El maestro Jesús Martín del Campo es un narrador oral formidable. El más largo y arduo viaje junto a él, se transforma en un breve recorrido, gracias a su habilidad para hilvanar, con amenidad y sentido del humor, anécdotas autobiográficas, crónicas de movimientos populares, semblanzas de personajes de la izquierda de los 60 y 70, cuentos de escritores y apuntes históricos. Sus pláticas son, al mismo tiempo, entretenimiento y enseñanzas políticas.
Cuando, a finales de los 70, parte del viejo trabajo conspirativo realizado por centenares de militantes se transformó en grandes movimientos de masas, y los dirigentes que organizaban en la semiclandestinidad salieron a la vida pública y se encontraron en reuniones abiertas, se saludaban con los nombres que ocultaban su verdadera identidad.
Por eso muchos de sus antiguos compañeros llaman Paco a Jesús, el nombre de batalla que usó en los tiempos de las catacumbas, cuando, por medidas de seguridad, había que bautizarse con seudónimos. Fue con el nombre de Paco que Jesús asistió en 1977 a la reunión de la seccional Ho Chi Minh (también conocida como la Organización), en una antigua casa de Rubén Jaramillo, cerca de la zona rural de Cuautla.
En la asamblea, protegidos por los viejos compañeros de Rubén que montaban guardia, los delegados durmieron sobre el suelo en costales y comieron tacos de cebolla y café de olla durante tres días, y acordaron modificar la línea política de la O, para poner en el centro el trabajo de masas y entablar alianzas con grupos fuera de los destacamentos armados. Jesús llevaba una chamarra de Chiconcuac color marrón y el tradicional pelo largo por el que algunos de sus compañeros le llamaban El Hippie. Ya había pasado por la cárcel.
El maestro Martín del Campo nació en la Ciudad de México en 1948. Su padre fue carpintero y su madre enfermera, ambos, grandes luchadores. Creció en la colonia Agrícola Oriental y trabajó de joven como ebanista. Se graduó como profesor de primaria en la Escuela Normal de México, estudió en la Preparatoria 9 y en la Normal Superior, e hizo una maestría en historia en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, donde también dio clases.
Al egresar de la normal fue a enseñar a la escuela Pedro Moreno, de la colonia Tepalcates, en el Oriente del Distrito Federal. En 1966 asistió al evento público en que se dio a conocer la Liga Comunista Espartaco (LCE), en el auditorio Justo Sierra de la UNAM, que terminó a golpes cuando un grupo del Partido Comunista irrumpió en el acto. En 1967, Antonio Martínez, el camarada Tomás (https://shorturl.at/E7XnC), lo reclutó para la LCE. Allí participó en la seccional magisterial. El movimiento de 1968 lo agarró estudiando en la Preparatoria 9.
Participó simultáneamente en los Comités Coordinadores del magisterio y en las brigadas estudiantiles. Recuerda el 2 octubre: “Estaba en la explanada cuando se iniciaron los disparos y entraron los soldados. Se produjo la confusión; algunos lograron escapar, como mi hermano Edmundo, quien el 10 de junio de 1971 fue asesinado. Otros intentamos protegernos en la iglesia, pero no nos abrieron la puerta. Fueron minutos terribles.
Nos invadió el miedo. Nos sentamos y cuando intentamos levantarnos un soldado nos gritó: ‘¡Tírense, cabrones, agáchense!’ Cuando nos llevaron a la cárcel dijeron que habíamos disparado porque teníamos sangre en las manos”. Estuvo preso en Lecumberri casi tres semanas. Años después, encontró en la caja 229 del Archivo General de la Nación fotos suyas de aquella época.
Cuando el gobierno de Díaz Ordaz cerró varias normales rurales recorrió el país con una brigada de la LCE para animar la resistencia. Simultáneamente, organizó células obreras y grupos de lucha sindical en empresas como Link Belt y Laboratorios Russel, en Ecatepec y Tultitlán, con la asesoría legal de Jesús Campos Linas. Por si fuera poco, participó en luchas campesinas en Puebla, Hidalgo y Guerrero. Joel Aquino, conocido como Benito en la liga (https://shorturl.at/sHKqk) lo llevó a Yalalag. “Fíjate –le dijo– que en la secundaria hace falta un maestro de historia ¿no aceptarías irte de maestro voluntario?” Nos fuimos. Y aceptó.
En ese tiempo se hacían 12 horas de Oaxaca a Yalalag en autobús. Lo presente con los compañeros. Él fue profesor de historia de la secundaria y también de los maestros. Les encantó cómo trabajaba. Su presencia en la comunidad alarmó a los servicios de seguridad. Según Joel, “el día de la Revolución, cuando iba a almorzar, levantó la vista y había alguien enfrente y lo estaba encañonando. Atrás también lo estaban encañonando. Le dijeron: estás detenido, vámonos.
Eran policías disfrazados de electricistas”. Lo torturaron. Se lo llevaron a la cárcel en Oaxaca. El 10 de junio vivió uno de los más grandes dolores de su vida. Su hermano Edmundo, de 20 años, extraordinario militante, fue asesinado de un balazo en el tórax disparado de una azotea por los halcones, en la esquina de Tláloc y San Cosme. “Ninguna ayuda pudo llegar, imposible bajo la metralla. Lo mismo que sucedió con él, pasó con decenas de otros jóvenes, tal vez cien”, rememora. El camarada Paco participó en la fundación de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y la Coordinadora Nacional Plan de Ayala (CNPA).
Fue parte de la Organización de Izquierda Revolucionaria-Línea de Masas (OIR-LM). A partir de 1989 incursionó en la política institucional (primero en el PRD y luego en Morena), defendiendo siempre las causas en las que cree. La vida de Jesús Martín del Campo da y sobra para escribir un libro. Si algo lo caracteriza es su persistencia infinita y su entusiasmo en la lucha. Para celebrarlo, sus familiares, compañeros y amigos le han organizado un merecido homenaje el próximo 6 de septiembre en el auditorio de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México.
X: @lhan55