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David Picasso, entre las neurociencias y el boxeo

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El sábado, en la Arena Ciudad de México, David Picasso (derecha) venció al armenio Azat Hovhannisyan en la preliminar de la exhibición que ofreció Floyd Mayweather. Ayer se presentó a sus clases en la Facultad de Medicina de la UNAM; no vistió ropa ostentosa ni portó joyas y se transportó en Metro. Foto Afp
27 de agosto de 2024 08:31

A los ídolos en México se les adora con devoción, sobre todo si están atravesados por alguna forma de tragedia. Muchos boxeadores consumidos por los vapores del alcohol y la vida fiera son venerados cual santos. Es difícil reconocer en esos patrones a un peleador en ascenso como David Picasso, quien hace tres días venció al armenio Azat Hovhannisyan, en el combate preliminar de la exhibición que ofreció Floyd Mayweather en la Arena Ciudad de México.

Nadie creería que ese joven de 24 años, pulcro y bien peinado, que ayer se presentó desde muy temprano en la Facultad de Medicina de la UNAM, donde estudia la licenciatura en neurociencias, es el mismo boxeador que la noche del sábado batallaba entre las cuerdas para defender un campeonato plata del CMB.

David no encaja en el estereotipo del boxeador mexicano más tradicional, dice Alfonso Pica-sso, padre y entrenador del púgil; muchos quisieran verlo cortado y con el rostro lastimado para que demuestre que es un buen peleador, pero no es así. Es un atleta que se cuida y lo cuidamos en el equipo; además, tiene otras metas aparte del deporte. Eso no es común ni en México ni en ninguna otra parte.

Aunque al final la pelea del sábado contra el armenio se complicó, David salió vencedor y hoy su cara no tiene un solo rastro de aquella batalla.

En cualquier explanada de Ciudad Universitaria, el aspecto del joven Picasso se pierde con naturalidad entre la comunidad estudiantil. No lleva ropa ostentosa ni joyas, viaja en el Metro –aunque su padre aclara que tiene un auto 2015, aunque todo rayado–, pero prefiere el transporte público. No es una figura en ciernes a la manera tradicional, insiste su padre y entrenador.

Hay algo en él púgil que trae a la memoria la imagen del Toluco López: cuando arribó Picasso el sábado en la Arena Ciudad de México, con una capa ranchera y un gran sombrero de charro. Sin embargo, más de medio siglo aleja a estos personajes, sobre todo los distancia la narrativa que los acompaña: al primero, una vida perdularia y apasionada en el cuadrilátero; al segundo, la pulcritud y la vida como un camino de virtud.

“No critico a los ídolos del pasado, vivieron otro contexto, pero creo que Canelo Álvarez se ha convertido en un nuevo referente del boxeo mexicano y eso nos influye a todos, pero desconcierta a otros porque no entra en ese estereotipo del ídolo que fracasa”, expuso Picasso a La Jornada hace un par de años, cuando era considerado una de las mejores promesas en este deporte.

Veo que la gente empieza a encariñarse con Picasso, dice ahora su entrenador en su versión de padre orgulloso; no es un muchacho soberbio, sino modesto, que trabaja y estudia una carrera científica, que pelea con elegancia y es muy serio en el boxeo. Creo que lo ven como un buen ejemplo a seguir.Presentación estelar.

Si al Toluco sus devotos lo apoyaban con gritos de doble filo como el inolvidable ¡Toluco, ya ni noqueando ganas!, a Picasso le motivan con la simpatía que se prodiga a un niño aplicado en una competencia escolar. ¡Tú puedes, Picasso! ¡Enséñale de qué están hechos los mexicanos!, le gritaban el sábado cuando peleaba ante el armenio.

Esa noche fue la presentación estelar de Picasso ante el gran público. La arena, con capacidad de 21 mil asistentes, estuvo casi llena y se transmitió por distintas cadenas televisivas. La responsabilidad más grande fue que se trataba de la pelea de respaldo a la función estelar de una de las estrellas históricas del boxeo: Floyd Mayweather. Después de hacer que la gente se pusiera de pie y gritara enardecida, muchos aplaudían emocionados y repetían que ese combate se robó la noche.

Yo quise noquearlo, pero no se rajó. Cuando sentí que se aventaba sin temor, nos dimos cuenta que había mucho riesgo y lo mejor era no correr peligro, porque la pelea ya la tenía ganada. Cuando Hovhannisyan se lanzaba a lo loco, era muy peligroso porque pueden sorprenderte con un solo golpe, recuerda David Picasso.

David Picasso se impuso el sábado al armenio Azat Hovhannisyan y defendió un campeonato plata del CMB. Foto Afp

Esa actuación revivió el deseo de muchos de verlo disputar ya el campeonato mundial supergallo en manos del monstruo japonés Naoya Inoue, una apuesta demasiado ambiciosa.

Si me dijeran que ya voy por Inoue, yo estaría encantado, afirma el joven universitario, quien hasta ahora tiene 30 combates en su carrera, 29 victorias y un empate.

Mientras el ring sea cuadrado, puedo asumir el riesgo. Yo iría donde me propongan: Estados Unidos, Japón o la Luna, con tal de enfrentar a Inoue por el campeonato del mundo, agrega.

Picasso apenas está asimilando el ascenso de su carrera. Dice que lo vive como un sueño, pero cuando evoca lo que ha hecho para estar en esta etapa descubre que todo lo consiguió con disciplina.

Había que entrenar hasta en domingo, pelear los fines de semana en torneos pequeños; todos sabemos que en el boxeo hay que levantarse muy temprano para correr, y hay que agregar que yo tengo que desvelarme para cumplir con mi responsabilidad en la universidad. Por eso hoy todo está saliendo muy bien y la gente empieza a verme como un potencial campeón del mundo, dice entusiasta.

La encrucijada de la profesión o los golpes

Entonces, aparece su padre como entrenador precavido y mete freno. Para Picasso padre, aún es precipitado pensar en pelear ante un gigante como Inoue.

Creo que aún hace falta que tenga unas tres peleas difíciles antes de pensar en ir por el campeonato del mundo. No hay que precipitarse, porque hay que llegar bien preparados a un reto de esa magnitud, plantea su entrenador.

Después de la pelea del sábado, David Picasso se dio a conocer con el público en grande. Vienen planes fuertes a partir de ahora y hay que tener mucho cuidado para no dar un mal paso, previene.

Por ahora, el connacional no quiere distracciones con medios de comunicación para concentrarse en sus estudios. Sólo le falta un año para terminar la carrera y aún no se ha planteado un escenario en el que tenga que tomar una elección, si debe elegir en algún momento el camino de la ciencia o el de los golpes.

Hemos platicado sobre cuál será su elección. Sabe que en algún momento puede estar en una encrucijada y tener que elegir, o al menos hacer una pausa, porque no se trata de renunciar a alguna de las dos carreras, expone el entrenador.

Eso sí, un tepiteño más

Picasso volvió anoche a casa en la colonia Morelos después de pasar el día entero en Ciudad Universitaria. Cuando habla de sus metas repite que quiere ser un científico notable y un campeón del mundo. Pero lo que más anhela, hace una pausa, es asegurar la situación de su familia. Descendiente de hombres que buscaron en el boxeo un medio para salir adelante en el barrio de Tepito, Picasso sólo quiere de verdad que su gente no vuelva a sufrir las punzadas de la pobreza. Y en eso sí se parece a cualquiera de los peleadores más tradicionales de este oficio: todos pelean por el bienestar de los demás.

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