Uno de los mayores desafíos de los tratamientos médicos con radiocirugía es intervenir órganos en movimiento; por ejemplo, lesiones en el pulmón, donde la respiración del paciente impide que el área a tratar esté quieta, lo que en la actualidad dificulta dirigir la radiación sin afectar las estructuras vecinas, dijo el doctor Guillermo Axayácatl Gutiérrez Aceves, del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco Suárez (INNN).
En entrevista con La Jornada, el especialista explicó que si bien ya existen dispositivos que se sincronizan con la respiración del paciente, actualmente se está trabajando intensamente en mejorar esta tecnología y se espera que se continúe optimizando la precisión de estos aparatos médicos, lo que permitirá procedimientos aún más efectivos y seguros
.
La radiocirugía es una técnica no invasiva que integra las matemáticas, la física y la medicina para tratar tumores sin necesidad de incisiones en el cuerpo. El procedimiento usa radiación ionizante, un tipo de energía liberada por átomos en forma de partículas u ondas electromagnéticas que tiene suficiente potencia para provocar cambios químicos y biológicos en la materia que atraviesa, y lo que hace es dañar el ADN de las células tumorales, así como provocar su muerte o incapacidad para reproducirse, por tanto lo reduce o elimina
, agregó.
Con el fin de administrar la radiación, continuó el experto, se utilizan algoritmos matemáticos para planificar los ángulos desde los cuales se aplicará la dosis, “y la física es fundamental para calcular la cantidad que se emitirá; por supuesto, también el conocimiento médico para realizar el diagnóstico y supervisar el tratamiento.
Aunque en un inicio estas intervenciones se usaron para atender lesiones milimétricas que causaban dolor o trastornos del movimiento, pronto comenzaron a implementarse en neoplasias cerebrales, malformaciones arteriovenosas, epilepsia e hidrocefalia. En la actualidad, también se aplica en otras partes del cuerpo, como los pulmones, la columna vertebral, el hígado y la próstata.
La radiocirugía fue desarrollada en la década de 1950 por el neurocirujano Lars Leksell en el Instituto Karolinska en Estocolmo, Suecia. A México llegó en 1990, cuando un hospital privado en Guadalajara, Jalisco, comenzó su práctica.
Gutiérrez Aceves consideró que en 30 años, su aplicación en el país ha avanzado de forma significativa. Por ejemplo, en el INNN se ha atendido a casi 6 mil pacientes, en un periodo que comprende de 2002 a la fecha.
La técnica también se implementó en el Centro Médico Nacional Siglo XXI, del Instituto Mexicano del Seguro Social; el Hospital General de México, de la Secretaría de Salud, y el Centro Médico Nacional 20 de Noviembre, del Issste, en la Ciudad de México; así como en el Hospital Universitario Dr. José Eleuterio González, en Monterrey, Nuevo León, y en otras instituciones privadas en Guadalajara.
En esta técnica se utilizan equipos avanzados para administrar las dosis de radiación precisas. El primero fue Gamma Knife, creado por Lars Leksell. A partir de la década de los años 80, surgieron otros aparatos, como los aceleradores lineales (muchas veces llamados linac, por las primeras sílabas de su nombre en inglés), y el CyberKnife, que es un brazo robótico de alta precisión.
El más novedoso de estos sistemas quirúrgicos es el ZAP-X, de ZAP Surgical Systems Inc, un fabricante líder en el campo de la robótica quirúrgica. Este dispositivo tiene un movimiento de rotación único para dirigir haces radioquirúrgicos desde cientos de ángulos.
Gutiérrez Aceves consideró que la principal ventaja de la radiocirugía frente a las operaciones tradicionales es que los tratamientos son intervenciones ambulatorias que duran entre 20 y 40 minutos; al finalizar, el paciente puede regresar a casa sin necesidad de hospitalización.
El costo promedio de las intervenciones son de alrededor de 300 mil pesos en clínicas privadas, mientras en instituciones públicas puede ser gratuito.
Uno de los objetivos con los equipos de última generación es atender a los pacientes con ajustes en tiempo real. Por ejemplo, si se planifican cinco sesiones, se podría evaluar el tamaño del tumor después de cada consulta; si éste se encoge, se podría reducir la dosis en las siguientes, adaptando el tratamiento a los cambios que registre la lesión
, concluyó el especialista.