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Una de entre aquellos “Los alegres muchachos de la lucha de clases”

24 de agosto de 2024 00:03

¡Qué buen título!, pensé en cuanto lo vi. A estas alturas, Paco no es el único que hace recorridos cosiendo los retazos de memorias que nos asaltan sin ton ni son, de pronto, antes de dormir, y entonces se vuelve imposible conciliar en sueño. Ávidamente empecé a leerlo, pero sentí que era demasiado escueto, a veces sólo unos pincelazos rápidos para señalar momentos importantes, como para que no escaparan, sin completarlos del todo, sólo agarrarlos a vuelo de pájaro y que quedaran sujetos en la memoria.

Yo aparecí en las primeras páginas. Me lo había dicho Enrique Ávila, un gran camarada: “¡Oye, estas en la página 32!”. También me lo dijo otro gran compañero de tantas huelgas y luchas en la UPN, Roberto González Villarreal: “¡Te hace una pregunta!”, sí, ya lo vi, y empecé a rumiar la respuesta. “Algo ha de haber mágico en eso de que en la infancia te paseen de la mano viejos socialistas”, el abuelo minero asturiano de Belarmino. Nos convocó a Guillermo Fernández, Paco Abardía y a mí para descifrar esa magia.

Sí, nos conocimos cuando los dos teníamos 15 años. Cuando, como tantos otros hijos de refugiados españoles, presentíamos ese pasado que no vivimos como el nuestro propio. Cuántos discos escuchamos, cuántas veces cantamos a gritos las de la guerra civil, las desgarradoras de Paco Ibáñez (“maldigo la poesía concebida como un lujo…”), algo más que los hermanos Pinzones que él recuerda. Hasta el día de hoy el disco que me enternece es el de Pete Seegers y las canciones de las Brigadas Internacionales, pero Paco me sorprendió, y mucho. Yo estaba acostumbrada a escuchar a mi padre discutir y pelear con otros refugiados sobre los momentos, decisiones, hechos de aquella confrontación entre unas izquierdas que buscaron el asalto al cielo, pero me sobrepasaban –debo confesarlo– y a veces me aburría. Pero Paco, como si tuviera la misma edad de mi padre, se sabía las batallas, las derrotas, los contingentes, las victorias.

Como él, mi padre nació en Asturias, sobrino de Leopoldo Alas. Los puntos en común fueron muchos y los escuché hablar sobre el levantamiento minero del 34 y sus terribles consecuencias. El primo de mi padre fue fusilado. Mi padre fue comisario y capitán en el ejército del Ebro y, luego de muchas batallas perdidas, terminó y sobrevivió al terrible campo de concentración de Argeles. Recuerdo que hicimos una obra de teatro junto con la hija de Álvaro Custodio; no me acuerdo cuál, pero nos encantó. Recuerdo encontrarnos en los ciclos de cine, uno de cine soviético y cómo nos impactaron las películas El vuelo de las cigüeñas y Los atardeceres apacibles.

El paso del gran remolino del 68 nos trajo a una militancia común, a la que llegamos por caminos diferentes, la liga Comunista Espartaco (LCE). Eran los difíciles años 69, 70 y 71. Las luchas se concentraban en los comités de cada facultad. Los presos políticos eran nuestros compañeros, como Salvador Zarco. El retorno a clases fue terrible y complicado. Conocí a los otros Pacos de la LCE; eran cinco, pero con quien compartí muchas de las “alegres luchas” fue con Pérez Arce.

Entre los retazos que junté hay algunos sobre las pintas que salíamos a hacer a las 2 de la mañana, imposible a otra hora, siempre con un vigilante en cada esquina porque si te agarraban o te desaparecían o te llevaban al campo militar número 1; los mítines relámpago y repartir propaganda a la salida de las fábricas y entre los que llegaban a Indios Verdes a tomar el autobús; las sesudas reuniones con Armando Bartra y Yamilé Paz. Ellos estaban en el seccional estudiantil, y yo junto con Mercedes Perelló éramos responsables de la hoja semanal Lucha Popular. Yo tenía que contactar y traer la información de los diferentes seccionales. Recuerdo un viaje que hicimos todos apretados en el vocho de Renato Ravelo a las tierras del ingenio veracruzano de Don Mónico para contribuir con la Ho-Chi-Minh; allí hicimos trabajo voluntario campesino durante días y nos llenamos de garrapatas.

¡¡¡También recuerdo claramente la película que hicimos!!! Paco era el director y productor. Los actores, Paco Pérez Arce, Fany, yo y mi cochecito Austin verde. Se trataba de un asalto que se filmó en la entrada de Televisa que está por Altavista; salíamos huyendo exitosamente, después de alguna escena que marcaba la militancia obrera. La película terminaba en un enfrentamiento en las minas de arena de Santa Fe, todos acribillados y nuestros cadáveres dramáticamente esparcidos. Alguna vez le pregunté a Paco si la guardaba, pero creo que se le perdió. En los 80, cuando regresé de Cuba, participé en Información Obrera. Yo trabajaba en la revista Por Esto! Publicamos nuestro primer libro: Luchas obreras en México; yo entrevisté a Alfredo Domínguez, del FAT. Como dijo el Gabo, tal vez la vida no es la que vivimos, sino la que recordamos.



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