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Premian a reporteras olímpicas de 'La Jornada'

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Rosalía A. Villanueva, actual coordinadora de la sección de Deportes de este diario (derecha), así como Adriana Díaz, fueron reconocidas por la Asociación de Olímpicos Mexicanos por su emblemática labor en las ediciones de Atlanta 1996 y Tokio 2020. Foto Cristina Rodríguez
29 de agosto de 2024 07:25

Ciudad de México. La cobertura de unos Juegos Olímpicos en ocasiones rebasa lo deportivo y su labor alcanza la categoría de testimonio histórico y social. Las reporteras de La Jornada Rosalía A. Villanueva y Adriana Díaz forman parte de las 15 mujeres, entre decenas de periodistas varones, reconocidas ayer por la Asociación de Olímpicos Mexicanos debido a su emblemática labor en las ediciones de Atlanta 1996 y Tokio 2020.

No vamos a unos Juegos Olímpicos a aplaudir, nuestro trabajo es informar, vamos a buscar la nota, a hacer nuestro trabajo con el mayor profesionalismo, apuntó Villanueva, quien con 32 años de trayectoria es una de las pioneras en el periodismo deportivo mexicano y ahora coordina la sección de Deportes de La Jornada.

La cobertura de unos Juegos Olímpicos se gana, yo tardé 12 años en ir a unos. Cuando vas no duermes, no descansas, no comes, caminas muchos kilómetros, pero no lo sufres, porque haces lo que te gusta, dijo Díaz como una muestra de que el periodista debe estar preparado no sólo en el dominio de los ámbitos deportivos, sino también para enfrentar situaciones inesperadas como explosiones o una pandemia.

En Atlanta 1996 pasamos de la alegría al terror, recordó Villanueva, quien ya tenía la experiencia de cubrir Barcelona 1992.

El 26 de julio del 96, en México había algarabía porque Bernardo Segura ganó el bronce en la prueba de los 20 kilómetros de marcha; la única presea de los tricolores en esa edición. Pero todo cambió en la madrugada.

Una explosión durante un concierto en el Centennial Park a la 1:20 am del 27 de julio de 1996, la cual dejó más de 100 heridos y dos muertos, cambió el foco periodístico de los reporteros que se encontraban en Atlanta para cubrir los Juegos Olímpicos.

Rosalía A. Villanueva, junto con Jorge Sepúlveda, quien también recibió un reconocimiento ayer, realizaban la primera cobertura para esta casa editorial en una justa veraniega y los sorprendió el estallido.

Apenas terminaban una larga jornada de más de 12 horas de trabajo. Habían visto a Bernardo Segura subir al podio, la inesperada derrota del marchista Daniel García, quien no cumplió con las expectativas de favorito, y el nacimiento de Fernando Platas como promesa en los clavados. Iban regresando de las competencias poco después de medianoche cuando enfrentaron la angustia y el reto de una cobertura más compleja.

Era una época en la que Internet apenas comenzaba a utilizarse y no había redes sociales; la información debía conseguirse en el campo. Los jefes de redacción exigían a distancia notas sobre el bombazo, pero el zona cero estaba acordonada y ningún medio tenía acceso.

Con la explosión se incrementó la seguridad. Todos éramos sospechosos, había muchos retenes, relató Villanueva, quien se había hospedado a casi 40 minutos de distancia de Atlanta y le resultaba casi imposible trasladarse en la madrugada.

El rumor era que se suspenderían los Juegos Olímpicos. Al final, la FBI y la CIA hicieron su investigación y al otro día todos estaban como si nada. Lo único que pudimos reportear es que la delegación mexicana estaba bien, señaló. El resto de la información debió recuperarse con apoyo de las agencias internacionales.

Los juegos del silencio

La experiencia de Adriana Díaz fue marcada por la zozobra y el distanciamiento. Tokio 2020 se aplazó un año por el covid-19, por lo que al llevarse a cabo hubo estrictas medidas para evitar contagios.

Antes de ir nos pedían tres pruebas de covid, y todos los días también nos sometían a análisis. Hubo compañeros que al llegar salieron positivos y fueron aislados; uno de ellos estuvo hospitalizado tres semanas, narró.

Díaz tenía la experiencia periodística en Río de Janeiro 2016, donde la inseguridad en las favelas contrastaba con la fiesta olímpica.

En Tokio, la organización era cuidadosa y precisa; sin embargo, debido a la pandemia, por primera vez en la historia de unos Juegos no hubo afición en las gradas, lo que generó un ambiente desangela-do, gélido.

Tanto Villanueva como Díaz coinciden en que la visión para hacer una cobertura en Juegos Olímpicos ha cambiado. Ahora, con las redes sociales, muchos reporteros se enfocan en enviar videos en vivo, sin hacer investigación a fondo.

Ahora todo es en tiempo real, pero el trabajo periodístico se trata de buscar historias, algo que enganche, saber plasmarlo y que esté bien escrito, apuntó Villanueva. Aunque hayan pasado horas, algunos medios traen la misma nota al otro día: quién ganó y por cuántos puntos, pero debes buscar una historia, algo diferente, agregó Díaz.

Ambas han sido parte de la inclusión y evolución de las mujeres en el periodismo deportivo, un sector que solía ser exclusivo de los hombres.

Allanando caminos

En Atlanta éramos muy pocas, en esa época todavía nos ponían pruebas para ver si sabíamos de deportes, recordó Villanueva al mencionar apenas a cinco reporteras mexicanas que también fueron a los Juegos de 1996. En Río ya había más, en Tokio no fue toda la prensa, pero aún falta ver a más mujeres en puestos de mando, ya tenemos una jefa en la Conade, en el Comité Olímpico y una presidenta en el país, señaló Díaz.

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