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Reditan libro de Laurette Séjourné sobre el Palacio de Zacuala en la Ciudad de los Dioses

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En entrevista con ‘La Jornada’, Tatiana Coll describe a la también antropóloga y etnóloga como una librepensadora, dueña de su vida y “una dama misteriosa”. Foto María Luisa Severiano
11 de septiembre de 2024 08:15

¿Dónde están los murales del magnifico Palacio de Zacuala? Ante la incertidumbre, el libro Un palacio en la Ciudad de los Dioses, Teotihuacan, de Laurette Séjourné, resurge en una redición a 65 años de su publicación original y representa un testigo único de este inexplicablemente tesoro perdido. Al mismo tiempo, saca a la luz a su autora, una arqueóloga que hizo hablar a las piedras.

La socióloga Tatiana Coll afirma: Siento que esta edición es un restañar de ese pasado y que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) está consciente de la tragedia en ese sentido, porque la mitad del patrimonio nacional está fuera y apenas se están recuperando algunas cosas.

Una mujer librepensadora, dueña de su vida, es como presenta Tatiana Coll en un texto introductorio a Séjourné, una dama misteriosa que desde su natal Italia emigró a Francia y llegó a México en 1942, donde se formó como arqueóloga, antropóloga y etnóloga, una mujer de pico y pala.

Yo quiero recuperarla y junto con ella abrir el cauce para conocer a la verdadera Laurette, comentó en entrevista sobre las páginas en esta nueva edición que ahora anteceden a la investigación publicada en 1959, incluidos los bocetos detallados de aquel entonces. Así resurgen su dedicación y pasión enorme, pues su vida intelectual fue para el estudio del pasado prehispánico y otra parte estaba comprometida a colaborar con su esposo, el editor Arnaldo Orfila, ella era una gran lectora de todo el medio europeo y norteamericano.

Los murales ubicados en las edificaciones al suroeste de la pirámide del Sol eran asombrosos, no sólo por las figuras, la intensidad del color, sino por la cantidad que había, relata Tatiana Coll en la introducción del libro coeditado por el Fondo de Cultura Económica (FCE) y el INAH, el cual es la única prueba existente de la magnitud de los murales que encontramos en Zacuala.

La investigadora estudió la gran ciudad de Teotihuacan y la presencia de Quetzalcóatl, deidad que constituyó piedra angular de la cultura náhuatl. Los sabios que desarrollaron la religión, las artes, la medicina y la astronomía desde esa zona irradiaron a todos los pueblos de la región.

Coll relató algo de lo que se enteró casualmente en 2002, cuando se encontró entre las novedades del FCE el libro de Séjourné, en el cual hizo una descripción del sitio, resultado de años de estudios de campo en los años 50. En ese entonces, los murales fueron removidos de las ruinas en el estado de México y trasladados a las bodegas. La primera edición de 1959 fue desaparecida, mientras en las bodegas no quedaba casi nada de las pinturas prehispánicas.

Tatiana Coll visitó Zacuala hace unos años y constató que sólo quedan unos muros de unos 50 centímetros, ya ni si quiera tienen el vestigio de ese rojo intenso. Hay algunos murales desperdigados, cuenta con tristeza quien desde niña tuvo cercanía con la arqueóloga, pues su tía Josefina Oliva de Coll fue colaboradora y amiga cercana de Laurette Séjourné.

El libro era el testimonio vivo de que existía ahí una riqueza increíble. Si habían vendido los murales, había que desaparecer el libro. Ella estaba muy consciente de lo que era México en aquella época: el presidente (Miguel) Alemán había acabado con los sindicatos, encarcelado a medio mundo y su sucesor, (Adolfo) Ruiz Cortines, se había inaugurado con la matanza de la Alameda contra los henriquistas; luego vino (Adolfo) López Mateos y la matanza en Xochicalco y el asesinato de Rubén Jaramillo. Laurette se quedó paralizada, aterrorizada.

Al mismo tiempo de la desaparición del libro, se articuló una campaña para desacreditar a Laurette. Ella fue de las primeras en plantear la influencia que tuvo Teotihuacan sobre los mexicas, que ahora es muy aceptado, pero en aquel momento era una herejía contra las grandes vacas sagradas. Se dijo que esa era invención extranjerizante y que no tenía los instrumentos rigurosos científicos para concluir eso.

Coll menciona que a Séjourné le fascinó tanto México que hizo un viaje por la sierra de Oaxaca buscando los indicios mágicos, estuvo presente en algunas ceremonias tradicionales con sincretismo prehispánico, con el propósito de entender qué pervivía de aquel mundo antiguo, segado brutalmente por la Colonia, y cómo esas pervivencias te podían hacer entender el mundo anterior a la llegada de los españoles.

Ella comenzaba a trabajar al amanecer y concluía su jornada al atardecer, como ocurrió cerca de Amecameca, donde después esparció las cenizas de su esposo, Arnaldo Orfila. Cuando trabajaba incansablemente, en el mundo había una versión muy reducida de los arqueólogos, como si nada más fueran los que hacían excavaciones, pero sin herramientas de interpretación, a fin de que las piedras hablaran.

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