Cada día el mundo se vuelve más un escenario bipolar, un universo bicromático. O todos rojos o todos azules. Partidos, gobiernos, políticos, ciudadanos, televisoras, periódicos, líderes, radiodifusoras, intelectuales, iglesias, voceros, o son rojos o son azules. Ni más ni menos. Testigos de dos extremos opuestos que nunca alcanzan a dirimir sus diferencias radicalmente opuestas, negando de paso las leyes de la dialéctica, poseen, sin embargo, un rasgo común. Ambos no admiten más que su color y no toleran nada ni nadie que se salga de eso. Hoy somos testigos de muchos efectos de la cromatopolítica. Un ejemplo reciente: en Alemania, donde el gobierno considera “razón de Estado” la defensa del Estado judío, un tribunal de Berlín condenó el martes 6 de agosto a una manifestante de una protesta propalestina a pagar 600 euros de multa por gritar “From the river to the sea, Palestina will be free” (“Desde el río y hasta el mar, Palestina será libre”).
El color es la impresión producida por un tono de luz en los órganos visuales, una percepción que se genera en el cerebro, que a su vez interpretan y distinguen las distintas longitudes de onda que captan de la parte perceptible del espectro electromagnético. El ojo humano sólo percibe las longitudes de onda cuando la iluminación es abundante. Con poca luz se ve en blanco y negro. El blanco resulta de la suma de todos los colores luz, mientras que el negro es la ausencia de luz. La luz blanca puede ser descompuesta en todos los colores del espectro visible y esta descomposición da lugar al arcoíris. En el mundo de la naturaleza los colores aparecen ligados a las flores y frutos que destacan en el inmenso mar del verde para que los animales atraídos completen las acciones de fertilización y de dispersion de las semillas de las especies vegetales. Según la ciencia, las combinaciones posibles de los 12 colores básicos y los 28 auxiliares dan un total de 16.8 millones de colores distinguibles por el ojo humano. ¡La cromatopolítica los reduce a dos! Blanco y negro o rojo y azul.
En los dos extremos prevalece el dogma de que ceder un poco es cambiar de color. Los rojos enrojecen y los azules se tornan más azules. Y entonces la propaganda comienza a desplazar los pensamientos racionales. Y como la propaganda requiere de todo un aparato, los medios de comunicación se van haciendo más parciales. Las televisoras se tornan la voz unificada de los mismos sermones. Las estaciones de radio dedican más y más programas tendenciosos. Los periódicos comienzan a depurar a sus articulistas, orientan sus titulares y uniformizan a los caricaturistas. La cromatopolítica hace que los funcionarios públicos de los gobiernos, jóvenes, maduros y de la tercera edad, se vuelvan ostentosos, soberbios y déspotas, convirtiendo por igual a los procesos de izquierda y derecha en sus polos extremos.
Muchos intelectuales antes lúcidos se pliegan a la cromatopolítica y terminan por uniformar su pensamiento. En el caso de los gobiernos progresistas o emancipadores, estos también envejecen, se deterioran, se osifican y terminan colapsando. Dos ejemplos concretos son Nicaragua y Venezuela.
La cromatopolítica es propia de las dictaduras y de los gobiernos autoritarios y niega lo más elemental de la democracia electoral o representativa. La cromatopolítica es resultado directo de la ideología y las ideologías, cualesquiera que sean, sólo han conducido a las mayores tragedias humanas, como las dos guerras mundiales, los exterminios culturales, las masacres, las purgas, las santas inquisiciones, la quema de brujas, etcétera. Las ideologías anulan el pensamiento crítico y obnubilan y anestesian las mentes de los seres humanos, suprimiendo de paso todo el potencial del cerebro, considerado por la ciencia el diseño más complejo del universo.
¿Puede el ser humano vivir fuera de las ideologías? Puede. Y por ello han apostado pensadores de las últimas décadas tan respetados y virtuosos como Erich Fromm, Arthur Koestler, Frijot Capra, Karel Kosik, Edgar Morin, Enrique Dussel y Morris Berman. Debemos a este último autor, historiador estadunidense, una explicación sobre el tema. “Una idea es algo que posees, la ideología es algo que te posee a ti.” Los seres humanos adoptan una ideología por su ausencia de “anclaje somático”, por su falta de raíces con la vida misma, por su incapacidad de enfrentar el silencio y el vacío.