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La viabilidad política de la ultraderecha en México

28 de agosto de 2024 00:02

El resultado electoral de junio de 2024 transformó radicalmente el horizonte político de México. El triunfo demoledor de Morena y sus aliados quebrantó profundamente a los partidos que integraron la oposición. Ahora sufren una crisis anímica y de brújulas extraviadas. Ideológicamente la oferta extraña de alianza de PRI, PAN y PRD fracasó. Las históricas derrotas se decantaron en descalabros de identidad y tradición de los partidos. El pragmatismo del PAN, por ejemplo, lo llevó a condescender con principios ideológicos antes inimaginables. Su rechazo al aborto se matizó durante la campaña. El PAN se corrió más al centro. Ahora muchos militantes plantean recuperar la llama original del panismo como una corriente conservadora socialcristiana.

Bajo esta premisa, Eduardo Verástegui fundamentó su discurso fundacionista de un nuevo partido de la ultraderecha. Afirmó en el discurso de clausura de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), el pasado fin de semana en la CDMX: “Nos encontramos en un momento crucial de nuestra historia y México nos llama a poner en acción nuestro amor por nuestra nación. Llegó la hora de actuar, pero no en una película, sino en la vida real. Actuar con valores en el día a día. México es una nación forjada en las luchas… Los valores que han sido el faro, que han guiado a nuestra nación durante décadas, están siendo desafiados por ideologías que buscan imponer los mismos políticos de siempre”.

Verástegui, en un video de hace meses, sostuvo: “Sueño un México que le permita a Dios ser el centro de nuestra nación”. Es una afirmación provocadora, anticlimática en términos de laicidad. Es el lanzamiento oficial del partido de Verástegui. Aunque ya lo había anunciado, formaliza ahora ante sus aliados y padrinos la creación un partido de ultraderecha en México. Verástegui no va solo; tendrá el apoyo del catolicismo y pentecostalismo conservador estadunidense. En su intervención volvió a criticar al gobierno catalogando a sus miembros de zurdos corruptos, y a la oposición de inexistente, llamándola “opoficción”. En el país, dijo, no hay una verdadera opción de derecha. El PAN es un partidito de “derechita cobarde”, ha perdido el rumbo, ha declinado sus orígenes, ha extraviado su identidad. Por ello, sigue Verástegui: “Debemos reconstruir la derecha… construir un movimiento conservador que promueva la libertad y la defensa de los valores mexicanos”. Prometió que muy pronto se iniciará la restauración, ojo con este término, de un nuevo partido: “Verás que sí”, en consonancia con su apellido. La creación de la nueva plataforma política descansará en el Movimiento Viva México y en agrupaciones civiles vinculadas al Yunque.

Al señalar que la derecha está huérfana, Verástegui reconoce el fracaso de muchos ultraderechistas católicos que venían del Yunque, de los Tecos y de otros grupos políticos de extrema derecha que eligieron afiliarse al PAN desde fines del siglo pasado, sobre todo en el periodo de Vicente Fox, y terminaron por conformar el ala más dura de ese partido. Muchos terminaron mimetizándose de la cultura política de corrupción y privilegios. La opción conservadora se fue debilitando por las tentaciones pragmáticas y jugosas prerrogativas adormecedoras. También inhibió la construcción de movimientos de extrema derecha en México.

Muchos analistas e historiadores ven poco viable que cuaje una opción de extremismo político católico. Estos movimientos fueron derrotados cultural, ideológica y militarmente desde el siglo XIX por los liberales. En el siglo XX la guerra cristera fue sometida por los militares sonorenses, actores y herederos de la Revolución Mexicana.

Otros analistas reprochan la política cultural y moral del presidente Andrés Manuel López Obrador como conservadora. Éste reivindica la familia tradicional, se ha enfrentado al feminismo, en sus primeros tres años enalteció los valores religiosos y bíblicos; colmó a los ciudadanos con la Cartilla moral, de Alfonso Reyes; enalteció la economía moral y casi no se involucró en temas como el aborto y los derechos de las minorías sexuales. ¿Para qué crear un partido radical si el Presidente ha “secuestrado” parte de sus causas?

Como buen actor, Verástegui ha construido un personaje. Su libreto se fundamenta en la crisis de los partidos opositores. Su irrupción, no es un accidente, es reflejo de una atmósfera del fin e inicio de nuevos ciclos en la vida política de la nación. Verástegui no está solo, cuenta con la red de apoyos políticos y financieros de Donald Trump. Dispone de la solidaridad de Jair Bolsonaro, Giorgia Meloni, Steve Bannon, Salvador Abascal, Marine Le Pen, Lech Walesa, Javier Milei, el senador Ted Cruz, el presidente de Hungría, Viktor Orban, y Ricardo Salinas Pliego, entre muchísimos otros.

En el mundo entero la ultraderecha es una amenaza real. Parte de supuestos como la decadencia moral de las sociedades contemporáneas y la necesaria recuperación de los valores religiosos fundantes para que Dios actúe y sea el centro de la historia. Y nos preguntamos ¿por qué México parece ir en sentido contrario? ¿Por qué es remoto pensar que se erija con peso electoral la ultraderecha? Desde mediados del siglo XX parece que nos hemos vacunado ante el radicalismo de las derechas. Bueno, eso decían en España y Vox es una amenaza latente. También en Argentina: siete meses antes de las elecciones era un absurdo pensar que Milei sería presidente.



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