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México, SA

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El embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, ha ganado el premio Negroponte. Foto ‘La Jornada’
28 de agosto de 2024 07:42
Con el clásico aire de procónsul de los embajadores gringos, Ken Salazar, con sangre en la lengua, asegura que se conduce con el máximo respeto a la soberanía de México. ¡Claro! Lo mismo decía, por ejemplo, John Dimitri Negroponte, siniestro agente de la CIA –uno de tantos– que a finales de los años 80 fue designado en el mismo cargo por el entonces presidente George Bush padre, sólo para que el Congreso nacional terminará declarándolo persona non grata por la sistemática violación de la soberanía mexicana.

A Salazar no le para la lengua, es compulsivo y provocador, y parece que quiere recibir el mismo galardón de Negroponte, porque se lo está ganando a pulso. En Palacio Nacional ya le pusieron un alto, pero insiste: Estados Unidos desea continuar su estrecha colaboración con México para alcanzar nuestros objetivos compartidos como socios iguales y en el espíritu de amistad que refleja nuestros lazos de antaño, pero sigue duro que dale con el tema de la reforma judicial, la cual sólo compete los mexicanos. Si le gusta o no, es su problema. Lo mismo para la banca trasnacional, las calificadoras, las cámaras de comercio extranjeras y demás arietes coordinados por el Departamento de Estado que pretende que nada cambie, que todo siga igual para mantener intocados sus intereses. Y en el coro, las organizaciones de la oligarquía nacional y sus sicarios mediáticos.

No es gratuito que el presidente López Obrador haya puesto en pausa (con copia para el embajador canadiense, Graeme Clark, quien también sigue las instrucciones del Departamento de Estado) su relación con Ken Salazar por su intento de meter la garra en asuntos que sólo corresponden a los mexicanos. Tal pausa, de acuerdo con el mandatario, significa que vamos a darnos nuestro tiempo. En realidad es el Departamento de Estado, porque tampoco es él. Qué casualidad que al mismo tiempo que se pronuncian en México a través de la embajada lo hacen los canadienses, que también es de pena ajena; parece Estado asociado.

Algo más: ¡cómo le vamos a permitir al embajador, con todo nuestro respeto, que esto no es asunto de pleito, de enemistades, pero cómo le vamos a permitir que él opine que está mal lo que estamos haciendo! Ahora sí que no vamos a decirle: abandone el país, eso no, pero sí tenemos que leer la Constitución, que es como leerle la cartilla.

López Obrador detalló que la relación trilateral continúa, pero ojalá y haya de parte de ellos (los embajadores) una ratificación de que van a ser respetuosos de la independencia y soberanía de México. Mientras no haya eso y sigan con esa política, pues hay pausa con las embajadas de Estados Unidos y Canadá, porque tienen que aprender a respetar la soberanía de México; no es cualquier cosa, porque nosotros no vamos a darles consejos allá, ni a decir qué está bien y qué está mal. Entonces, queremos que sean respetuosos, que haya una relación recíproca en cuanto al respeto a las soberanías. Y no se trata de Andrés Manuel, olvídense, dijo, sino de la investidura presidencial.

Salazar llega a Palacio Nacional, detalla el mandatario, y “lo recibe el Presidente de México, y que de repente salga a decir ‘vine a darle mi opinión, de que no debe el pueblo de México elegir a los jueces, a los magistrados, a los ministros, porque eso –como llegaron a decirlo– es antidemocrático, complica más las cosas’, ¿no? Dicen: ‘Qué vergüenza’. Como diría nuestro filósofo: ‘pero qué necesidad’; mientras yo esté aquí no voy a permitir ninguna violación de nuestra soberanía”.

¿Cómo reactivar? Fácil: una aclaración de parte de ellos, que exprese que, en el asunto de la constitución de nuestro gobierno, en la aplicación de nuestra democracia, en las decisiones que tome nuestro gobierno, legal, legítimamente constituido, pues tienen que ser respetuosos, que entiendan que fue una imprudencia manifestarse como lo hicieron.

Entonces, Salazar y Clark se han ganado el premio Negroponte, pero en vía de mientras les urge un curso intensivo de diplomacia, con énfasis en respeto a la soberanía.

Las rebanadas del pastel

La ministra no doy una, Norma Piña, resultó ser una verdadera palmípeda salvaje: cada paso que da, una deposición. La más reciente, dar entrada a un recurso del PAN (otro pato salvaje) contra el ogro de la sobrerrepresentación, asunto que corresponde al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Es parte del nerviosismo, del coraje y también del ridículo (AMLO dixit) de la susodicha… Enorme abrazo, con su respectivo beso, a la dueña de mi sistema cardiaco por otra velita en el pastel compartido.

X: @cafevega

México SA

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