Grito de Independencia en el Zócalo. Reconoció que era un detractor de López Obrador, pero en los últimos años cambió de opinión.
El júbilo se expresó en un torrente que cubrió la plancha del Zócalo de la Ciudad de México. El griterío de las miles de personas que se congregaron en este histórico sitio -punto neurálgico no sólo de la vida política del país, sino del nacionalismo y la protesta social- subió sus decibeles tan sólo al verlo posarse con el lábaro patrio y la banda presidencial ante una plancha atestada.
Esa plaza a la que llegó tras el éxodo por la democracia en enero de 1992: en la que entró al ser triunfador de la elección para jefe de gobierno en diciembre de 2000, la que lo arropó cuando el desafuero, la que día a día lo escuchaba y donde se plantó tras acusar un fraude electoral en 2006, desde donde encabezó al movimiento que se opuso a la reforma energética y hasta la que por años se le cerró. La plaza que lo vio celebrar su triunfo en julio de 2018 y que en diciembre de ese año lanzó sus compromisos como mandatario.
Vinieron los vivas, las arengas para honrar a quienes “nos dieron patria y libertad”.
Fueron 24 arengas (24 vivas y cuatro mueras). Un viva en principio a la Independencia; los vivas a Miguel Hidalgo, Josefa Ortiz de Domínguez, Ignacio Allende, Leona Vicario, José Maria Morelos, Vicente Guerrero; a las heroínas y héroes anónimos, a la libertad, la igualdad, la justicia, la democracia, a nuestra soberanía; también a la fraternidad universal.
Hizo un alto para lanzar los “muera”: la corrupción, la avaricia, el racismo y la discriminación.
Siguieron vivas al amor, a los trabajadores mexicanos, “que son de los mejores del mundo”, a los migrantes, a los pueblos indígenas, a la grandeza cultural de México, a todas y todos los mexicanos; y cerró con un “¡Viva la Cuarta Transformación!” Para finalmente dar paso a los tres “¡Viva México!”
Hizo soñar por última vez la histórica campana de Dolores, esa señal con la que hace 214 años inició la revuelta que concluyó con la declaración de Independencia once años después. Vino al himno nacional.
Cumplido el protocolo patrio, el mandatario regresó al interior de Palacio Nacional para entregar la bandera a la escolta.
De inmediato retornó al balcón para disfrutar, junto a su familia, la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, los integrantes de su gabinete e invitados especiales del habitual espectáculo de pirotecnia.
El presidente se posó en el balcón central, mientras el resto en los balcones del extremo izquierdo del histórico inmueble. En el más cercano, la futura mandataria, los secretarios de la Defensa y la Marina, Luis Cresencio Sandoval y José Rafael Ojeda; el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres; y la jefa de gobierno electa, Clara Brugada.
Conforme se acercaba el final, el estribillo se escuchó con más fuerza: “¡Es un honor, estar con Obrador!”. Una joven cumpleañera, el 15 es su día, no pudo contener las lágrimas al saber que la de esta noche fue la última ocasión que el tabasqueño se posaba en la plaza, ante miles de personas en un adiós previo al retiro.
Concluida la pirotecnia, el presidente alzó la manos a todo lo alto en señal de adiós y también lanzó abrazos a los miles que lo ovacionaban. “¡Presidente, Presidente!” , “¡Es un honor, estar con Obrador!”
Fue una larga despedida. Aprovechó para voltear a ver a Sheinbaum, la señaló con el índice de su mano derecha, y ella correspondió con la misma señal.
El grito entonces entre la gente cambió: “¡Presidenta, Presidenta!”, ¡Si se pudo, si E pudo!”.
López Obrador se tomó su tiempo para ir al interior del Palacio, como aferrándose a ese último adiós de esta plaza, su plaza, la que lo arropó hasta esta última aparición en ella frente a miles de personas.
Un mensaje final se proyectó sobre las paredes superiores a todo lo largo del Palacio Nacional, el que el mandatario deseó dejar al país: “Gracias México”.
La Plaza
Desde temprana hora, la Plaza de la Constitución lució llena.
La gente soportó incluso la intensa lluvia que azotó el centro de la ciudad.
Mientras los miles de asistentes coreaban letras rancheras de Juan Gabriel, interpretadas por el mariachi de la Secretaría de Marina, el presidente subió un video a sus redes sociales en el que suscribió el decreto para la publicación de la reforma constitucional en materia judicial.
Atestiguó el momento la presidenta electa, Claudia Sheinbaum.
“La invité para que sea testigo de honor, porque voy a firmar el decreto para la publicación de la reforma a la Constitución, con el propósito de mejorar el Poder Judicial”, apuntó el mandatario desde una oficina en Palacio Nacional.
Ambos tomaron el documento y lo mostraron a las cámaras.
Sheinbaum afirmó: “15 de septiembre, a unas horas del Grito de Independencia del Presidente Andrés Manuel López Obrador 2024 y el día que sale publicado en el Diario Oficial la reforma al Poder Judicial. Con el pueblo todo, sin el pueblo nada”.
La Banda MS -de Mazatlán, Sinaloa- fue el plato fuerte del espectáculo musical.
Su repertorio hizo bailar a la plaza antes u después de la ceremonia de El Grito.
Esta agrupación musical, procedente de un estado cuya capital no pudo celebrar el Grito por la situación de violencia que se enfrenta en la entidad, vinculado al secuestro y entrega a Estados Unidos del fundador del cártel de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada.
Pero en la capital del país, hizo bailar a los miles que esperaron y festejaron la fiesta patria.
De principio a fin, y con mayor fuerza que en otros años, el festejo de independencia estuvo enmarcado con incesantes coros de agradecimiento al presidente Andrés Manuel López Obrador en el que fue su última ceremonia del grito de independencia que encabezará.
Desde el instante en que el tabasqueño salió al balcón y se escuchó una mezcla de gritos: “Es un honor estar con Obrador”, se combinó con “Sí se pudo, sí se pudo”.
Pese a la fuerte lluvia que momentos antes había caído en el centro de la Ciudad de México, la mayoría de los asistentes que abarrotaron la plancha del Zócalo capitalino se mantuvieron ahí, algunos sin paraguas ni impermeable, y cubiertos con algunos plásticos.
El ambiente festivo prevaleció. Con las figuras conocidas como los amlitos que levantaron al momento del grito, corearon las arengas que expresó el mandatario.
Apenas concluyeron y surgieron de nuevo los coros dirigidos al presidente. “Gracias, gracias”, fue repetido por cientos de los que acudieron.
Una gran lona con una frase de agradecimiento hizo partícipe de manera inesperada a muchos. Sin previa organización, bastó un instante para que todos levantaran las manos para ayudar a que la lona llegara hasta el frente, justo a unos metros de López Obrador.