Madrid. Ailyn Pérez escuchó por primera vez un aria de ópera cuando cursaba el bachillerato y un profesor puso a su alcance una grabación de La traviata, interpretada por la mítica soprano Maria Callas. Fue tal la emoción que la embargó, que ese día decidió que si tenía que dedicarse a la música, que era su sueño, lo haría para cantar ópera, género que nunca se había escuchado en su casa y del que desconocía todo.
Sus padres, migrantes de origen mexicano, ambos de un pequeño pueblo de Jalisco que decidieron buscar mejor fortuna en Estados Unidos, se embarcaron junto con ella en ese sueño, a pesar de que les supuso enormes esfuerzos económicos y emocionales. Hoy día, la voz de Ailyn Pérez sorprende al mundo de la ópera por su textura, por su fuerza interpretativa, por su calidez emocional y por su admirable virtuosismo técnico.
El papel más reciente en la brillante y fulgurante carrera de Ailyn Pérez fue el de Cio-Cio San, protagonista de Madama Butterfly, esa amante despechada que decide suicidarse ante la cruel traición de su esposo y que hizo levantar a todo el público del Teatro Real de Madrid en una ovación rotunda, muy pocas veces escuchada con tanto aplomo y efusividad. En entrevista con La Jornada, Ailyn Pérez relató sus primeros pasos en la música, cuando lo que más ansiaba era sólo formar parte de la banda de la escuela y aportar su granito de arena con su sencilla flauta dulce.
En aquellos años, ni siquiera sabía que tenía voz portentosa, que era capaz de alcanzar notas musicales imposibles para el común de los mortales, que además poseía unas dotes interpretativas que la podían convertir en lo que es hoy: una soprano admirada, que ha cosechado grandes éxitos de público y crítica en los grandes centros de la ópera mundial, como el Metropolitan de Nueva York, la Scala de Milán, el Líceo de Barcelona o el Teatro Real de Madrid.
Mis padres se conocieron en Chicago, pero se fueron a Estados Unidos de sus pueblos, muy cerca de Guadalajara, y se conocieron gracias a las amistades de la fábrica en la que trabajaban. Y con mucho esfuerzo fueron superando los obstáculos de la vida, siempre con la única intención de ofrecernos un mejor futuro a nosotros, sus hijos
, relató Ailyn Pérez.
En la casa donde pasó los primeros años de su vida, en el barrio mexicano de Chicago, se escuchaba sobre todo música ranchera, boleros, salsa o cumbia. “Las primeras canciones que recuerdo haber cantado fueron Amor eterno, de Juan Gabriel, o Si nos dejan, de José Alfredo Jiménez. Cuento esto para expresar lo hermoso que se siente estar aquí en Madrid, en este teatro de ópera y con toda la historia que tiene detrás, porque todos los hijos de los inmigrantes estamos muy apegados a la cultura de nuestro país, o sea México, y todo nos conecta, pero sobre todo el idioma”, relató.
Cuando recibió su primera instrucción musical, en la escuela primaria de Chicago, Ailyn Pérez aprendió a tocar flauta dulce, instrumento que la cautivó y que no podía dejar de tocar. Incluso, antes de dormir, pasaba horas y horas recreándose en el sonido de ese instrumento, con el que interpretaba de oído las bandas sonoras de las películas más populares de la época. Después aprendí a tocar el violonchelo; el maestro que tuve, de los 10 a los 13 años, fue muy especial para mí, porque nos enseñó repertorio clásico por primera vez y nos animó a tocar frente al público y vivir ese momento mágico de crear música de forma colectiva, con más de 60 personas compartiendo ese sueño
, recordó la soprano.
Todo empezó con Callas
Cuando comenzó su educación secundaria, Ailyn Pérez estaba convencida de que quería dedicarse a la música y buscó becas y escuelas especializadas que le permitieran seguir desarrollando su talento. En aquellos años ni siquiera sospechaba que tenía una voz como para convertirse en cantante de ópera. “A los 14 años, un profesor me escuchó en la primera lección de canto, y sin que supiera cómo ni por qué yo ya era capaz de ver la partitura y cantar y seguir la letra de la canción. Me hizo escuchar O mio babbino caro, del maestro Puccini, y me conmoví profundamente. Después escuché, en esa misma lección, a Maria Callas interpretando La traviata y sentí una conexión especial que me hizo anhelar con lo más profundo en convertirme algún día en cantante de ópera”, relató.
Ese día fue a la biblioteca y se llevó algunos discos que le recomendó su profesor, todos de ópera, de Maria Callas, Victoria de los Ángeles o Renée Fleming. Y así me fue conquistando todo lo que hay en la ópera, el sentimiento, la poesía, el sonido y toda la emoción que se desborda en el escenario, que es algo único, porque cada función es un momento irrepetible
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Ailyn Pérez, ya convertida en soprano de prestigio, ha interpretado a Violetta en La traviata, a Mimí en La bohème, el protagónico en Thaïs, de Massenet, y un papel que ha sido fundamental en su carrera, Florencia, de la ópera mexicana Florencia en el Amazonas, del músico Daniel Catán, basada en un libreto de Marcela Fuentes Beráin, que se convirtió en la primera ópera mexicana y cantada en español que se estrenó en el Metropolitan de Nueva York. Además ha cantado en la Deutsche Staatsoper de Berlín, en la Ópera Estatal de Hamburgo, en la Staatsoper de Viena y en la Royal Opera House, entre otras.
Con su personaje de Madama Butterfly, en el Teatro Real de Madrid, recibió una de las ovaciones más emotivas de los años recientes, con todo el público de pie durante más de cinco minutos.
Es un sueño cantar en Madrid, donde además comparto idioma y parte de mi cultura, aunque también me gustaría algún día poder cantar en México, en el Palacio de Bellas Artes o en Guadalajara, o donde sea, pero en mi país
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