El implante coclear es un aparato cuyo desarrollo tecnológico sigue conectando el mundo con las personas que no oyen. El dispositivo electrónico realiza la función natural del oído: captar el sonido que nos rodea y convertir las vibraciones en impulsos eléctricos que se envían al cerebro.
Gonzalo Corvera Behar, director del Instituto Mexicano de Otología y Neurotología, así como presidente y fundador de la Asociación Mexicana para la Audición Ayúdanos a Oír (Amaoír), practica desde hace casi 40 años la operación para colocar los implantes. Maravillado al saber que con una muy pequeña computadora se podía hacer que una persona con sordera profunda escuchara y siguiera una conversación, desarrolló su programa de implante coclear, el más antiguo de Latinoamérica. Ya en ese entonces los resultados eran fantásticos
, destacó en entrevista.
Escuchamos con el cerebro, explicó el otorrinolaringólogo, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, con especialidad en cirugía de oído y base de cráneo, en Toulouse, Francia.
Para eso se requiere un estímulo auditivo, ya que en ese órgano se forman las conexiones neuronales con las que éste sabrá qué hacer en torno a las señales eléctricas que recibe. Sin el estímulo, en un bebé que nace con sordera esas sinapsis no se crean, por lo tanto no tendrá la posibilidad de hablar ni comprender el lenguaje. Por esa razón es muy importante hacer la prueba tamiz neonatal y detectar la condición a tiempo
, recomendó.
El implante, aclaró, también tiene éxito en una persona que pierde la audición a los 20 años o más, porque su cerebro ya posee las conexiones cerebrales necesarias. Las cosas han cambiado mucho, añadió, ahora se sabe que colocar el dispositivo en los dos oídos tiene mejores resultados.
Hace cuatro décadas, Corvera y su equipo implantaban sólo un oído, con lo cual el paciente podía comprender 40 por ciento de lo que escuchaba y lo demás lo entendía por el contexto: lectura de los labios, expresiones con gestos. Considerábamos que el beneficio era suficiente. Ahora hacemos implantes bilaterales, con lo que se llega a oír 80-85 por ciento. La gente que escucha de los dos lados entiende mucho mejor en un ambiente con ruido, lo cual sigue siendo una de las situaciones difíciles para alguien con discapacidad auditiva. Así que el avance consiste en que puede distinguir la voz y comprender lo que se dice en una reunión familiar o cuando muchos hablan al mismo tiempo
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Detalló que el dispositivo consta de dos partes: una interna, el implante en sí o receptor, que posee electrodos que metemos en el caracol (cóclea) para que estén en contacto con el nervio; otra externa, la cual capta los sonidos y contiene las pilas con las que funciona la prótesis
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Destacó la importancia de las células ciliadas (células sensoriales), las cuales revisten la cóclea. Su función es convertir la vibración en impulsos nerviosos. Tenemos alrededor de 2 mil 500 hileras de cuatro o cinco de esas unidades. Cada una de las filas está sintonizada para una frecuencia, un tono distinto. El chiste de la audición es que podemos diferenciar los tonos (graves y agudos). Por ejemplo, una A y una E se distinguen por los tonos que las componen
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El experto describió: Esas células se sustituyen con electrodos, para lo cual se remplaza el tímpano, que se suple con un micrófono. Es fantástico. Tenemos pacientes con audición normal en un oído y un implante coclear en el otro. Una de las ventajas es que en una junta de trabajo se escucha lo que se dice en uno y otro lado de una mesa
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Sostuvo que entre dos y tres niños por cada mil nacen con pérdida auditiva. Hay más de 200 genes que pueden causarla, aunque éstos son recesivos y, por lo general, se manifiestan cuando los pequeños los heredan de sus padres. Si sólo los trae uno de ellos, los hijos los heredan y los van pasando a su descendencia hasta que se vuelven a juntar y, de repente, en una pareja con cinco hijos, tres nacieron con sordera.
La condición, precisó el especialista, también puede ser ocasionada por complicaciones al nacer, como no respirar bien o ser bebés prematuros, o bien que tuvieron septicemias. Tal vez oyen, pero pierden la audición en las primeras horas de vida.
Factores de riesgo
Corvera Behar agregó: Si la sordera es profunda de nacimiento, entre más pronto se haga el implante es mejor. Tenemos niños operados a los 6 meses. En el caso de los adultos, los factores de riesgo son laborar en ambientes ruidosos, fumar, obesidad (en conjunto con diabetes), hipertensión y colesterol alto
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Los niños aman sus implantes, los cuidan mucho porque saben lo que es no escuchar. Hay accesorios que protegen los aparatos y permiten a los pequeños jugar e incluso nadar con ellos.
Respecto de la intervención quirúrgica, resaltó que se ha avanzado mucho. “Ahora se hacen incisiones más pequeñas y los pacientes se dan de alta el mismo día, indicándoles reposo en casa durante cuatro o cinco días. Es mucho menos invasiva y no es dolorosa. Sin embargo, no se sale del hospital escuchando, pues el aparato no se activa enseguida, hay que dejar que se desinflame el área. Hemos empezado a hacer activaciones a la semana de la cirugía, antes esperábamos un mes. Luego se comienza a oír, la persona se va acostumbrando a los tonos para comprender. El cerebro acepta el dispositivo muy bien.
Los casos que no son tan exitosos se deben a que la enfermedad que ocasiona la pérdida auditiva daña el nervio o también por causas anatómicas que impiden colocar los electrodos en la posición óptima. Aun así, la gente escucha 60 por ciento
, expresó.
Señaló que Amaoír es una asociación sin fines de lucro, la cual ayuda a las personas a conseguir los fondos para pagar el implante, que es muy costoso.
En cuanto a la intervención, la asociación tiene un programa con el hospital ABC. Se hace un estudio socioeconómico, aunque muchos de nuestros pacientes no pagan nada. Los médicos hacemos la cirugía de manera gratuita
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El precio total de un implante coclear es de alrededor de 900 mil pesos: 700 mil del aparato y 200 mil de la operación. Amaoír (amaoir.org) reduce eso a sólo el costo del implante
, concluyó Corvera Behar.