Hace unas semanas comentaba con un colega estadunidense sobre la candidatura de Kamala Harris y la posibilidad de que gane las elecciones y que coincida una presidenta mujer negra y una de origen judío. Al parecer este asunto del origen judío de Claudia Sheinbaum se ha comentado ampliamente en Estados Unidos, es su manera de ver el mundo y la sociedad.
En México hubo comentarios en la prensa sobre el origen askenazi del apellido y dos que tres metidas de pata al respecto, como el comentario racista de Vicente Fox. Pero podríamos afirmar que 99 por ciento de los mexicanos no sabe ni le interesa el asunto.
Sin embargo, en Estados Unidos, la raza sigue siendo un asunto de vital importancia, más aún cuando se trata de alguien que aspira a la presidencia. Para Donald Trump este asunto es una especie de obsesión. Tanto así que ponía en entredicho la nacionalidad de Barak Obama, que era hijo de padre africano y madre estadunidense. Incluso siendo Obama presidente, Trump exigía que se presentara su acta de nacimiento.
Al parecer, Trump ve el asunto en blanco y negro y los tipos intermedios, como el caso de Obama, que técnicamente es mulato, 50 por ciento blanco y 50 por ciento negro, los considera inapropiados, en su peculiar manera de ver a los otros. De acuerdo con el criterio tradicional, aceptado, socialmente en Estados Unidos, lo que define a un negro es la gota de sangre. Una gota de sangre negra, es negro. Propiamente no se acepta el mestizaje ni hay criterios o palabras para definir casos ambiguos.
No obstante, el criterio oficial del censo estadunidense acepta una serie de matices y trata, de alguna manera, de ordenar un embrollo multirracial que existe en la actualidad. El censo ya no utiliza la categoría de negro y blanco, sino la de blanco no hispano y negro no hispano. Y en eso tenemos nosotros la culpa, porque los hispano-latinos podemos ser negros, blancos, asiáticos y de múltiples combinaciones.
Que quede claro, un blanco latino no es blanco ni puede entrar en esa categoría, lo mismo para los mulatos, sambos, prietos y demás variantes latinas que propiamente deben ser considerados como latinos, aunque el trato que se les da sea de negros. Al parecer, ese casillero es para la pureza blanca y la pureza negra y no para las mescolanzas.
Más aún, el censo ha incluido una nueva categoría para los que consideran que tienen dos o más razas. Y es un casillero que crece día a día, en 2020, constituían 10.2 por ciento.
Es el caso de Kamala Harris, de padres inmigrantes de Jamaica e India. Ambos padres se formaron en la Universidad de Berkeley, en los tiempos en que esta institución era considerada como radical.
Ambos padres destacaron en sus respectivas carreras, pero Kamala no fue a estudiar a Princeton, como sí lo hicieron Barack y Michelle Obama, ella fue a una universidad de negros, a la prestigiosa universidad privada de Howard. De hecho, su experiencia de negritud se la debe al haber vivido con su madre en el barrio negro de Oakland, vecino a Berkeley, California. Su madre las educó como negras e iban a la iglesia Bautista, a pesar de ser ella de origen indio, era la forma de integrarse.
Si a Donald Trump le molestaba la piel canela de Barack Obama y dudaba de su nacionalidad, con Kamala Harris el asunto se ha complicado, al poner en duda su negritud. No la puede criticar por ser negra, por eso dice que no es auténtica y se enreda en sus malabarismos mentales, diciendo que ella se identifica, como de la india y no como negra.
Es posible que en sus cálculos mentales piense en que los votantes negros, en especial los hombres, no la consideren como tal.
El componente racial y demográfico en Estados Unidos está cambiando rápidamente, los blancos decrecen, los negros están estancados y latinos y asiático crecen de manera notable, con el añadido de los de dos o más razas. Desconocer esto es no conocer al país. Al parecer, le pegó muy duro a Donald Trump la portada de la revista Time, donde se pone un dibujo bastante bueno y agraciado de Kamala Harris, con un rostro sereno, media sonrisa y mirada al futuro. El pie de página, simplemente dice “Su momento”. Y ahora, el ardido de Trump pide en público que también le hagan un dibujo y lo pongan en la portada.
El momento de Trump, cuando le perforaron la oreja, ha quedado en el olvido y cada vez más los comentarios se enfocan en su edad avanzada, su negatividad, mal humor e insanidad mental.
No obstante, para Donald Trump perder las elecciones ante una mujer, y por añadidura negra, puede desatar los demonios de él y de sus seguidores.