La filosofía sólo puede sobrevivir si abandona su pretensión de ser una ‘teoría’, de dar respuestas generales a los supuestos problemas de hechos y normas. Al articular la distinción entre ‘contenido material’ y ‘forma social’ dentro del paradigma de la producción (PP), dice GM, Marx propone una solución al problema filosófico relativo a ‘naturaleza’ y ‘convención’, ‘hechos’ y ‘normas’, que trasciende, en cierto sentido, la ’unilateralidad’ tanto de las ‘filosofías de la comunicación’ como del positivismo. Por un lado, el PP insiste en la unidad indisoluble de hechos y reglas en la constitución misma del mundo vital como realidad material humana. Y no sólo en el sentido que cada objeto hecho por el ser humano (SH) es tanto una objetivación de sus relaciones con la naturaleza (N y C específicas) como una materialización, un ‘portador’ de formas sociales definidas, sino también porque las nociones de objetivación y materialización presuponen, ambas, la noción de reglas sociales.
La distinción que tiene sentido hacer no se establece entre hechos desnudos y reglas desencarnadas derivadas de convenciones, sino entre dos elementos constituyentes de la factualidad social, ambos co-constituidos mediante reglas (unas técnicas y otras estrictamente sociales). La distinción siempre relativa a la situación vital de los sujetos sociales que la trazan. Lo que podemos llamar la ‘crítica de las ideologías’ (que incluye el caso más trivial en el cual ’por detrás’ de la motivación explícita de alguien uno ve sus causas) siempre implica trazar una línea que separa ‘hechos’ de ‘normas’, lo ‘técnico’ de lo ’social’, de manera distinta a como el sujeto lo hace.
“Es preciso hacer esta distinción y contraponer las exigencias y N de la naturaleza a la esfera en que se pueden dar elecciones humanas. La acción racional sólo es posible si se distinguen las condiciones, los medios disponibles, y los objetivos que se busca alcanzar. Cuando la actividad social deja de ser dirigida por la tradición, cuando su carácter poiético se vuelve un problema consciente, surge la tarea de hacer esta distinción de manera sistemática. Llega el tiempo de la filosofía. Una vez que las esferas del physis y el nomos quedan diferenciadas, no hay manera de encontrar una conexión lógica válida entre las dos. No sólo es imposible deducir ‘debe’ de ‘es’, sino tampoco se puede inferir de un cierto ‘contenido material’ su ‘forma social’. Ni el uso óptimo de los recursos disponibles para fines dados, ni una jerarquía fija de fines, proporcionan criterios de racionalidad para la actividad de cambio radical que pone en tela de juicio los móviles dominantes y propósitos sancionados, y no lo hace en nombre del regreso a una tradición sino para abrir el camino a la actividad creadora de valores de los individuos. La actividad poiética sólo puede ser racional si es posible encontrar algún nexo válido ente hechos y normas, medios y fines. El marxismo es un intento de articular una nueva idea de razón, que define la racionalidad como una categoría de la vida, de una praxis social mediante la cual los seres humanos (SH) pueden hacer una conexión consciente entre medios y fines. Si los individuos sociales, en conocimiento de las exigencias y limitaciones de su situación vital, a través de la articulación y de la confrontación dialógica de sus propias N, determinan ellos mismos de manera solidaria los propósitos sociales y los valores de sus propias actividades, entonces su vida es racional. La teoría crítica (TC) de la sociedad analiza aquellas condiciones sociales que, en el presente, hacen imposible la realización de esta racionalidad práctico-social. También intenta participar en aquel proceso de aprendizaje colectivo gracias al cual los individuos actuales pueden relacionar conscientemente los hechos de su vida con las normas de su actividad social. En este sentido, la TC ofrece una respuesta al problema sempiterno de la filosofía, al señalar que las antinomias que engendra no se pueden resolver en la esfera del pensamiento puro, sino sólo en la práctica social. La teoría sólo puede ofrecer esta ‘respuesta’ bajo la forma de un proyecto de reorganización social radical que expresa la necesidad y potencialidad de la etapa histórica actual. En este sentido, sigue siendo ‘meramente’ una filosofía. No resuelve el enigma de la historia porque, según su propio entender, no existe detrás de la historia ningún sentido oculto que pudiera ser descubierto; sólo se propone articular las condiciones bajo las cuales la vida histórica puede ser transformada ahora en una tarea válida, a la medida de los seres humanos. Pero sólo puede ‘evocar’ a los sujetos capaces de emprender tal tarea y dispuestos a llevarla a cabo. Que la tarea sea o no emprendida en la realidad no será un juicio sobre la humanidad, sino sobre la ‘verdad’ y la ‘justeza’ de la teoría”.
Así concluye el capítulo V(de la segunda parte), y con él, el libro Language and Production. A Critique of the Paradigms (1986, D. Reidel Publishing Company, Dordrecht, Holanda, 190 pp.) de György Márkus.